El Portador: El medallón perdido

El Portador: El medallón perdido

Preámbulo

Todo era confusión y miedo.

Alexander vio cómo la criatura demoniaca se volvía hacia él. En aquella semioscuridad, no pudo ver que ella había logrado levantar el arma.

La primera bala hizo impacto en su hombro derecho y lo derribó.

Con brusquedad logró extirparla con su propia mano ensangrentada segundos antes de sentir el segundo balazo; el dolor lo cegó, como un torrente de ácido.

Alexander gritó con todas sus fuerzas. Cada sentido, cada músculo, cada molécula de su cuerpo intentó evadir aquel dolor.

Sintió que perdía la conciencia. La muerte era segura, la vida misma nunca lo había sido.

―No hay escapatoria, lo sabes ―susurró la espectral voz del hermoso demonio burlándose de su indefensa presa.

El chico gritó, pero nadie parecía escucharle.

En ese instante la criatura se abalanzó sobre él, con sutileza, dejándolo inmóvil contra el duro suelo.

Sus ojos rojos llameaban, intensos como el infierno.

―Tú eres lo que él quiere ―dijo la gutural voz, tan cerca del rostro del muchacho que éste pudo oler el fétido aliento de la criatura, tan diferente de cómo lo recordaba.

Con los ojos casi cegados por el dolor Alexander pudo ver un haz de luz roja que volaba sobre su cabeza, y un grito encolerizado resonó en la habitación.

Entonces, el mundo se convirtió en un caos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS