Ese mar se termina en cada ola que llega a mis pies,

es muy corto el tiempo que roza la piel.

Se ablanda la arena,

se unden mis plantas,

y luego, se secan sus hueyas.

No quedan senderos de viento, de sal, ni de piedras ligeras.

Las gaviotas vuelan distantes de mis manos,

nunca van a mi ventana.

Todo queda lejos: el bote en el agua, la noche, el otoño,

la hierva amarilla y el chocar de tus dedos en mi puerta.

Sólo mis sueños pueden oír,

el mar que se muere,

la gaviota volando,

y tú que regresas, por última vez.

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