Marcela despertó sentada y atada. Movió sus muñecas lo más que pudo para liberarse, pero todo esfuerzo fue inútil.

Gritó con todas sus fuerzas, pero aquella habitación parecía vacía y aislada. No sabía a quién llamar, por quien gritar, ni por qué razón podría estar ahí.

Mirando para todas partes sus ojos llegaron a una libreta azul sobre una vieja mesa.

Hacía tres semanas que su alumno más responsable no asistía a clases. Ella miraba su banco extrañada y al tratarse de un chico de diecisiete años sentía que no podía andar preguntando donde estaría, quizá alguna razón lo habría hecho dejar de estudiar, o por lo menos en ese liceo.

Extrañaba algo que él siempre hacía, dejarle algún bombón, o alguna flor.

Marcela se muerde los labios, se le caen las lágrimas y sollozando grita:

-¡Leonardo!- No recibe respuesta.

Ella lo sabe, es que reconoce esa libreta azul, y sabiendo que él siempre tuvo una extraña obsesión por ella, piensa que tres semanas sin verlo podría ser tiempo suficiente para que planeara algo que la tuviera siempre cerca.

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(Micro relato elegido para ser parte de antologia en Uruguay de la editorial versos compartidos y su antologia de micro relatos de misterio año 2017)

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