Tibios candiles en las esquinas
Dan a la noche luz mortecina,
Cuando escasean los viandantes,
Nacen los miedos más inseguros,
Ya los paseos no son seguros,
Pocas palabras, serios semblantes.
Puse mis manos sobre las tuyas.
«Estoy nervioso, tal vez lo intuya»
-Pensé, al darte el beso primero-.
Quise que fuera denso y profundo
Y, aunque duró escasos segundos,
Me pareció todo un mundo entero.
Mudos testigos varios candiles
De aquella magia que allí ocurría,
Ósculo dulce que, en noche fría,
Puse en tus labios de veinte abriles.
Silencio eterno, fija mirada,
Rubor notorio, sonrisa dada
Cuando los labios se separaron,
Aceptación, a pesar de todo,
Un nuevo beso del mismo modo,
Que los candiles no se apagaron.
Un compromiso selló mi boca
Ante el amor que, cuando te toca
La flecha que dispara Cupido,
Hasta una candil con la luz escasa
Puede abrigar más que cualquier brasa
Y a la locura darle sentido.
Cautos los pasos de los civiles,
Calle evitada y casi vacía,
Larga la espera la luz del día
Mientras alumbran unos candiles.
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