BIENVENIDO MI SEÑOR WATSON

Salió de su casa muy temprano, por un lado prefería ser ella la que aguardara, y por el otro, no estaba segura de cuánto tiempo le tomaría llegar hasta el lugar del encuentro y detestaba ser impuntual; sin obviar los nervios que sentía, y que no la habían dejado dormir bien esa noche, y las noches previas valgan verdades.

Apenas recorrió un breve trecho al bajar del autobús pues la estación de trenes estaba muy cerca. Su imagen se reflejaba en el amplio cristal que hacía de fachada y coqueta, aprovechó para comprobar que su peinado estaba en su lugar, su ropa no muy arrugada. y su aspecto en general bastante aceptable. Recordó que en su bolso descansaba el presente que llevaba para él y ya por manía, lo tanteó para tranquilizarse. Luego miró la hora por enésima vez…tendría que esperar unos cuantos minutos todavía.

Entró para familiarizarse con el ambiente. La gran pantalla central informaba todas las salidas y llegadas a los diferentes destinos, así como los horarios. Una hilera horizontal de armatostes, donde se escaneaban los boletos, le impedía pasar más allá del hall, por lo que tendría que recibirlo ahí mismo.

Se enterneció recordando el mensaje que le envió cuando ya se había acomodado en su asiento de tren, diciéndole que estaba en camino, y a continuación agregaba muchas caritas felices que lanzaban besos con forma de corazón. Sonrió y sus mariposas se alborotaron, parecían y se sentían como niños.

Quién le iba a decir unas semanas antes, que a esas alturas de su vida su mundo se pondría de cabeza?. Que él la pondría de cabeza?.

Desde que se cruzaron por casualidad en aquella página, no hubo un sólo día en que dejaran de hablar, de reir, de contarse sus vidas, de encontrar similitudes y porque no, también diferencias, de compartir sus miedos y dudas y a pesar de ellos y las dificultades, no pudieron evitar seguir adelante.

Quedar para un encuentro era lo lógico y ambos lo deseaban cada vez más. Con la caballerosidad que lo caracterizaba, fue él quien se ofreció a ir a verla y propuso una fecha que ella encantada aceptó, y ese día había llegado al fin.

Los minutos volaron y en la pantalla leyó que el tren se lo había traído puntual. No sabía donde ubicarse y se fue tímida para a un costado a esperarlo. Por supuesto lo reconoció ni bien apareció por la puerta, su mirada inquieta recorría el ambiente buscándola, hasta que al fin reparó en ella y respiró aliviada.

Nada más hubo cruzado el control de salida se le acercó sonriente, ambos lo estaban. Se miraron con intensidad, no dijeron nada y se lo dijeron todo, y de forma espontánea se dieron un beso y luego un abrazo. Ese encuentro prometía ser maravilloso, y fue mejor de lo que habían soñado.

Salieron de la estación muy juntos, sus manos se rozaron, luego se atraparon y así siguieron unidas por el resto del camino.

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