Las estrellan bailan y tintinean allá, aquí solo se ven las nubes de monóxido y las irritantes luces de esta ciudad que nunca duerme.

Son las 11 de la noche y tengo la horrible sensación de un niño abandonado a su suerte, mientras giro y acomodo mi almohada, no puedo dormir. En mi mente vaga la idea de no haber venido, o que el celular suene y la voz del otro lado me reconforte con la sonoridad que le brindan mis oídos dándome la tranquilidad que acostumbra.

El día anterior tenía los boletos listos, se acercaba la hora, Amanda sonreía de esquina a esquina, era lo que tanto había esperado y por fin había llegado el día. Ansiosa abordó el avión, y casi una hora después ya estaba en su destino. Su prima la esperaba, subieron a un taxi, mientras Amanda se entretenía con las pequeñas luces del sol que marcaban la amanecida. Llegó y no tardo en llamar a Daniel para anunciarle su llegada, él no contestó, ella decidió dejarle mensajes de texto con la idea de que Daniel aún dormía, hasta que cayó en un sueño profundo ya que la noche previa al viaje no había dormido por la ansiedad.

— Amanda! me voy al trabajo, si necesitas algo me llamas al celular— Cristi se despide desde la puerta de su apartamento.

— No te preocupes Cristi. Gracias— responde desperezándose.

— Si sales igual me llamas. Besos pequeña te quiero un montón.

— Igual prima te quiero un montón.

Mira el celular unos segundos, aún es temprano y no hay llamadas ni mensajes. Cae profundamente dormida.

Despierto de golpe por el molesto vibrar del celular mientras replica la melodía que le puse. Es Daniel.

— Buenos días mi preciosa.

— Buenos días cielo.

— Ahora estoy en el trabajo, vi tus mensajes, no te llamé antes, supuse que estabas dormida.

— Suponías bien— risas.

— Bienvenida mi amor, te llamo a la hora del almuerzo.

— No quiero esperar mucho, de por si, quiero verte ya.

— No falta mucho dormilona fíjate que hora es.

— Santo cielo son las 11!

— Te llamo, ahora debo terminar unos informes. Desayuna mi amada dormilona.

— Eso haré. Hasta mas tarde.

— Hasta mas tarde. Cuelga.

Después del baño, busco algo que comer, Cristi me dejó el desayuno listo para calentarlo, siento que los pliegues de mi rostro dibujan una sonrisa estúpida. Gracias Cristi. Como mientras veo uno que otro tonto programa de espectáculos solo para pasar el rato y sentirme acompañada.

Ya son las dos, Cristi llega del trabajo, trayendo el almuerzo. comemos, por suerte los sábados solo trabaja hasta el mediodía a diferencia de Daniel que trabaja hasta caída la noche. Mi teléfono aún no suena.

Después de dejar todo en orden Cristi se va a descansar mientras yo me quedo en alerta del celular frente al televisor, con el deseo de llamarle pero tampoco quiero interrumpirlo. Daniel me distrae de mis pensamientos.

— Nena.

— Dani? Pasa algo?

— No podremos vernos hoy, llegó mi hermano, no lo veo hace mucho, me quedaré con él saliendo del trabajo, esta misma noche regresa.

— Pero… creí verte hoy, no puedes venir después.

— No creo que pueda.

— Quedamos en algo no?

— Lo sé, pero no puedo.

— Si puedes. Vine a verte y me dejas plantada?.

— Te dije que no puedo…

Para pasar la tarde Cristi y yo decidimos dar un paseo. La decepción y la cólera del desplante las llevo conmigo. Ese sentimiento me acompaña toda la tarde. Espero llamadas de él, que por cierto nunca llegan. Cristi me mira extrañada mientras tomamos unas colas, me pregunta que me pasa y yo la evado con cualquier tontería. Cristi se da cuenta de lo que sucede, al notar mi cambio. Salimos del lugar y caminamos por el boulevard mientras me abraza y un par de lágrimas brotan de mis ojos, vine desde lejos con el único de deseo de abrazarlo y besarlo, no lo veo desde hace mucho.

Cristi me abraza mas fuerte y me pregunta y repregunta si él es siempre así, muevo la cabeza negando lo que es cierto. Son las 7 y no hay señales de él. Suena el celular de Cristi que paradójicamente tiene el mismo rigntone del mio, es Alvaro el novio de mi prima, que esta cerca y no logra ubicarnos. Al cabo de un rato siento un poco de envidia al ver a mi prima muy alegre caminar con Alvaro, lo único que quiero en ese momento es hacerme transparente.

Cenamos y ya son las 10, subimos al auto de Alvaro, yo voy atrás, viendo las luces de los autos que van a toda velocidad por la avenida, cuidando que con ellos no se corran mis lágrimas que están apunto de salir, me siento como un niño abandonado a su suerte en una gran selva de cemento. Alvaro y Cristi rien adelante.

Llegamos a casa.

Son las 11 de la noche y tengo la horrible sensación de un niño abandonado a su suerte, mientras giro y acomodo mi almohada, no puedo dormir. En mi mente vaga la idea de no haber venido, o que el celular suene y la voz del otro lado me reconforte con la sonoridad que le brindan mis oídos dándome la tranquilidad que acostumbra.

Mañana hay que partir.

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