Blaze! Capítulo 36

Capítulo 36 – Corazón partío.

Albert continuaba su viaje a través de la costa, arrastrando los pies por la arena, con la boca reseca y el estómago vacío, no habiendo probado bocado hace días, con una incipiente y delgada barba brotando de su rostro.

Debí haberle hecho caso a Marina, no tenía que darle todo el dinero que obtuve de la venta de mis cosas, con mucha suerte he logrado pescar algunos pececillos y aún no he muerto de hambre –pensó el oráculo, revisando nuevamente su desecada cantimplora, como si fuese a llenarse mágicamente después de vaciarse–. Nada… moriré de sed antes.

El famélico joven miró la costa y luego dirigió su vista a una ciudad cercana, encaminándose a esta, pareciendo un muerto viviente por su lenta forma de desplazarse.

Allá voy, alimento –susurró Albert, con las tripas gritando y moviéndose como si tuviera un par de gatos enfurecidos peleando en su interior.

Después de avanzar unos metros llanos por la arena, que sintió como si fueran cuesta arriba, Albert llegó a la entrada de la pequeña ciudad, precipitándose al piso, cayendo inconsciente producto del hambre y sed, sin darse cuenta que fue cargado por alguien, siendo despertado por un tibio brebaje que contactó sus resecos labios.

¿Qué?, ¿dónde estoy? –preguntó el joven oráculo, incorporándose de una cama, casi botando un vaso con el brebaje que hidrató su boca.

Frente a Albert estaba un hombre con muy buena apariencia, quien sujetaba el vaso con líquido que el inconsciente joven probó.

¿Quién eres, qué me pasó? –preguntó Albert, aceptando el vaso que el bello hombre le acercaba–. Gracias.

Me llamo Robert –respondió el hombre con sus carnosos labios y poderosa mandíbula, mirando a Albert con sus penetrantes ojos esmeralda–. Te encontré tirado en la entrada de la ciudad y te traje a mi casa hasta que te repusieras.

Literalmente está a la altura de Blaze, ¿será de su gusto también? –pensó Albert mirando de reojo a Robert, mientras bebía ávidamente el líquido, que resultó ser una especie de caldo–. ¡Qué hambre…!

Come esto –ofreció Robert, sirviéndole un plato con comida caliente, alcanzando a ver unos trozos de papa y carne en la mezcla.

Muchas gracias, llevaba días sin comer, debo haberme desmayado por la inanición –comentó Albert, recibiendo el plato, comenzando a comer con apuro, casi atragantándose con la carne, hablando con la boca llena–. ¿A qué te dedicas, Robert?

Soy carpintero –respondió el hombre, mostrando sus herramientas dispuestas sobre un mesón de madera, estirando su musculoso brazo para indicar sus pertenecías.

Si yo fuera Blaze me interesaría en él… ¿En qué estoy pensando? Su apariencia me abruma –pensó Albert, admirando el escultural cuerpo de su salvador, mirando el ondeado y sedoso cabello color café miel que cubría y caía sobre los ya mencionados ojos de Robert, terminando de engullirse el contenido del plato–. ¿Tienes más?

Robert le sirvió un segundo plato al hambriento oráculo, quién se devoró la comida igual de rápido, agradeciéndole haberle ayudado a pesar de no conocerle.

No te preocupes, simplemente no podía dejarte botado ahí, me alegra que fuera solamente hambre y no una enfermedad –dijo Robert, quedándose quieto en extraña posición, como si lo hubieran congelado en medio de un movimiento.

¿Qué le pasa, acaso es perfecto? –se preguntó Albert, notando incomodidad en el rostro del dueño de casa, percatándose de que realmente su cuerpo no se movía–. ¿Estás bien, Robert?

No… puedo… moverme… –respondió dificultosamente el carpintero, apareciendo detrás de él una mujer con cabellos y ojos del mismo color que los de Robert, vestida con unas finas telas que cubrían apenas sus voluptuosos encantos, haciendo sangrar la nariz de Albert.

¿Por qué siempre me sangra? –pensó Albert, secándose la nariz con su antebrazo, sintiendo un gran poder mágico proveniente de la mujer–. ¿Quién eres, maga? ¡Libera a Robert de tu hechizo!

Él me pertenece, así que me lo llevo –respondió la mujer, tocando a Robert, comenzando a caminar juntos, saliendo de la casa.

Albert intentó detenerlos, pero fue paralizado de inmediato, quedando parado sobre un solo pie, viendo como la pareja se alejaba.

Esto es incómodo, parezco una escultura –murmuró Albert, moviendo apenas sus labios, recuperando la movilidad después de unos minutos–. Esto es preocupante, el poder de esa mujer no deja de crecer, ya superó a Blaze…

No fue difícil para el oráculo seguir el camino para encontrar a Robert, ya que la poderosa mujer había dejado un innegable rastro energético por donde había caminado, corriendo detrás de este, atravesando toda la ciudad, debiendo subir a un pequeño cerro aledaño, hallándolos dentro de una húmeda y profunda cueva.

¿Cómo que no me conoces? –escuchó Albert preguntar con femenina voz dentro de la cueva, escondido entre unas rocas-. Soy la misma de siempre…

¡Yo tampoco te conozco, libéranos malvada bruja! –escuchó Albert, reconociendo la voz del gallardo Robert, gritándole a la mujer que lo mantenía cautivo.

¿Libéranos? –pensó Albert, levantándose detrás de las rocas para ver la situación y planear que hacer para ayudar a Robert, volviendo a esconderse–. Hay otro hombre… y es horrible.

Los dos hombres estaban atados contra una pared con unas gruesas raíces que emergían desde las mojadas rocas, uno al lado del otro, luchando ambos por liberarse, sin llegar a lograrlo.

Chicos, soy yo, Mary –dijo la maga-. Hallé está roca mágica y me di cuenta de que puedo hacer lo que sea, lo que desee…

Albert pegó un respingo después de escuchar la última frase, volviendo a mirar a los cautivos. Mary sacó un trozo de DSH y se lo mostró a los hombres, tapándose el rostro con su mano izquierda, cambiándole los colores de sus ojos y cabellos, volviéndose una jovencita rubia de ojos azules de regulares facciones, distando bastante de la sensual mujer que había raptado a los hombres.

¡Mary! –gritaron al unísono los hombres, quedando sorprendidos por la rápida metamorfosis del rostro de la muchacha, quien había vuelto ya a su forma sensual, sacudiendo su elevada coleta, negando.

Ya no soy ella, ahora seré la más bella y poderosa, así Robert me amará como siempre lo quise –dijo Mary, guardando el DSH en una bolsita colgando de su acentuada cadera.

¿Y estás feliz con saber que te amaré por un sucio hechizo? Eso no será amor, será… –preguntó Robert, siendo silenciado por Mary.

¿Crees que no lo sé? Por esa razón está aquí Fernand –dijo Mary apuntando al otro hombre, que en realidad parecía un muchacho por su estatura.

La Mary que conozco y amo no se ve ni comporta como tú –dijo Fernand, cabizbajo, dejando de luchar contra las raíces, cansado, mostrándose decepcionado.

Bueno, te acostumbrarás, si me amas será independiente de cómo me vea y comporte –dictaminó Mary, girándose-. Juntos me darán lo que deseo…

¿Juntos?, ¿qué harás con nosotros, Mary? –consultó Robert, sacudiéndose, luchando con sus músculos contra las apretadas raíces.

Los juntaré en un cuerpo, el tuyo, pero con los sentimientos de Fernand –dijo Mary, contando sus planes, apuntando a los hombres.

¡Yo amo a Mary, no a ti! –gritó Fernand–. Tú no eres ella, no puedes serlo…

Y tú no recordarás nada de esto, reemplazaré tus recuerdos de mi apariencia infantil con mi nueva forma para que tu amor siga intacto –explicó Mary, durmiendo a Fernand con su penetrante mirada.

¿Yo tampoco recordaré nada? Porque te recuerdo que no te amo, mi corazón sólo pertenece a… –alcanzó a decir Robert antes de caer fulminantemente dormido.

Sé a quién pertenece tu corazón –murmuró Mary, dejando caer gruesas lágrimas por sobre sus mejillas–. No te preocupes, tu dormirás para siempre dentro de tu corazón.

Albert observaba escondido, evaluando las opciones disponibles para salvar a los hombres retenidos, eligiendo una de las ideas, saliendo de la cueva para buscar algunos implementos necesarios.

Mary acercó a Robert y Fernand, haciendo que las raíces se movieran como si fuesen tentáculos, apoyándolos con sumo cuidado en el piso de la caverna, aproximándose a ellos con un cuchillo en una mano y un recipiente en la otra, cortándoles levemente las muñecas, recibiendo la sangre en el recipiente, mezclándola con su dedo índice derecho.

La maga bebió la sangre de los que serían su prometido ideal, conjurando palabras sin significado alguno, pero llenas de poder proveniente del DSH, haciendo que los cuerpos de los hombres se iluminarán como si estuvieran en llamas, procediendo a juntarse lentamente, posándose Fernand sobre Robert, hundiéndose y perdiéndose dentro de este como si se tratara de arena movediza, emitiendo un destello verdoso al finalizarse la fusión, quedando sólo el cuerpo de Robert, dejando de brillar.

Está completado, ahora a despertar, Fernand –dijo Mary, a punto de tocar el cuerpo fusionado de los hombres, que lucía como Robert, pero habitaba el delgado joven enamorado de ella, mientras el dueño original dormía inevitablemente en el fondo de su propia mente.

Mary estuvo a punto de despertar a Fernand, pero escuchó un ruido proveniente de la entrada de la cueva, yendo a revisar. Cuando estaba llegando a la iluminada boca de la caverna, vio como una figura humana se precipitó desde esta, cayendo de forma seca al piso.

¡Ouch! Me duele todo, no siento las piernas ni los brazos, creo que me quebré algo –escuchó decir Mary, acercándose cautelosamente a la sombra tendida en el piso, deslumbrada por la luminosidad entrante.

Mary hechizó a la figura humana, intentando paralizarlo, pero sintió que su encantamiento no hizo efecto, encendiendo una bola de luz traslúcida en su mano, encontrando unos ropajes rellenos de ramas y hojas, imitando la apariencia de un humano, con un trozo de papel pegado en la cabeza, con un dibujo de un rostro sonriente dibujado en este.

¿Qué es esto? –se preguntó Mary, tomando el trozo de papel con su mano desocupada, arrugándolo, incinerando al improvisado espantapájaros, volviéndose para regresar con Fernand y Robert, encontrándose de frente con Albert.

Mary se sobresaltó al ver al joven oráculo frente a ella, disponiéndose a atacarlo, pero soltó un agudo chillido al percatarse de que Albert se encontraba completamente desnudo, soltando el papel arrugado y apagando el hechizo lumínico de forma refleja, tapándose los ojos con ambas manos, momento que fue aprovechado por el desvestido atacante para arrebatarle la bolsa con el trozo de DSH y golpearla en la nuca con una rama, dejándola inconsciente.

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Mary despertó de su inconciencia, hallándose sobre una cama desconocida, sentándose en esta, sobándose la adolorida nuca producto del golpe proporcionado por Albert, levantándose y saliendo de la habitación, encontrando a los hombres raptados y su salvador hablando en el comedor de la vivienda.

¡Despertaste! –exclamó Albert, preocupado por el largo rato de inconciencia de la mujer, creyendo haberla dañado permanentemente–. No sabes cuánto me costó separarlos, llevamos un buen rato aquí los tres, ya me estabas preocupando.

¿Quién eres? Tú… tú eras el que movía eso como un péndulo… –dijo Mary, agarrándose la cabeza, callándose, pensando por un momento, haciendo que el oráculo se sonrojara–. ¡Oh, ya recuerdo! Movías una rama. Tú me golpeaste, estabas completamente…

Desnudo, disculpa por eso, no se me ocurrió otra forma de rescatarlos. Discúlpame también por golpearte tan fuertemente. Además, nunca había estado frente a una mujer sin vestir –dijo Albert con las mejillas aún enrojecidas, vistiendo nueva ropa que Fernand le regaló como agradecimiento por rescatarlos.

Nunca antes había visto a un hombre desnudo –dijo Mary, tapándose el rostro, avergonzada, sonrojándose también–, discúlpame por quemar tu ropa.

Deberías disculparte con nosotros, ¿no crees? –reclamó Robert, enojado con la chica por haberlos raptado y fusionado en un solo cuerpo.

¡Perdónenme! Ese poder me volvió loca, no supe controlarlo y terminé haciéndoles daño con mis acciones y palabras. Antes de esto no sabía nada de magia, mi cuerpo reaccionó a esa roca que encontré y… y… –dijo Mary, sollozando, arrojándose al piso–. Perdón…

Tu deseo debe haber sido muy fuerte, ya que el Divine Scarlet Heart es capaz de cumplirlos si tienes potencial mágico, debe haberse activado por tu poder latente y sin querer te corrompiste –dijo Albert, sacando el DSH de la bolsita, mostrándolo a los presentes, cambiando de su forma rocosa a otra más carnosa–. Es increíble lo que puede pasar si esto cae en manos inexpertas.

Repentinamente, Albert tuvo una visión, escuchando y oliendo el agua marina, sintiendo como el viento estiraba las velas de algún vehículo marítimo, dando un paso hacia adelante, cayendo en un agujero que apareció frente a él, cerrándose después de que su cuerpo entrara completamente, dejando a Mary, Fernand y Robert solos, pasmados por lo sucedido.

¡De… Desapareció! –gritó Fernand, tocando el piso donde se abrió el extraño agujero negro–. No hay nada, ¿qué haremos?

Albert cayó largo rato, sin tocar fondo, en una oscuridad absoluta llena de voces, ruidos y pensamientos, sintiendo como si su cuerpo se alargara a cada segundo que pasaba dentro de aquel lugar, sin llegar a rasgarse, estirándose eternamente.

¿Qué es lo que pasa?, ¿dónde estoy?, ¡Blaze! –dijo Albert, curvándose sobre sí mismo, tocando su cabeza con las plantas de sus pies, reduciéndose a un pequeño punto desde donde emergió nuevamente, siguiendo con su caída, guardando el trozo de DSH dentro de su ropa.

Blaze se encontraba sentada en unas rocas, sudorosa y con la piel sucia, sin vestir su armadura, escuchando una lejana voz gritando su nombre, levantando su mirada, buscando en el horizonte al dueño del clamor que la llamaba. Albert reapareció desde el agujero, cayendo desde una gran altura, impactando de bruces sobre la orilla del mar, golpeando a un hombre con una de sus piernas, justo cuando intentaba subirse en una pequeña embarcación que se dirigía a otra mucho más grande, mojándose ambos con las olas.

Pero… pero ¿qué ha pasa’o? –preguntó el hombre, agarrándose la cabeza con las dos manos–. Mi puñetera suerte… Que, que era mi oportunida’ pa’ ayudar a mi amo. ¿Y quién ere’ tú? Cayendo desde allá como un pajarraco heri’o…

Albert se sentó en la playa, recibiendo el oleaje en sus piernas, sobándose la cabeza por la caída desde altura, limpiándose la arena del rostro.

¿Qué dices? No entiendo nada –dijo el oráculo, viendo cómo se alejaba el barquito, mientras el hombre reclamaba.

Aaah… Inglés. Que yo, yo sé algo de su idioma, cuando fui pa’ la, pa allá. Que ese barco lleva esleivs, “es” – “leivs”. Y yo me iba a embarcar para encontrar a mi amo donde los orientales –dijo el hombre, apuntando al bote, agarrándose los parpados, estirándoselos como si fuera oriental, mímica que trasmitió correctamente el mensaje a Albert.

El bote lleva esclavos y va para… Debo embarcarme –dijo Albert, levantándose de la arena, introduciéndose al agua, nadando lo más rápido que pudo en dirección al bote, subiéndose en él.

¿Qué ha hecho, inglesito? Me cago en mi negra… –dijo el hombre, siendo impactado en su pie por el trozo de DSH, cambiando de carne a roca cuando lo cogió–. ¿Qué es esto? Una piedrita mágica… Ahora me creerá mi amo, que no todo puede ser lógica y pensar y pensar…

Albert se sentó dentro del bote, agitado por el esfuerzo de nadar tan “rápidamente”, secándose el rostro de la salada agua, con los ojos enrojecidos por la sal y el sol.

¿Y tú, quién eres? –preguntó el barquero al recién llegado, siendo observado por otros cuatro hombres atados de pies y manos.

Soy un esclavo –respondió Albert, con una sonrisa en el rostro, respirando profundamente, echándose para tomar el sol.

El bote llegó al lado del gran barco, subiendo los tripulantes de la pequeña embarcación en este, atando a Albert y enviándolo a las celdas dispuestas en la bodega de este.

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Así fue como llegué a este barco. Días después me fijé que había perdido el trozo de DSH, pensaba que sólo debía encontrar a Blaze y nuestra búsqueda habría finalizado… Aún faltan algunos días de viaje, pero eso es lo de menos. ¡Espérame, Blaze! –pensaba Albert mientras era nuevamente atado y encerrado en su celda, sonriendo cándidamente, cabreando a su carcelero, quien le pegó un palmetazo en la cabeza al recluirlo.

Este chico está loco, si supiera lo que le espera cuando lleguemos a puerto, casi me da pena –murmuró el hombre de mar y traficante de esclavos, meneando la cabeza, subiendo a la cubierta.

Blaze, espera a Albert, él te salvará de lo que sea que te aqueje. ¿Cómo se liberará el oráculo de la autoimpuesta esclavitud?, ¿dónde está Bhase? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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