Me encuentro aquí parado junto al hoyo que acabo de rellenar cerca del parque público. Me quedé perplejo varios minutos, quizás reflexionando por qué hice lo que hice. Quizás arrepintiéndome de a poco. No creo. O solo quizás haciendo que la rica sensación que tuve antes de estar aquí perdurara unos segundos más. No lo sé, es raro, pero de verdad que no pude mover un solo centímetro de mi cuerpo. Lo intente, ¡cómo no! alguien podría verme y llamar a la policía. O sospechar de un pequeño niño de 12 años que está bajo la lluvia de madrugada con una pala en mano. Pero mi ser no respondía y mientras mi cuerpo se descongelaba de aquella sensación entre sublime y nerviosa, pude percibir el paisaje. Los rayos de la tormenta no paraban de rugir, llevaban ya más de media hora ininterrumpida en flashazos segadores que maquillaban por momentos la penumbra de la noche. La lluvia se había tornado tibia. Ya no molestaba su presencia, sino que, al contrario, el choque de las gotas cálidas era como un masaje en el cuero cabelludo y en la nuca. El viento por su parte soplaba cerca de mis oídos como susurrándome sus secretos (malévolos por supuesto) y alejándose después. En mi mano derecha tenía un puño de tierra que permanecía seco pues lo apretaba con bastante fuerza. Y en mi otra mano estaba la pala que había sido mi cómplice y compañera en esta transición.

Entonces algo se movió de entre la tierra mojada. La sensación que llego al darme cuenta que la mano pálida de mi víctima había quedado fuera de la fosa ya rellenada, fue indescriptible, y más porque aquella mano se movía. Seguía con vida. Eso me éxito a tal grado que segundos después eyacule de nuevo. Así es, como lo había hecho antes con el cuerpo sepultado, pero ahora sin tocarlo. El solo saber que seguía con vida y que moriría de asfixia me llevo al cenit. Mi semen escurriendo por la rodilla corto el «shock» en el que me sumía. Por fin pude moverme y regresar a casa.

Llegué a casa y tuve que escalar por la pared trasera hacia mi habitación, es lógico, ningún padre deja salir a su hijo a estas horas de la madrugada, y menos con un cuerpo sin vida como equipaje. La travesía fue dura puesto que no soy precisamente el joven más atlético de mi ciudad, pero lo logre, llegue a mi cuarto sin ruidos extremos y me recosté en la cama no sin antes desvestirme para no ensuciar las sabanas de mamá. ¡Esa sería una sentencia segura!

Cerré los ojos para descansar un poco antes de tener que levantarme para ir a la escuela, pero no pude conciliar el sueño. Nunca eh sido cobarde, pero podría jurar que al cerrar los ojos veía el cadáver del que ya me había desecho horas antes. Con vida y persiguiéndome. Era muy real, sus manos estaban pálidas y se retorcían justo como la mano que me hizo eyacular en el parque. Sus ojos completamente dilatados no reflejaban otra cosa que sed de venganza y agonía a la vez. Y su olor. ¡Augghh! Que fétido era, se podía sentir. Era tan real. Pero no soy cobarde, lo juro.

Decidí ya no dormir y en su lugar me levanté a recordar mi gran hazaña entonces vino a mi mente una grandiosa idea. ¡Escribir!¡Si claro, escribir!

«Algo que es tan bueno no se puede guardar para siempre en la memoria» eso decía mi abuelo. Así que tomé una libreta del colegio y una pluma y comencé a recordar mientras mi mano como una coreografía de baile seguía a mis pensamientos.

«Fue un viernes, sino me equivoco el 22 de septiembre del año pasado, tenía ya dos años que no regresaba a casa. La estancia en el internado fue larga…»

» Fue un viernes, sino me equivoco el 22 de septiembre del año pasado, tenía ya dos años que no regresaba a casa. La estancia en el internado fue larga, pero al parecer de mucha ayuda ya que mis padres vieron cambios favorables en mí. No solo ellos, lo médicos decían que estaba casi por completo curado.

Llegue y en la puerta ya me esperaban mis padres junto a mi abuela Jane, mi pequeña hermana Nancy y Cowboy mi perro pastor alemán. No les puedo mentir, sentí un nudo en la garganta, los extrañaba. ¡Mierda! Les juro que los extrañaba, eso me daba también un poco de coraje, después de todo estos simpáticos hijos de puta me mandaron a ese internado. Pero al carajo, lo pasado, pasado.

Después de la típica bienvenida nostálgica como Hollywood nos ha enseñado, entré de prisa a mi vieja habitación. ¡Que sorpresa! Todo seguía como lo había dejado, por lo menos mi madre si cumplió su promesa. No lo niego era genial estar de vuelta en casa y estaba seguro que si seguía tomando mis medicamentos como hasta ahora, no volvería a tener ganas de lastimar a ningún animal nunca más. Era cuestión de tiempo para volverme a adaptar a mi vieja familia, de todas formas, no había otra opción.

La primera semana fue buena, nos pusimos al tanto de nuestras vidas y el tiempo juntos apremiaba a tener buenos recuerdos para el futuro.

Mi abuela siempre lo negó, pero se veía en su mirada, aún no despejaba su mente por completo de ese miedo que deje antes de mi viaje al «repara mentes» (internado). Ese recuerdo a pesar de lo vívido sigue siendo algo fascinante…

<<En una ocasión después de cazar una ardilla en el jardín decidí jugar con ella antes de despedirla de este mundo. Mi padre acababa de comprar una prensa para su taller de autos, era pequeña, casi como portátil. Pude escabullirme hasta su bodega en la cochera y tomar prestado su aparato nuevo, amarre a mi pequeña amiga a un tronco que arranque del parque y coloque su cabecita en medio de la prensa. Poco a poco fui apretándola, y no miento cuando digo que lo hice lo más despacio que mi ansiedad me permitió. La ardilla empezó a gruñir, pero no como desafiante, sino como pidiendo clemencia. Pude ver en sus ojos aquella tardé un resplandor que imploraba piedad. Eso me gusto, y mucho.

Unos segundos después los gruñidos cambiaron a ligeros sonidos guturales, como si quisiera sacar sus intestinos por el hocico. O como si yo estuviera empujando esas tripas desde abajo. EL cráneo de la ardilla trono un par de veces, como cuando pisas una rama en el césped. Después los ojos negros intensos saltaran de sus cuencas como gusanos salvajes, seguidos de un líquido entre grisáceo y rosa. Creo que era el cerebro, pero no me culpen, no soy médico. Al final todo resulto en una cabeza que termino como puré de papa, solo que, de color rojo y gris, con pedazos de piel y pelo. La diversión duro tan sólo unos minutos. Y cuando voltee para salir huyendo de la escena del crimen mi abuela estaba ahí, perpleja por el acto que acababa de presenciar. Quizás fueron mis nervios o quizás la reacción lógica que hubiese tenido un niño de 10 años al ser descubierto haciendo algo indebido. Pero lo único que se me ocurrió hacer, fue lanzar la prensa aun con el cadáver en ella, hacia la cabeza de mi abuela, y sí era pequeña y portátil, pero su peso no era precisamente inofensivo para no lastimar a alguien>>

Después de aquel suceso y tras unos cuatro más me mandaron al «repara mentes» Pero mi abuela jamás olvidaría esa noche y como ya les eh dicho me sigue viendo con temor en los ojos. Eso también me gusta.

Ya estábamos prácticamente adaptados, salvo pequeñas cosas como los deberes y algunas faltas de educación. Según mis padres.

Lo verdaderamente interesante fue lo que ocurrió el lunes 30 de octubre de ese mismo año…

<<Una luz se encendió en la casa de enfrente. Luz que nunca había visto encenderse, llegue a creer que esa habitación era una bodega para los vecinos o algo así. Pero esa noche cobro vida aquella alcoba. Por la curiosidad me levante de cama y sigilosamente llegue a la ventana que mejor panorama tenía hacia la casa de los vecinos, específicamente a esa habitación. Esa noche la ventana de la habitación estaba abierta y se podía ver en su interior. Dos jóvenes entraron besándose de manera muy apasionada. El chico empezó a desnudar salvajemente a su acompañante primero con la blusa y después con el pantalón. Tras estar ambos en ropa interior el chico intento apagar las luces, y si eso hubiese ocurrido el rumbo de toda esta historia habría cambiado, pero la hermosa joven le negó con la cabeza y después de basilar un momento el hombrecillo se lanzó de nuevo encima de ella dejando la luz encendida. Se desnudaron por completo y yo alcanzaba a ver cada centímetro de esa piel blanca y curvilínea.

La joven era verdaderamente bella, su cabello dorado adornaba atinadamente sus hombros delgados. En el centro de la espalda una curva que describía su feminidad. Y justo donde terminaba esa línea dos pequeños hoyuelos que simulaban una copia de sus ojos, como si fuera su cara B, su lado sensual y malvado, en menos de lo que pensé mi pene se había endurecido como una roca. Lo ignore cuando en mi campo visual aparecieron sus caderas tan perfectamente proporcionadas, y sus nalgas poco más blancas que el resto del cuerpo, redondas y firmes. Mi instinto en ese momento fue el de calmar las punzadas que nacían en el interior de mi miembro, cuando trate de calmarlo apretando fuertemente con la palma de mi mano la sensación se avivo al doscientos por ciento. Me gusto, y decidí continuar con esa acción. Abrí la puerta del placer con la masturbación. Fue un placer similar al que me producía matar animales tiempo atrás. Pero esta vez sin víctimas. El show termino para todos solo 10 minutos después. Las luces se apagaron.>>

Ya había amanecido y el recuerdo de la noche pasional anterior seguía latente. No podía dejar de pensar en los dos jóvenes y en mi cuerpo dándome las gracias por esa experiencia. Todo el día se me fue en pensamientos, uno, dos y hasta tres días permaneció el recuerdo arraigado en mi memoria. No me preocupaba, después de todo el sexo es algo normal. Eso dicen los profesores del colegio.

Aquella escena nunca se volvió a repetir y pronto el recuerdo dejo de servir como incentivo de placer. Me empezaba a desesperar cada día más. Intente de todo, revistas, videos y hasta mi propia imaginación y nada funcionaba de la misma forma.

Una noche en la que no logre ni siquiera endurecer mi pene, y debido al insomnio que me carcomía, me levante por un vaso de leche. Siempre era demasiado sutil al salir de noche por qué no quería preocupar a mis padres con tantas salidas nocturnas a la sala o al comedor. Esa noche después de beber mi leche ya me había dado por vencido con lo de la masturbación y justo antes de entrar a mi dormitorio escuche un gemido. Ese gemido ataco mi ser como un animal salvaje, mis pupilas se dilataron como tiburón en cacería. Otro gemido más, provenía de la habitación de mis padres. Me acerque un poco más y escuche toda una sinfonía de placer, abrí la puerta lentamente y con mis pupilas ya acostumbradas a la penumbra de la noche pude distinguir todo.

Mi padre encima de mi madre que estaba boca abajo. Las sabanas rendidas en el suelo y el colchón amortiguando los movimientos de ambos. Esa escena fue más interesante, estaba más cerca y podía distinguir mejor todo. El miembro de mi padre penetrando una y otra vez a mi madre, los dos con la mirada blanca y los pies contraídos. Mi cuerpo reacciono al fin. Esta nueva inspiración era encantadora y eficaz. Hice lo mío sin perder de vista un solo detalle de mis padres y su acto sexual. Termine no una sino tres veces en la escena que duro unos veinte minutos. Antes de que terminaran incluso, decidí cerrar la alcoba del mismo modo tan delicado y silencioso como la había abierto. Esa noche descanse como un bebe recién nacido.

El problema con esta nueva inspiración era que a pesar de ser mucho mejor y mucho más personal era muy poca frecuente. Podían incluso pasar semanas sin tener nada en que inspirarme. Fue un descubrimiento extraordinario, pero triste debido al abandono del mismo.

Era mi cuarta semana sin tener nada en lo que pensar para satisfacerme, intente muchas veces convencer a compañeras del colegio para coger conmigo, pero ninguna acepto. Son muy jóvenes e incluso aunque aceptaran, su falta de experiencia me dejaría decepcionado. Estaba atrapado en una red de impulsos que cada vez eran más difíciles de controlar. Cada que veía a mi madre y sus caderas mi cuerpo parecía desorbitarse. Me costaba un esfuerzo indescriptible contener la ansiedad de tocarla, de olerla, o tan solo palmearla de vez en cuando. Estaba cayendo cada vez más bajo, en repetidas ocasiones palmeaba el trasero a mujeres en la calle para después correr lo más rápido posible, esconderme y masturbarme con la misma mano con la que había tocado sus traseros. Era como una droga cada vez más y más necesaria para mi cuerpo.

El miércoles 18 de noviembre de este año me di cuenta de algo que tenía a la mano y en lo que nunca había pensado para solucionar mi problema. Investigue por varios medios un somnífero lo suficientemente potente como para dormir a un adulto varias horas. Mi padre faltaba a casa todos los viernes y pensé en aprovechar uno de esos días para dormir a mi madre y desahogarme con su cuerpo, para no perder el control. Después de todo si mi padre lo hace ¿por qué yo no?

Aquel día saliendo del colegio quede con un vendedor de drogas que vivía a tres calles de mi escuela. Me vendió una droga a la que sarcásticamente llamaban la «Droga de la violación» el concepto me dio risa. Tuve que robar dinero de la billetera de mi padre para pagar dicho medicamento, el cual prometía el vendedor, noquearía a mi madre por lo menos durante 3 horas, aunque la dejaría ligeramente despierta como para poder seguir gimiendo mientras yo hacia mi trabajo. Esto fue un regalo que se añadió a mi plan, no estaría descargando mi pasión en un costal de huesos y carne que no haría nada más que estar inconsciente. Al contrario, tendría respuestas auditivas fascinantes.

Llego el viernes y mi padre como de costumbre se despidió de mama para ir a beber con sus colegas del trabajo. En cuanto cerró la puerta y se marchó mis nervios se dispararon. Recuerdo bien que las manos me sudaban congeladas. Mi garganta se había resecado tan de repente que no dio pauta a humectarla con la saliva. Mi voz temblaba mucho, incluso mi madre había ya cuestionado un par de veces mi comportamiento, estoy seguro de que eso la había alterado un poco pues mi pasado aún estaba bien presente en ella. Dos horas después termino la cena y todos fueron a dormir a excepción de mamá. Para sorpresa mía, pidió que le sirviera una taza de té. (¿Saben? el universo conspira para darte las cosas que deseas con tanto fervor).

Cuando le serví su té vacilé un par de veces antes de meter en la taza la droga que había comprado, no lo sé, por un momento la moral quiso derribarme. Esquivé su ataque y seguí con mi plan. Coloqué los gramos del polvo que me había recomendado el vendedor y le entregué la taza de porcelana, me lo agradeció con una sonrisa y un beso en la frente que hizo que temblaran mis rodillas. Acto seguido partí a mi habitación.

Exactamente a las 2.30 am del viernes 20 de noviembre del mismo año, me levante para continuar con mi plan. Salí como todas las noches silencioso, sin olvidar que en la casa aun esta un adulto más. Mi abuela.

Al llegar a la habitación de mamá vi que estaba enrollada en todas las cobijas. Lo primero que hice fue descubrir una por una hasta llegar al blusón gigante que siempre usa para dormir. Debajo de ese gran blusón solo la protegían sus bragas. Ligeras y de un color morado tan hermoso. Mi corazón palpitaba a mil por hora. El sudor ya me escurría hasta las cejas y mis dientes tintineaban de nervios. Pero tenía que seguir, lo hecho, hecho estaba. Baje el calzón de mi madre lentamente como si me diera pavor que la droga no hubiese funcionado. Pero no se inmuto en lo absoluto. Sonreí.

Cuando tenía el miembro fuera y ya preparado para iniciar mi labor, tuve una idea. Porque no hacer que gimiera más de lo normal. Pero… ¿Cómo?

Fácil (pensé) ahogándola con un cinturón en el proceso. Gran idea la mía. Así que baje de su cama y me encamine a buscar un cinturón en mi habitación.»El más grande y resistente que tenga”. Fui silencioso, pero casi corriendo. Al encontrarlo regrese de la misma forma, pero a medio camino escuche un sonido. Me petrifique. Parecía ser la abuela que estaba levantándose. Regresé de prisa a mi alcoba y me cubrí con todas las sabanas. En seguida se encendieron las luces del pasillo, efectivamente era la abuela levantándose por un vaso de agua. Fueron minutos de terror. No recordaba si había cerrado la habitación de mis padres o no.

¿Qué va a pasar si descubre que mi madre esta drogada y semi desnuda?

Cinco minutos después las luces se volvieron a apagar. Asome la cabeza, pero ahora más sigiloso, parecía que nada había modificado el plan. Solo un susto. Salí en puntillas y aún más despacio. Pero algo me llamo la atención. La habitación de mi hermana menor estaba abierta y decidí echar un vistazo. Cuando entré vi que la pequeña estaba dormida boca abajo con el trasero levantado. Se le podían ver los pequeños calzoncillos y de pronto llego a mi vista algo que hizo que perdiera el control. A esa pequeña dormida se le hacían unos ligeros hoyuelos casi en la cadera como a la joven que había despertado este apetito en mí, justo en la casa de enfrente.

En ese momento perdí el control. Primero rodee el cuello de la pequeña Nancy con el cinturón para acallar cualquier lamento. Bajé sus pequeños calzoncillos e introduje de golpe mi pene en ella. Se retorció y quiso soltar un grito de dolor, pero afiance el cinturón con todas mis fuerzas y ahogue ese lamento. Mientras la penetraba cada vez más rápido y fuerte no paraba de retorcerse. Yo no podía pensar en otra cosa más que en su cabellera dorada como la de aquella joven, sus pequeños hoyuelos como los de aquella joven. Y esa sensación de mi miembro al entrar en su estrecha vagina, seguramente como la de la joven.

Fueron cinco minutos de forcejeo y después de eso Nancy dejo de luchar, no me percate puesto que tenía más interés en sus pequeñas caderas y en como entraba y salía de ella, más que en sus forcejeo. Después de eyacular dentro de ella solté el cinturón. Cuando me di cuenta Nancy ya no respiraba. Eso hizo que mi pene se volviera a endurecer, y lo hice con ella (o con el cuerpo sin vida de ella) cinco veces más. La sensación de placer se acrecentaba con cada acto. Y al parecer me volvía un experto con cada repetición.

En total estuve violando a mi pequeña hermana de 7 años por tres horas. Solo cuando mi apetito sexual descendió empecé a hacer el recuento de los daños. Sabía que tenía que deshacerme de ella, lo tenía que hacer antes de que mi padre llegara. Aunque llegaría ebrio, no podía arriesgarme.

Tome la valija más grande del ropero de mi madre (esto me llevo varios minutos ya que todo lo tenía que hacer con mucho silencio) y regrese a la alcoba de la pequeña. La metí a la maleta y me encerré en mi habitación. Pace mucho tiempo planeando como deshacerme del cuerpo. Analizando varios planes. Llegue a la conclusión de que el plan más sencillo seria el menos sospechoso.

Lance primero la valija con el cadáver por la ventana de mi alcoba y después baje yo escalando poco a poco. Al caer me torcí el tobillo y me raspé el codo de la mano derecha. Tuve que seguir adelante aún con mis heridas. Mi plan inicial era llevarla arrastrando al cementerio y enterrarla, así que entré de nuevo a la bodega de mi padre, que estaba abierta puesto que yo ya no era un peligro con las herramientas, y saqué una pala para cavar.

Cuatro calles antes de llegar al cementerio vi el parque público, y justo frente a mi estaba el árbol de naranjos en el que siempre solíamos jugar Nancy y yo. Me pareció un gesto amable enterrarla ahí. Cuando empecé a cavar el cielo trono tres veces para iniciar un diluvio.

Ahora estoy aquí en mi alcoba. Mi padre ya regreso de su reunión y nadie se ha percatado de los hechos. Estoy muy satisfecho de lo logrado. Mañana probare intentarlo con mi madre. Después de todo el sexo es algo normal”.

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