La luz era rojiza y amarillenta en la pequeña habitación. Yo estaba fuera de mí y regado, más bien desparramado por paredes y suelo. Mi cabeza flotaba a miles de kilómetros cósmicos, sentía el frio del espacio sideral. El aire era seco, tuve conciencia de mi desnudes cuando parado frente a un espejo redondo me observe. Otros ojos muy claros estaban posados sobre mí, seguido de unas manos y luego de unos labios, sonaba un Miles Davis, cada sonido incidental tomaba forma y textura incluso color. Con cada exhalada de aire creaba una nota acorde al recorrido de sus manos por mi piel, me veía increíble frente al espejo, no podía creer que yo fuera poseedor de tanta belleza, tenía unos músculos precisos y preciosos el cuerpo de un joven de veintitantos, con la juventud bajo la lengua, con la belleza de una piel clara y casi terciopelada y me sentía mucho mejor por dentro, no estaba en disposición de pensar simplemente me deje llevar. Sin siquiera llegar a algo sexual había alcanzado una exaltación de 15 orgasmos juntos. Tenía plena conciencia de mi cuerpo y estaba sumergido en un mar de sensaciones táctiles, tenía un momento de lucidez tan claro que me paralizo. Llegaban a mi cabeza imágenes de mi vida, fragmentos de filmes, recuerdos que jamás viví y un aire que llenaba mis pulmones como un huracán, labios que bajaban por mis hombros y que con cada beso se multiplicaban en 10, 20, 30 más. Aquello era irrepetible, sin darme cuenta había caído en la cama en posición fetal parecía flotar en una nube roja, todo a mi alrededor se veía como una película barata de ciencia ficción de los 60s. Parecía artificial y falso pero a la vez las cosas intangibles e inexistentes tomaban una figura. De golpe tuve la sensación de estar mojado, emparamado que acaba de llegar de un viaje donde atravesaba una selva extraña y húmeda, ahora observaba todo de otra manera, como si me hubiese fugado de mi y vuelto de nuevo. Aquello se llamaba Heroína.

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