​DEJA VU (cuento)

​DEJA VU (cuento)

Jairo Taveras

22/08/2018

DEJA VU

Capítulo 1 (Por poco y…)

La mañana del viernes vestía un poco gris, el viento frío que soplaba, enmarcaba en su sonido, lo que pronto sería una tormenta. Los perros que se pasaban la noche durmiendo, cuando deberían estar cuidando los autos de los vecinos, molestaban los transeúntes que se encaminaban a trabajar, pero no a Miguel, a él no le ladraron.

— ¿Y a estos que les pasa? ¿Porque habrán hecho tanto silencio?—murmuró Miguel, mientras caminaba.

El silencio fue aterrador, los perros no volvieron a ladrar, el viento simplemente se calmó, dejando su feroz bramido para convertirse en la simple esencia del aire que se respira.

—Segurito que Tony ya se fue, mejor me voy por la calle 4 y así llego más rápido —dijo Miguel mientras notaba que el puente por donde siempre cruzaba estaba destruido—.

Al tiempo seguido, dos hombres que venían detrás de él sin que él lo notara, empezaron a caminar un poco más rápido.

Oye tú, párate ahí, y no te atrevas a correr que te pego un tiro —gritó uno de los dos delincuentes mientras sacaba su pistola.

Miguel intentó correr, queriendo brincar entre los escombros del puente destruido.

— ¿Para donde eh que va?—vociferó un de los dos, quien corrió y le disparó a Miguel, fallando su disparo y atinándole a una mata de mango cerca de donde Miguel estaba—. A este lo mato yo, por privar en Félix Sánchez.

—No me maten, no me maten, llévense todo lo que quieran pero déjenme vivo que tengo dos niñas—gritó Miguel, asustado y mirando que había caído encima de los escombros donde una varilla de acero traspasó su camisa y solo rosó su pecho.

Miguel no quería levantar la cabeza pero los nervios lo traicionaron y lo hizo.

—Ñeco, Titín —con asombro y asustado gritó Miguel—.Soy yo Miguel.

—Pero muchacho y eres tú —susurro Titín—. Por poco y te mato.

—Tú sabes que andamos trabajando, de yo saber que eras tú, no te tiro.

—Está bien, está bien, no ha pasado nada, yo estoy bien—le dijo Miguel, todavía con palabras temblorosas.

—Pero si no te mataba yo, te mataba esa varilla—continuó Titín, mientras que Ñeco lo llevaba del brazo.

—Vámonos, antes de que salgan los vecinos, pero cuidado con decir algo, ¡ok!—amenazó con sujeción el delincuente al pobre Miguel, mientras se marchaban.

Miguel continúo su camino hasta llegar al trabajo, ya que no quiso devolverse a su casa y contarle a su esposa para no preocuparla.


Capítulo 2 (la amenaza)

Al salir del trabajo en el horario de almuerzo, Miguel invita a Silvia a comer juntos.

—Tú sabes que ahora no tengo tiempo, además salimos ayer, si nos siguen viendo juntos, esto se va a saber—le dijo Silvia, mientras caminaba y le daba la espalda.

—Silvia, Silvia,—exclamó Miguel con tono persuasivo y amenazador—de cuando a donde tú me pones trabas para salir, si se supone que a mí me debes tus estudios, tu trabajo y creo que hasta tu vida.

Silvia volteándose lo golpea en la cara, mientras que miguel la agarra por las muñecas y la domina inmediatamente.

—Esta noche salimos si o si, ok. Te espero a las 7:00pm tu sabes dónde.


Capítulo 3 (camino a la muerte)

Al terminar la jornada de trabajo, Silvia sale pendiente de lo que Miguel le había dicho, se monta en su vehículo, lo enciende y arranca. Lo que ella no pudo notar fue que un alambre en el motor del vehículo hizo contacto con la parte del chasis produciendo fuego.

— ¿Y ese humo?—grito asustada mientras trataba de bajar la velocidad orillándose—. ¡Auxilio! ¡Me quemo! ¡Me quemo!Cuando logró detener el auto, el cinturón de seguridad no quería soltar. Un hombre que estaba en la acera se dio cuenta y corrió a ayudarle, logrando sacarla del auto, el cual consumieron las llamas.

— ¿Está bien amiga? ¿Cómo se llama?—preguntó el hombre—. Silvia, Silvia, mi carro.—llorando le contestó, dejando a Miguel plantado en el lugar acordado y con los crespos hechos.


Capítulo 4 (la sorpresa)

La mañana del viernes vestía un poco gris, el viento frio que soplaba, enmarcaba en su sonido lo que pronto sería una tormenta. Los perros que se pasaban la noche durmiendo, cuando deberían estar cuidando los autos de los vecinos, molestaban los transeúntes que se encaminaban a trabajar, pero no a Miguel, a él no le ladraron.

— ¿Qué extraño? Pareciera como si esto ya hubiera pasado—murmuró Miguel, mientras caminaba hacia su trabajo.

El viento se detuvo y Miguel volvió a murmurar—. Yo como que eh vivido este momento.

—Segurito que Tony ya se fue, mejor me voy por la calle 4 y así llego más rápido—comentó Miguel mientras se disponía cruzar el puente, del cual no se percató que estaba en reconstrucción.

Dos hombre armados lo mandaron a parar y Miguel se echó a correr, al tiempo que ellos le dispararon hiriéndolo en un pie, cayendo inmediatamente al suelo.

—No me mate, no me mate, llévense todo lo quiera, pero déjenme vivo que tengo don niñas—gritó Miguel asustado, mirando que había caído sobre una varilla de acero de la reconstrucción del puente, la cual traspasó su espalda perforándole un riñón.

—Ñeco, Titín— gritó con asombro y asustado Miguel —.soy yo Miguel.

—Pero muchacho y eres tú—susurro Titín.

—A este hay que matarlo—dijo Ñeco, o nos va a delatar.

Pegándole un tiro en la cabeza y dejándolo tirado como un perro, se marcharon los delincuentes.


Capítulo 5 (las llamas)

Al caer la tarde, cae con ella el horario de trabajo. A la salida de la oficina Silvia comenta— ¿y aquel donde estará? Que no vino a verme.

Silvia se monta en su auto, lo enciende, pero al poner el cambio, estando uno de los soportes del motor en mal estado trituró uno de los alambres del juego de luces de xenón, produciendo esto que el auto comenzara a incendiarse de inmediato.

Silvia arranca el auto sin darse cuenta todavía.

— ¿Y ese humo?—grito asustada mientras trataba de bajar la velocidad orillándose—. ¡Auxilio! ¡Me quemo! ¡Me quemo!

Cuando logró detener el auto, estrallandolo con la acera, intentaba soltar el cinturón de seguridad, pero este no quería ceder.

— ¡Salga de ahí!—le gritaba un hombre que logró identificar lo que estaba sucediendo. Acercándose intentó abrir la puerta mientras Silvia le hacía señas de que estaba atorada.

El fuego abrazador consumía el auto, y cuando el hombre se dispuso a romper el cristal de la puerta para sacarla, el auto explotó, quemando el rostro del hombre y quedando Silvia calcinada por las llamas.


Capítulo 6 (deja vu)

En la casa de madera que daba al puente, vivía una pareja de esposos y también un jovencito, doña Elsa y don Pedro padres de dos hijos, Pedrito quien se encontraba en una silla de ruedas, producto de una bala perdida que se incrustó en su columna, dejándolo paralitico para el resto de su vida, y el mayor que ya estaba casado y quien se encargaba de mantenerlos a duras penas.

Elsa escuchó un disparo, miró por la ventana y alcanzó ver a un joven tirado en el puente.

—Viejo, viejo, levántate, creo que mataron a alguien—susurró la señora en voz baja a su marido, quien espantado se levanta, pegando un grito que se escuchó en todos lados—! Miguel!

—Miguel, Miguel—lloraba don pedro. Soñé que mataban a Miguel—continuó el viejo.

—Pedro, creo que mataron a alguien, escuché un disparo y veo a alguien tirado en el puente.

—Esperemos que la policía llegue, de seguro que los vecinos la llamaron—dijo el viejo todavía con los ojos humedecidos.

Una mujer que pasaba por el lugar, comenzó a llorar y a gritar como una loca— ¡Miguel! ¡Miguel! doña Elsa, Pedro !Me lo mataron! ¡Me lo mataron!—gritaba desesperada Joselyn la esposa de Miguel, quien había salido detrás de él, sin que él se diera cuenta, ya que sospechaba que la estaba engañando con alguien de su trabajo y decidió seguirlo y averiguarlo por sí misma.

Al escuchar los gritos, la pareja salió de la casa dirigiéndose hacia el puente para ver lo que estaba pasando con su hijo Miguel.

— ¡Lo mataron doña! ¡Lo mataron! —solo decía Joselyn mientras lloraba al padre de sus dos niñas que habían quedado huérfanas en ese momento y a quien nunca pudo descubrir si verdaderamente le estaba siendo infiel.

El vecindario se despertó y solo se escucha en boca de todos— ¡mataron a Miguel!

Cuando la pareja de esposos llegaron a donde estaba el cuerpo, don Pedro no pudo soportar el impacto de ver a su hijo mayor, su única ayuda, tendido en el suelo. Dándole un infarto fulminante que le robó el aliento y toda esperanza de vida.

Teresa la tía de Miguel llegó al lugar, y encontró a su sobrino muerto de un disparo en la cabeza y a su cuñado también tirado en el suelo.

—Llamen a la policía, a la ambulancia—gritaba desesperada Teresa.

Tomó su celular y llamó unas cinco veces al teléfono de su hija, sin tener suerte, pues al parecer estaba apagado el teléfono de su hija Silvia.

“NO SABEMOS EL DÍA NI LA HORA, EN QUE VAMOS A MORIR, PERO SI PODEMOS ELEGIR QUE DECISIÓN TOMAR”

j.tletrasdelalma

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