Niña de escasos 6 años, piel blanca, cabellos castaños, de sonrisa rápida, ojos saltones y vivos,de imaginación soñadora que vuela a través de su danza, navega en el escenario que la vio nacer, sus pasos la hacen merecedora de aplausos incesantes, ella, en tanto, los presentes siguen chocando sus palmas con fuerza, se sumerge en su danza hipnotizadora de sueños, catalizadora de encanto sublime y con su rostro cálido envilece a sus observantes. Posee una potencia y firmeza en sus diminutas piernas, gira con grandes destrezas como bailarina profesional, momentos en los cuales sus dotes artísticos afloran para embellecer el lugar con flores imaginarias que caen de las alturas, perfumadas con un aroma exquisito que forma parte esencial del misterio y al mismo tiempo de la belleza que brinda la vida. Los minutos pasan y la danzarina con poco aire en sus pulmoncitos sigue demostrado cada segundo de respiro que está sujetada para no desvanecerse ante esa tarima, que forma parte de sí misma como pueden ser los órganos de su cuerpecito, se eleva en cada presentación, se remonta a las alturas de un escenario que por medio del techo le mutila sus alas de ángel, aun así se mantiene suspendida en el aire con total majestuosidad, quienes no observen tal maravilla tienen los ojos del alma cerrados, miran solo lo que quieren ver, son incapaces de abrir la susceptibilidad que mira mucho más allá de las cosas que se creen ver con claridad. Su imaginación recrea un escenario repleto, adornado y acoplado para que ella pueda hacer gala de su arte y su don, su temprana edad no es razón suficiente para que ella no pueda entender su propósito de vida, su mente la ubica constantemente en un escenario que le regala partituras musicales que la incitan a danzar con su peculiar y único estilo. Son esos precisos momentos, los que hacen brillar a la danzarina de manera libre, flotante, fugaz, serena y angelical. El brillo de sus ojos resalta su piel tenue, su expresión es la llave impulsora que motiva a sus espectadores a no perderse un instante el show de una danza ministerial con principios de bondad, de acelerados latidos de corazón, de magia ensalzada en el lugar del evento. Su carisma, figura como la principal herramienta usada para continuar ofreciendo una de las cosas que sabe hacer con absoluta espontaneidad, sale del escenario y se ubica entre las personas que se deleitan con su manera de bailar, agita con sus manos delicadas la pandereta y con la otra, una especie de bufanda escarchada que va dejando una estela de caminos brillantes, que conducen nuevamente al escenario. Quizás, no comprenda aún las razones de la vida, pero tiene muy claro el principio de la misma, aunado a entender otro lenguaje universal como es la música, en todo caso, en su específico andar, es la danza la que mueve sus membranas, la que agita su pequeño, pero grandísimo corazón que día a día comparte como danzarina de Jesús. Ese arte de transmitir, esa vocación con que ha nacido, esas ganas en sus ensayos previos sin importar una tos, una fiebre, o algún otro malestar, es exactamente la fortaleza que posee y la hará mucho más grande, una verdadera artista con una causa de alto grado, una misión de gran valor agregado, misionera de una danza que se mueve a su ritmo, espejismo del bueno, batalladora de esperanzas y de renovadas fuerzas, guerrerita de caminos por andar, predicadora de la palabra sin buscarla, fiel cumplidora de sus compromisos, buscadora de calmas ante las tempestades que se cruzan con sus feligreses, pedacito de un ángel en la tierra a quien el Todopoderoso le encomendó tan ardua, pero apasionante tarea, constructora de un nuevo mundo, salvadora de pecados, pequeña de altísimo espíritu, ungida por la fe que proviene de las alturas y acompañada por un batallón de ángeles que le cubren con sus escudos, que la resguardan con el manto sagrado, que le iluminan su caminar, que le cuidan el sueño restaurador para que pueda continuar limpiando los senderos de la vida, tanto el de ella, como el de los demás. Soñadora incansable que llama a la verdad, a lo pequeño y sencillo, al abrazo sincero, al misticismo espiritual, a la lucha permanente y sin descanso, al maravilloso mundo que se consagra a través de las Santas Escrituras. Sus días cotidianos no la alejan de su pasión, sus juegos no la distraen de su misión, como toda niña de su edad debe realizar diversos quehaceres, sin embargo, su talante, su fuerza, su coraje, la posicionan en un elevado peldaño ante los demás. Dice lo que piensa, ríe cuando quiere, llora cuando es necesario, vigila en su momento y siempre le queda un tiempecito para compartir. No vacila un instante para hablar, para hacerse sentir, transmisora de alegrías, dicha para el que te conozca, para el que le brindes una sonrisa recargada de amor tierno, sanará con tenerte cerca, se saciará su sed, se contagiará de afecto infinito, le ayudará a romper cualquier cadena que le mantenga prisionero y desechará cualquier maldición por grande que parezca, esa danzarina tiene la fuerza de un tsunami, el impacto de un rayo y la vulnerabilidad a flor de su suave piel. Sus presentaciones son con regularidad, se mantiene alerta, despierta, con disposición a reflejar su danza que cautiva, su arte que atrapa, su mirada que libera y su escenario, testigo cómplice de sus hazañas danzantes, mágicos e imperdibles encuentros con la auténtica e inimitable danzarina de Jesús, sus pies son como marionetas suspendidas en las nubes de telones que llegan al suelo del espectáculo con una comprobada limpieza artística, escritora sin letras de su propio baile, arquitecto de su diseño especial, administradora de su puesta en escena y creativa de su encanto natural, las butacas sin público se maravillan con ella de forma complaciente, su cautivadora mirada las envuelve en el fabuloso y colorido universo manteniéndolas flotante, pero sin estar distante. Con público o sin él, la danzarina se mantiene practicando rigurosamente sin desacelerar la velocidad ni la constancia de su fuerza impetuosa, sonora y humana, espadachín justiciera de batallas por librar, de tiempos por develarse, de tantos sinsabores que vienen a alojarse en el paladar de muchos, a instalarse sin ser invitados especiales. De resonancia total entre los reunidos en el salón de baile, con continuidad inequívoca del camino que debe recorrer, bendecida por la multitud que aclama su presencia y que pide más derroche de arte a la lanzadora de flechas llenas de amores, cánticos de alabanzas entonados en su honor para que no haga receso, piden y gritan con euforia a esa pequeña artista que baila y vuela entre el escenario y su público presente, le graban, le toman fotografías y las caras se muestran con total satisfacción por el show presenciado. Niña con gran poder de llegar a los demás, multiplicadora de sueños, ingeniosa, perspicaz, siempre con algo más que dar. Día tras día, de su casa al salón de baile y viceversa, sin ningún pero ante la vida y sus altibajos, con disposición de seguir brindando no solo su show, sino su sonrisa transparente, el amor hacia el prójimo, el amor hacia el señor de las alturas, el amor hacia sus padres, convulsionada en una burbuja de amor que la revolotea entre las nubes, gira en torno a una fantasía creíble, a un mundo posible, sin maldades, sin falsedades, sin menosprecios, sueña con una tierra hermanada y con unidad impenetrable. Va expendiendo miradas que acarician el alma, sutilezas innatas en esa pequeña de grandeza, comunicadora de mensajes, de esparcidora volatilidad de afectos. Su participación en la danza la hace acreedora de un reconocimiento de gran proyección, ya que su baile la posiciona en el más alto peldaño de un show de nunca acabar, aunque termine el día planificado, ella continúa deleitando a los ángeles en su imaginación amplia, en su continuar obligado, recrea en su mente la fábula que va construyendo su propia leyenda, se inclina en puntillas como para alcanzar las estrellas, al dormir, en cada sueño logra conectarse con la danza, esta vez se mira con un cuerpo de baile en el paraíso, comienza a exponer sus destrezas y capacidades a un público selecto, de mucho blanco en el lugar, de gran serenidad, de una paz que se siente, de una alegría que se observa y de una espiritualidad que se percibe con tan solo cerrar un instante los ojos. Se fascina ante el hecho que está presente, está deseosa de dar apertura a su tan esperada presentación, en tanto eso sucede, los riachuelos hacen su melodía, los pájaros entonan sus coros y un arcoíris hace gala para formar un arco que sirve de telón en el escenario bordeado de perlas muy brillantes, tan resplandecientes como el sol que nace en los lugares donde existen playas, tan hermoso como único, tan especial como el amor de Dios. Sus latiditos del corazón le avisan con premura que no está ante una visión pasajera, que está en el lugar donde realmente pertenece, rodeada de flores, relacionada como de costumbre con sus gentes, por lo que recobra fácilmente su tranquilidad, se viene acercando el toque de trompetas como avisando que alguien se presentará, el sonido emitido cada vez es más fuerte, su cercanía es ineludible, las miradas postradas hacia la emisión de la música que demanda los instrumentos musicales en su conjunto, lo que maravilla un poco más el lugar, sonidos cada vez más potentes, los presentes alineándose y dejando despejado un camino por donde tal vez pasaría a quien estaban anunciando, la fila se extendía y cada segundo se tornaba mucho más larga, la música continuaba y el despliegue igual, en ambas acciones denotaban un encuentro, la danzarina seguía pasmada mirando ese espectáculo inigualable, esa sensación de ricura, ese sentimiento palpable, único y glorioso, los ojitos humedecidos por la alegría que le proporcionaba el evento lleno de magia, de amores que fluyen como agua de los manantiales, que alumbran como las luciérnagas en la oscuridad de muchos, como faro para los navíos sin dirección, como la luna oportuna en toda noche, de igual forma resurge el mejor acto de magia, murmullos entre la multitud, asombros de los más alejados y al mismo tiempo cercano de quien se aproxima, reverencias se hacen al que viene caminando con denotada magnanimidad y amor de redenciones, hasta que al fin hizo su aparición de manera sonriente, era Jesús con una espléndida sonrisa, una sosegada paz que transmite a quienes están, extiende su mirada fija y logra alcanzar a su danzarina preferida, le sonríe gozosamente con orgullo, le ofrece su mano para que se acerque, movidos por la razón del amor, ambos van cediendo en pasos, acercándose cada vez más, momento de deleite sin explicación alguna, logran tomarse de las manos, la carga, le deposita un tierno beso en la mejilla, le sigue sonriendo y la pequeña se encuentra con sus ojos paralizados, pero con su mentecita diciéndole: ¡Lo estoy mirando!, la dicha que no todos tendrán, la tiene la pequeña danzarina. Jesús rompe el silencio diciéndole: Quiero que nos maravilles con tu danza, he admirado tu trabajo, te he mirado de cerca, te he sujetado cada día, mi fuerza te la he transmitido y la has recibido, niña de gran poder, pedacito de mi alma, continúa haciendo lo que te gusta hacer. Ella se sujeta al cuello cerrando sus ojitos y estampándole un inocente besito, luego Jesús la baja de sus brazos y la encomienda a subirse al escenario, la pequeña obedeciendo el mandato se dirige hacia el escenario, las flautas no se hicieron esperar dando inicio al fabuloso estreno de la danzarina de todos los tiempos, comenzó a elevarse mientras extendía sus manos, sus pies eran acoplados, formando la figura de un cisne que trataba de tomar impulso, los aplausos daban continuidad al show, Jesús le miraba maravillado, los instrumentos musicales daban su aporte, y la pequeña encerrada en su mundo de burbujas de diamantes, esparcidos por toda la zona no dejaba de soñar, de vivir, de reír, no podía creer lo que estaba sucediendo, era la experiencia más magnífica que había vivido. Fue tan escasas 2 horas las que había dormido que creyó que fue toda una vida la que había vivido allá arriba, pronto despertó y se dio cuenta que se trató de un sueño, pero no un simple sueño, sino uno de los más hermosos que ha tenido. Un poco disgustada al darse cuenta que no fue real, se le pudo notar su carita malhumorada al colocarse sus sandalias en sus pequeños pies, pero de pronto, la mirada la llevó hacia una mesita al lado de su cama y allí, justo allí, se encontraba una coronita de flores que no pudo haber sido otro, sino Jesús quien la colocó en ese lugar, para que al despertar encontrase un premio a la dedicación de su constancia, de su valor y de un amor sin condicionamientos. Los sueños vienen siendo parte de la misma vida, contienen un propósito y una razón de ser.

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