Claudia. con prisa y sin gloria

Claudia. con prisa y sin gloria

No se podía revertir el tiempo. Claudia ardía en fiebre, doblada sobre la cama. Sentía como un agente extraño recorría su cuerpo como si lo estuviese drenando todo por dentro, como si un ácido potente destruyera todo a su paso.

Meses Antes. Incluso años, no pensó que esto pudiera llegar a ser tan horrible. Lejos estaban aquellas madrugadas de interminables chats. De mensajes obscenos. Tan lejanas como las veces que Luis, Pablo, Miguel, Alejandro, Daniel, Juan o Erick se habían colado por la puerta de servicio de aquel departamento en tinieblas con padres y hermanos que dormían.

Sigilosamente entraban o le entraban por donde ella les indicara. Luego de una serie de laberinticos pasillos, llegaban a los dominios de Claudia. Una habitación rosa alumbrada por una pequeña lámpara de mesa esmaltada de blanco, con muebles y cama del mismo color. Con fotos, peluches, libros, arcoíris y afiches de bandas musicales de chicos anglosajones. Una atmosfera de niña recién convertida en mujer. Aquel contraste era demencial ya que en ese ambiente ella practicaba sexo oral a todos los antes mencionados.

Gruesas, largas, circuncidadas, lampiñas, velludas, dobladas. Todas llegaban en la boca en primer lugar. Lamidas y succionadas de Daniel o Alejandro. Con más o menos ropas. Se paraban en el mismo, luga al borde derecho de la cama. Previamente, Claudia les había calentado con una buena tanda de besos. El calor del riesgo hacia que aquello resultara más apasionante. Se sacaba el Jersey gris plomo que hacía las veces de pijama, al hacerlo se le soltaban unos mechones marrones claros sobre la delgada espalda pálida.

Entonces ella desnuda ante Miguel o Pablo se reclinaba sobre la cama, satisfecha. el, ciego de la excitación se abalanzaba sobre su piel, sobre su abdomen, sobre el lunar de la costilla, sobre unos firmes senos pequeños y ahí ellos en un acto de provocación máxima le frotaban con los dedos aquella cavidad cálida y húmeda.. . Antes de entrar algunos se abrían paso como golpes con repiques del glande. Y al hacerlo entonces se dejaban caer sobre ella. En saltos que pasaban de lentos a frenéticos en cuestión de segundos. Ahí la poca ropa que aun llevaban desaparecía. Ella les mordía, arañaba y gemía ahogadamente.

Esto ocurrió durante un largo periodo de tiempo incalculable.

Un día apareció Renato el amigo y socio del padre en la constructora. Con la Idea de que su hijo menor Leonardito quien estaba internado en una escuela de Boston desde hace unos años, tuviera una cita con Claudia. Ya que eran contemporáneos. Claudia pasaba de aquella situación porque no le interesaba. Tenía 18 recién cumplidos tal vez unos 8 sin ver al tal Leonardito. Pero su madre ávida de interés le insistió en que podría ser una situación de mucho provecho para ambas familias. La misma Sra. llamo su marido para concretar el encuentro entre Claudita y Leonardito.

Claudia espero en la puerta del edificio yonekura de la avenida 4, mientras empezaba a oscurecer y el tráfico de la pesada hora pico progresivamente circulaba con normalidad. Entonces apareció una gigantesca camioneta negra. Ella con algo de fastidio y nada de expectación supo enseguida por un cambio de luces de que se trataba de su cita al cine. Pero al subir encontró aquel dandy medio moreno pero de apariencia Harvard, deslumbrantemente vestido y perfumado con una dentadura blanca y correcta. Tenía 17 años. Rostro de 12 y cuerpo de 24. Aquello seria grato.

Se habló poco, el cine era muy cerca y 102 minutos de películas ya eran más que suficiente. Para salir del convencionalismo y serpentear la ruta de lo prohibido de su pequeña cartera marrón Claudia saco de manera triunfal un porro. Mas tentador no podía ser ese cierre de cita para Leonardito. Una, dos, tres caladas y se estacionaron bajo un árbol frondoso de mango que estaba en la ya casi desierta avenida 4. Ahí hablaron y rieron entonces se fue torpemente sobre ella y por primera vez Leonardito tocaba de esa manera a una mujer, los besos, las caricias y todo se hacía intenso. Parecía que Leonardito se desdibujaba y daba paso a Leonardo el hombre.

Pero como empezó de intenso termino de rápido. Bastaron 3 espasmódicos movimientos para finalizar la iniciación. Pero aquello estaba lejos de acabar. No había terminado cuando la madre de Claudia los encontró drogados y semidesnudos uno arriba del otro, ni termino tras la pelea y los castigos impuesto, tras los largos sermones de cómo se debe comportar una señorita, de cómo se limpia la honra. No acabo cuando le dejo de venir el periodo ni en las 3 pruebas de embarazo que arrojaban el mismo arrollador resultado.

Había que salir de aquella situación lo más airosa que se podía. Había que salir del enjambre de ideas, del lio, del problema, del asunto. Con titubeo llamo a una amiga veterana en estos caso. No había otra opción. Esta se presentó en su puerta con una farmacia ambulante y una botella de vino que le daría el valor de hacer lo que Claudia le pedía.

Tumbada en la cama fue de vuelta introducida ya no se podía dar vuelta atrás, no se podía revertir el tiempo. Entonces empezaron los ardores, el calor, una fiebre que parecía consumirla como llamas vivas, entonces lo veía, veía a la criatura, a sus pies, sus manos, con el rostro de Leonardo y los ojos de ella. Lo escuchaba más cerca que a la voz de su amiga. La cual era más y más lejana casi un murmullo. Todo se oscurecía, se sentía como un avión que explotaba por los aires y se desintegraba antes de caer a tierra. Nada, nada, nada podía revertir el tiempo.

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