Cosas con hambre

Un boliviano muerto de hambre retratado por otro boliviano muerto de hambre. El último es mi amigo, es decir, no el fotógrafo, sino el fotografiado: Carlos Salvador con veinticinco años de edad; está debajo de un puente en construcción en Rosario, a su lado Víctor, un santiagueño epiléptico que usaba un bigote muy parecido al de él, que lo estrecha, lo acerca, con el brazo izquierdo, mientras ambos ríen (¿reían?), como dos estrellas de bolero después de un concierto, delante, pero no de uno, sino de cientos, de miles de fotógrafos bolivianos, a las cuatro y media de la tarde, un 4 de Septiembre de 1979.

Tres días después, el fotógrafo boliviano les alcanzó una sola copia. Soy buen fotógrafo, les dijo. También escribo, pero no sé nada de albañilería como ustedes, les dijo.
Mi amigo regaló la foto a Víctor.

Víctor envió la foto a su madre que ya estaba volviéndose loca. Al dorso escribió: «Hola ma. Estoy bien. El de la par es Carlos. Tengo novia, se llama Rita, como vos. Cuando pueda te mando otra foto. Te quiero. Muchos besos ma».

Rita ahora está encerrada. No sabe nada de nada. Perdió la memoria. Todo se fue al fuego cuando su maldita hija que pregona el Evangelio se la llevó a la fuerza a la ciudad. Víctor está muerto. Hace mucho años que murió. Y ella, que tanto lo lloró, no se acuerda.

Estamos muertos de hambre. Las entrañas se dan vuelta y te destapan la cabeza llena de gusanos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS