VERSOS EN SU PIEL

VERSOS EN SU PIEL

Hugo Noboa

20/08/2018

Quisiera escribir versos en su piel,

versos y palabras santas y palabras comunes,

tierra, madre, mujer, Luna y Sol,

en el cobre de sus mejillas y en el suave dorso de su pie,

en la erizada piel de su pecho…

con manos temblorosas de emoción,

en mi lengua madre y en todas las lenguas del Universo,

en sánscrito y esperanto,

en kichwa y épera,

en el idioma de los pueblos que resisten

y también de los que dominan,

para cambiar las palabras de guerra por girasoles

que se deslicen por su costado,

lentamente…

más lento que los pesados tristes recuerdos.

Quisiera escribir versos en su piel

y rozar su boca por accidente

con las finas fibras de mi pluma de ñandú,

para estremecerme una vez más

y recomenzar con palabras hermosas,

esperanza, hermana, hermano, beso,

desde el castaño oscuro de su bajo vientre

hasta la última curva de su rostro claro

y hasta la dignidad de su frente

siempre en alto a pesar de este mundo plástico

de misiles y de papel verde.

Quisiera escribir versos en su piel

con mis veinte dedos y mis labios también,

manchados de cien colores,

versos de arco iris y palabras sencillas y nuestras,

arrurrú, ananay, quinde y ayahuasca,

dibujar también en blanco y negro

en las anchas estepas de su espalda,

búfalos mitológicos y tapires

que cabalgan hacia dos montañas hermosas y redondas

donde nace el Sol de los que aman y de los que luchan.

Quisiera escribir versos…

entre las olas de su piel madura

y las palmeras y la caoba de sus piernas y sus brazos,

entre los perfumes de sus selvas,

palabras femeninas,

coraje, dignidad, doble jornada,

aunque algunas se acompañen de el,

y mezclarme en la humedad de sus mares

para morir en paz… ahogado de dicha.

Quisiera revivir al otro día entre sus brazos

y retomar el pincel para escribir su nombre,

como palabra sagrada,

más hermosa que belleza y que abrazo…

pintar con rasgos firmes y rápidos,

no vaya a ser que en la demora

alguien robe el espíritu de los versos

y los condene al recuerdo lejano,

donde no haya letras ni palabras,

ni plumas ni colores,

ni ojos para maravillarse ni piel para sentir

y sobre todo… no exista usted.

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