Sentarse frente a una ventana, agarrar tu tazón de café y olvidarte por unos instantes de todo.
Dejar que tus pensamientos se revolucionen y tus oidos estallen de escuchar conversaciones ajenas de esos desconocidos que se sientan a tu alrededor.
Despertarte y darte cuenta que estas ahí, mirando como los peatones pasan y pensando en todo lo que querés hacer. Seguramente muchas cosas y también añorando recuerdos que la mente se ocupa de revivir.
Pasar por una calle que te haga acordar a una primera cita, un primer beso o tan solo un encuentro con alguien conocido y que un saludo tan simple cambie tu día.
Dejar correr las agujas del reloj y romper con tu rutina.
Ser espontáneo, sonreír, llorar, simplemente vivir la rueda de la vida y descubrir tu esencia para dejar huellas.
Planear un viaje, leer un libro, abrazar a tu yo y seguir caminando.
Jugar a las escondidas, contemplar la música y sumergirte en historias que solo tu memoria puede admirar.
Todo, frente a una ventana y un café…
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