MANDINGA EL POLICIA

MANDINGA EL POLICIA

angel jesus

22/08/2018

MANDINGA EL POLICIA

Cuando yo tenía 14 años mi madre junto con mis hermanos nos mudamos para una casa antigua, según nos dijeron dicha vivienda había sido hecha por un policía que por mote le decían “amargura”, era un hombre que vivía solo y en sus ratos libres de la Policía se dedicaba a terminar su casa.

De tanto trabajar un buen día amaneció muerto ycomo no tenía familia, el zapatero que tenía su local en la misma casa pero en la parte de arriba, se encargó del entierro.

Como la casa estaba vacía, el zapatero decidió alquilarla por partes. Dicha casa constaba de dos pisos, pero había que bajar unas escaleras para llegar al primer piso, luego la otra parte estaba más abajo tomando las mismas escaleras.

En el piso 1 vivía una señora guajira con dos hijas, una llamada Gladis, hermosamente bella, parecía una reina de belleza, catira, de ojos azules, con un cuerpo estatuario, parecía una criatura salida del cielo. Su hermana llamada Dilia Cira era menor que ella pero no era muy bonita: blanca, delgada y con unos labios grandes y pelo duro rubio.

En ese entonces había caído el General Pérez Jiménez por el año 1958 y habían muchos funcionarios, policías y otros adeptos a dicho régimen que no habían podido salir del país, el caso que uno de estos personajes de nombre Simón era el marido de la bella Gladis y tenía un hijo con ella que había salido defectuoso, con un ligero retraso.

Dicho policía era perseguido por el nuevo régimen y estaba “escondido” en esa casa, todos lo conocían y para nadie era un secreto que estaba en esa condición de perseguido político. Para colmo de males el funcionario andaba en una motocicleta del Gobierno que no se sabía cómo estaba en manos de este señor.

Muchos de los habitantes de esa calle donde estaba situada dicha casa, andaban en esa moto para cualquier lado que fueran, ya que el exfuncionario le permitía a todos subirse en dicha vehículo.

Mientras tanto el zapatero dela esquina solo se ocupaba de cobrar el alquiler a los inquilinos y reparar sus zapatos.

La zapatería, si es que se podía llamar así, estaba en toda la entrada de la casa, antes de comenzar a bajar los escalones que daban acceso a la vivienda, de tal modo que todo el que salía o entraba era visto por este señor.

Dicho zapatero había hecho el local con toda clase de materiales desechados, tanto de zinc como tablas y pedazos de madera y le daba a la casa un aspecto de rancho mal construido, pero como estaba en toda la entrada al barrio, la gente por no caminar tanto dejaba sus zapatos allí para repararlos, ya que no cobraba mucho.

El zapatero era una persona muy gorda, se la pasaba sin camisa y sudando copiosamente, ya que el rancho de la zapatería como era de partes metálicas reflejaba y concentraba todo el calor del sol, que durante casi todo el día atormentaba al pobre hombre.

No sé cómo se le ocurriría a la señora Jacinta, cuando observó que el marido de su hija no volvió más, alquilar una habitación de la casa a un hombre que andaba solo por el barrio buscando algo para vivir, ya que trabajaba y no tenía donde estar.

Este era un hombre joven, de nombre Félix y según supe trabajaba de chofer de una funeraria, por su aspecto desgarbado y desaliñado, parecía uno de los muertos que él mismo transportaba en la carroza fúnebre que conducía.

Como era joven, se enamoró de la hija de la señora Jacinta y se ´pusieron a vivir en esa misma casa, no sé si la señora sabía de estas relaciones, pero a ella lo que le interesaba era tener a las dos mujeres de su casa produciendo.

Gladis la bella consiguió trabajo en Radio Aeropuerto, aunque no ganaba gran cosa como recepcionista, pero por lo menos traía algo de comer para ella y su hijo para solaz de sumadre.

Nosotros, mi madre y mis hermanos, como ya dijimos, vivíamos en la parte debajo de la casa, para entrar se seguía bajando por las escaleras y al finalizar estaba la puerta de la vivienda. Una sala espaciosa, dos habitaciones grandes y al finalizar la cocina y un patio de cemento.

Toda aquella casa estaba adosada a un castillo de una religión extraña, su jefe era un señor que tenía una fábrica de zapatos situada en Turmero, estado Aragua y las paredes del castillo, que era bastante alto, eran las mismas paredes de la casa, oyendo a toda hora el caminar de las personas que vivían en dicho templo. En la puerta del mismo siempre me llamaba la atención un cartel que decía: “HAY QUE APRENDER A VIVIR, PORQUE MORIR TODOS SABEMOS”

Un poco más allá al lado del castillo, un local pregonaba a los cuatro vientos el nombre de botiquín, allí se reunían todas las noches los borrachitos de la cuadra, los cuales no dejaban dormir a las personas mientras el expendio de licores estaba abierto, a lo que se cerraba todo quedaba tranquilo.

Por supuesto que el zapatero era asiduo visitante de este comercio de licores.

En esa misma cuadra había dos jóvenes sumamente bellas, eran catiras, no estaban casadas y eran la admiración de todos los jóvenes y mayores que las conocíamos. Pero tenían un defecto: se burlaban de todo el mundo. Como su casa era de dos pisos y tenían acceso a la calle, las mismas se instalaban en una ventana y desde allí veían y se burlaban de cuanta persona pasaba. Por su puesto esta actitud no era del agrado de muchos y les reclamaban. Su pasión por la burla era en contra de las personas que tuvieran un defecto físico y por lo tanto recibían toda clase de maldiciones por ese hecho.

Al tiempo salió una de ellas embarazada y sin haberse casado, cuando llegó el momento de nacer el nuevo crío, todos se asombraron de que era un niño muy hermoso: catire, muy lindo ´pero con un defecto muy grave, le faltaron las dos piernas y los dos brazos y todo mundo vio y opinó que era el castigo de Dios por haberse burlado de las personas, o sea que en ese niño tenían para reírse toda la vida de ellas mismas.

En esa misma casa tuvimos un suceso muy extraño, un buen día oímos unos gritos de varios hombres que decían: “Salgan con las manos en alto”. Nos asomamos a la puerta y vimos cantidad de soldados apuntando a la puerta de la casa. Decidimos obedecer y fuimos saliendo los cuatro hombres que allí vivíamos con las manos en alto y cuando llegamos a la calle los soldados nos pusieron a los cuatro pegados de la pared, allí vino un soldado y con la culata del fusil nos fue golpeando los dedos de los pies para que no corriéramos, luego nos preguntaron si habían otras personas en la casa y yo les dije que estaban m madre, mi abuela y dos niñas que eran nuestras hermanas. Enseguida bajaron dos soldados pistola en mano y sentaron en la sala a las mujeres mientras ellos registraban toda la casa, según nos dijeron buscando armas, ya que alguien nos había denunciado como conspiradores.

Al finalizar la inspección los soldados que bajaron dijeron al jefe que no habían conseguido armas, de inmediato él jefe llamó por radio a los que nos tenían retenidos y les dijeron que no habían encontrado ninguna arma, que alguien nos había jugado una mala pasada diciendo que estábamos contra el gobierno.

De inmediato el jefe y los soldados que bajaron subieron los escalones y nos soltaron, diciendo el jefe que estábamos libres, que nos disculparan y se marcharon todos.

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