EL TREN

Unos vienen y otros van.

El trasiego de la gente

me envuelve.

Me siento extraño, aturdido

necesito parar.

Con pasos vacilantes

-de animal herido-

me refugio en ese banco, metálico

solitario y frío,

compartiendo su desnudez.

Miro en mi interior

y no me reconozco.

Como no lo hago

con esa «máquina» de diseño

fría y distante

que está frente a mi.

Es, el Ave.

Pero… ¿donde está mi tren?

Esa locomotora

ruidosa y humeante

que hacía las delicias

de la chiquillería.

Portadora de penas

-si se llevaba un ser querido-,

que soñando con «El Dorado»

dejaba atras la miseria

y también su corazón.

De alegrías,

Cuando… con su potente silbato

anunciaba el retorno

del hijo pródigo, que

derrotado o, conquistador

volvía a sus orígenes.

«Tren desconocido

vuelvo a casa,

hoy, toca alegría

con mi derrota, sí

mi gente, lamerá las heridas

y, recuperaré las fuerzas

en la tierra que me vio nacer.

¡No llores madre!

volverá a salir el sol

mañana, será otro día.

Y, cabalgará una vez más

la vieja locomotora

que, envuelta en una nube

de humo y carbonilla,

desafiará al silencio

con su estridente sonido,

arrastrando tras de sí

sus vagones variopintos, cargados

de nuevas esperanzas».

Y, en la oscuridad de la noche

-en su madriguera-

el lobo, volverá a soñar.

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