Regálame…

la redondez de tu mundo,

tus montañas y valles,

tus glaciares más bellos.

Yo a cambio…

bendigo tu sueño

y navego en silencio por tu último rescoldo.

Quiero llegar a Ceres,

súbeme al monte más alto

y piérdete entre mis dedos

sedientos de dolor.

Recógeme del suelo

cuando me encuentre perdido

deambulando desnudo…

por mi conciencia universal.

Amanécete más temprano

cuando mis sesos hayan ido

a explorar caricias

en vergeles de espinas.

Siénteme profundo

si quieres mi última lágrima

llena de golondrinas…

vacía de amor.

Desciende vertiginosa

al abismo de mi boca

e inúndame, impúdica,

de vellos – sensaciones

que mezclan humores

en tu paleta pintora.

Luego de ello, mátame,

porque ya no hay más caminos

en las estepas de tus muslos

ni en las cumbres de la música

que revienta en colores,

surcando tu cuerpo maduro.

Y cuando hayas cerrado las puertas:

¡Regálame un beso!

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