Los Lobos Negros

No me entusiasma tanto la idea de cargar frente a un ejercito como el que teníamos frente a nosotros, llevamos días en la intemperie, estábamos mal alimentados, ademas nos encontrábamos en un estado de estrés y alarma constante al vigilar al ejercito enemigo. Aún con todo esto, nos hallábamos ansiosos por entrar en batalla, fuera cual fuera el resultado queríamos más que otra cosa en el mundo que acabara y rápido.

Nuestros enemigos habían tomado posición hace tres días, se veían descansados y preparados, obviamente su número era mayor al nuestro, sus espadas brillaban lo que denotaba su poco uso, sus yelmos y pecheras no parecían tener rasguños ni abolladuras, y aún así mis hombres y yo podíamos oler el miedo en sus corazones, esos hombres sabían que marchaban a una muerte segura y no había nada que pudiera evitar blandir su espada en nuestra contra. Su rey se había negado a rendirse ante nuestro imperio y esto había desatado la ira de nuestro líder.

Nuestra legión solo es llamada en casos extremos pues somos la elite del ejercito. Hemos sido entrenados como maquinas de guerra desde nuestra infancia, nos separaron de nuestras familias a temprana edad, se nos abandonaba semanas y meses enteros en peligrosos bosques, desiertos despiadados y montañas en crueles inviernos. Al ser niños nos usaban para realizar asesinatos en cubierto a objetivos específicos y se nos dejaban participar en pequeñas batallas a campo abierto, si sobrevivíamos a todas estas pruebas podíamos ser parte de la elite en batalla “La legión de los Lobos Negros” habíamos ganado renombre y fama a lo largo y ancho del imperio, los rumores decían que en nuestro paso dejábamos una estela de muerte y desolación, eran verdad, no quedaba nada cuando los Lobos Negros “aullaban” así se referían a nuestros gritos de guerra.

Habíamos enviado a un emisario con el último mensaje para que nuestro enemigo entrara en razón y abandonara su posición, nos pareció absurdo que se negaran a rendirse aún conociendo su destino, sin embargo mis hombres ya se encontraban ansiosos por entrar en batalla después de tantos días a la expectativa así que di la orden para preparar las armas.

Ya alineados mis soldados comenzaron a entonar nuestras canciones de guerra, a golpear sus escudos al unísono, confiábamos en la victoria, los soldados del ejercito enemigo se removían inquietos en su posición, monte a mi caballo y desenfunde mi espada, emprendí la marcha gritando la orden de ataque, a continuación escuché a mis Lobos Negros gritar extasiados corriendo atrás de mi listos para acabar hasta con el último de nuestros enemigos.

En pocos minutos recorrimos la distancia que separaba a un ejercito del otro y pronto nuestras fuerzas chocaron en una refriega de espadas golpeando, escudos abollados, gritos de dolor y flechas silbando por el campo en busca de algún objetivo en cual incrustarse.

Después de despachar a varios soldados desde mi caballo, desmonté y tomé mi escudo para continuar la batalla a pie, rápidamente me rodearon tres enemigo, me puse en acción, esquive la envestida del primero y pateando sus piernas rompí su centro de gravedad dejándolo de rodillas, lo golpee en la cabeza con mi escudo y atravesé su garganta en un rápido movimiento, el segundo ya estaba preparando una estocada a mi estomago que apenas logre desviar rozando mi cota de malla, con el mango golpeé la muñeca de mi oponente dejándolo desarmado, intentó retroceder pero tropezó con el cuerpo de un soldado abatido, le puse fin a su vida encajando mi espada en su pecho.

Un caballo venía a todo galope a mi dirección, su jinete preparaba su lanza para cargar, en el último instante me lancé a un costado del corcel y rodé para amortiguar la caída, con el mismo impulso me reincorporé con la guardia en alto, el jinete estaba dando la vuelta para un segundo intento de alcanzarme con su lanza, tomé un escudo cerca de mi y se lo tiré lo más fuerte que pude en dirección a la cabeza, el soldado cayó de su montura al intentar esquivar el impacto, al caer se clavó la punta de la lanza en un costado, el caballo se encabritó relinchando cayó sobre la espalda del soldado rompiéndole la columna al instante, le puse fin a su sufrimiento rompiéndole el cuello con un certero golpe de mi espada.

Al levantar la vista me di cuenta de que el número del ejercito enemigo había descendido considerablemente, ya habían perdido la formación presas del pánico al ver que sus esfuerzos no hacían efecto frente a nuestras filas. El resto de la batalla fue puro tramite, los soldados no pusieron mucha más resistencia por lo que fue fácil reducir sus ultimas fuerzas, cuando el último de ellos cayó, los gritos de jubilo y victoria inundaron el claro donde habíamos peleado.

A pesar de la victoria, no sentía la satisfacción después de una buena batalla, los cuerpos apilados unos con otros me hacían pensar que lejos de ser un combate, ese día fue una carnicería, no había gloria en lo que hacíamos y eso me hizo replantearme toda mi identidad en un pequeño momento toda la base de mi existencia se tambaleo, había crecido en el calor de la batalla y ahora ya no tenía significado alguno, carecía de total sentido para mi la escena que acaba de presenciar, ya fuera bueno o malo me esforcé por encontrar algún significado.

Le di vueltas al asunto mientras me enfrascaba en las tareas que iba asignando a mis hombres para reorganizar al grupo, preparar el campamento y disponernos a descansar. Por más que intentaba darle fin a mi cuestionamiento, solo lograba que en mi mente se crearan más y más preguntas, lo que en el pasado fue glorioso para mi, ahora ya no lo era, ni el poder, ni la fama, nada tenía sentido, sentía que mi personalidad no era la misma de siempre.

Pensé mucho tiempo en el abrumador número de individuos a los que mi espada les había dado muerte, reviví el sonido de sus huesos crujir al blandir la hoja de mi espada en contra de ellos, el olor metálico de la sangre derramada y el vacío de sus ojos al irse de este mundo, sentí nauseas y arcadas. Ese día aún no lo sabía pero dentro de mí había despertado la humanidad que me habían arrebatado desde la infancia y ya era demasiado tarde, tendría que vivir condenado cargando las muertes que había hecho en nombre de reyes sedientos de sangre y poder.

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