1
Estos pensamientos obsesivos
son como esa ola que intenta
una y otra vez
levantarse sobre el mar
porque de no hacerlo
cree que puede ahogarse.
2
Desprecio cualquier lazo que me una
a la infamia de las antiguas generaciones
que formaron a mi familia.
Se me pierde el humo sobre los espejos
y la única mirada que tengo
me escupe vagas imágenes
de glorias pusilánimes, repentinas y robadas.
Reconozco esta fantasía del mundo
que apacigua la mala leche de mi conciencia.
No puedo alejarme suficiente de la marca originaria.
Puedes intentarlo, reinventarme abrasando un beso
y aún quedaría intranquilo en una tarde necesitada.
No eres demasiado tiempo
ni demasiada esperanza.
Mi cuerpo cabe en tu cuerpo
y esto ya es mejor que mis determinaciones.
Soy como un león amaestrado,
tengo el rencor del siervo y el orgullo del amo;
tus ojos expanden mi horizonte
como un violento látigo de aire y agua
que golpea la roca de la nostalgia infértil.
Vendrás de nuevo a mi cama,
a la mirada de niño que tengo,
y ya no habrá cuerpos en las paredes,
ni alas en las almohadas.
Las palabras, igual que los verbos,
se quedarán en las grietas
como la humedad, como ese olor a viejo,
y esto será un designio más que una súplica.
3
Limpia mis labios de apariencias.
Exonera mi lengua de ilusiones.
No es verdad que la revolución del acto
sea ajena al dolor y al miedo
¿Por dónde corre la voluntad que es franca?
La seguridad fue esperanza en el incesto de las palabras.
Las pesadillas que me excitan, la existencia, la tengo sólo a tu lado.
Tuyos son mis ojos, tuyas mis utopías; a través de ellas
mi aliento de crío se encuentra con la dureza de la muerte.
La realidad es una burbuja, un rumor de pasiones;
una mirada de soslayo hacia el inexplicable
acontecimiento de lo desconocido.
4
La ciudad contiene los rayos y las centellas,
el estrellado fuego de las constelaciones.
Nadie logrará sostenerse en pie cuando la noche
se encierre en la memoria de sus conspiraciones genocidas.
No vengas ahora, no deseo ver tu cara trasnochada,
si convalecerte fuera breve me sentiría defraudado.
No busqué ser un hombre solitario pero fiarse del amor
es para vírgenes y convenencieros,
que andan por las calles con hábitos de oficinista.
Creo que los tiempos de hacer volverán a la ciudad
cuando se ahogue el incendio,
y discretamente recogeremos para nuestras experiencias,
una frase para la cama y un juego de dados.
5
I
Adquiero la forma circular e inextinguible:
la duración del vaso.
Turbio letargo la condensación de mi estado volátil.
En mi boca la espuma es una cabalgata de embriaguez
cayendo en picada;
una marea brumosa que debilita el cristal de mis labios
-timón y guía hacia tu boca-.
Un aliento que me arrastra a una extraña condición
de ahogado: salino y vaporoso.
Hielo mis distancias, cada músculo en esta sala
me parece sospechoso.
La sonrisa que planea sobre tus episodios violentos
es la única región en que me reconozco
y entonces puedo atraparte, natural en tus modos
invulnerables
de estallar las fatalidades en su conjunto.
II
Querías una canción y dijiste
que un cigarro más sería un dolor de cabeza,
te dije que lo pensaras y
eso te convenció y lo hiciste.
¡Qué música tan degradada bajo nuestras voces!
Conversaron tus comisuras con
mis parpados, les contaron todo lo que
en su actitud enmarañada
ya habían dicho.
Mis dedos hinchados aplastaron
la estructura de un trago
que latía a breves intervalos,
y en ese momento
se abrió paso el desconsuelo.
El vino y la madrugada reventaron
mis labios resecos y, más tarde,
en una plaza del centro al mediodía,
un placer sin pasado, que se aferraba a mis venas,
suprimió la contemplación de la miseria
que era mi cuerpo, como todo lo que sólo es carne.
¿Qué más ofreceríamos entonces
además de una pobre herida rosa?
¡Qué ganas de aplastarte con mi cuerpo,
con la intensidad de mi sangre,
traspasar el vacío entre lo sexual
y lo sensual y dejar olvidado, en cualquier vuelco,
el secreto a voces
que me cose la lengua a los ojos…
III
Por mis estepas vagaba un gran caballo
de color blanco oscurecido
que decidimos no domar
porque poseía una concepción propia;
y un día como buscando amor
quiso perderse, escapar, irse,
tras de un sueño en el que
creía particularmente.
No ha vuelto.
Así galopamos la pasión facinerosa,
el deseo de llegar hasta donde
se predice nuestro encuentro.
6
Los días son extraños
Y tú eres extraña también.
Podrías estar aquí y, sin embargo,
nada ha cambiado;
los procesos que hacen al infierno
viajan en la subterránea opacidad
de mis afectos.
Es
dónde estoy
y
hasta dónde
podría llegar.
Caen las horas rotas, las horas agresivas;
sólo existe el silencio
para darle
neuróticas nostalgias
a los imprescindibles de la noche.
7
Es como una llama que pretende apagarse,
como si el tiempo fuera descubierto en el principio de su incertidumbre,
como si el amanecer no terminara de expandirse sobre las ciudades,
con sus calles, sus paseantes.
Puede serlo.
Es como si dibujara sobre las emociones una alucinación que explota,
mucho más que una idea reconciliadora
o una sentencia huérfana.
Es algo más
que brota desde la luz antes de la luz.
Es un modo de espiar aquel lugar que no se nombra.
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