Mal venida sea

Mal venida sea, señora.

Aquí no es bien recibida pero, ya que usted ha venido, quédese, vamos a hablar.

Dígame, si no le importa, el porqué de esta visita

en esta hora maldita,

mate mi curiosidad.

Habiendo tantas personas medio muertas y negadas a vivir

y pidiendo diariamente que le apliquen la eutanasia,

¿por qué viene a mi casa?

¿Por qué viene a por mí?

Hágale antes la visita a esos malditos etarras;

visite a los asesinos, son los que no merecen vivir,

no se acuerde de los niños, esa inocencia déjela aquí,

y a ver si cambia algún día el orden de sus prioridades

y que encabecen la fila los hombres que, llenos de maldades,

piden paz y hacen la guerra diciendo que los mueve la fe.

Yo dejo viuda y dos hijos.

¡Vaya capricho que ha tenido, muerte!

Nunca la entenderé.

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