LA MUCHACHA DEL SACON MARRÓN

LA MUCHACHA DEL SACON MARRÓN

Carla Roman

21/07/2018

Fue la muchacha de caminar lento, sacón marrón, con las zancadas diminutas y la mirada perdida quien anhelaba una oportunidad al cielo, sabiendo que no se dan segundas oportunidades a seres que ya fallaron misiones muy importantes.

Mientras su andar era lento ella lanzaba plegarias a Dios para que le dé una segunda oportunidad, sin éxito todos los días camina con andar lento como si tuviera algo partido en su interior, algo que le pesaba en su interior.

-No te he de fallar otra vez, por favor devuélveme esa misión, no prevenía que ella volvería, no predije que ella volvería, por favor devuélveme esa misión

Sin ningún éxito Dios obviaba de sus suplicas, tal vez tenía mejores plegarias que escuchar, tal vez con mejores situaciones o peores que las de esa muchacha, el silencio la desesperaba pero sabía muy bien que llorando no conseguiría nada.

Sentía su corazón humano desconectado de este mundo por completo, no era humana, no era ángel era nada con la brisa del viento, era esos suspiros de las personas, era un titiritar de un indefenso, su vida era una de esas a las que decimos “cambiemos de tema”

¿Qué se le puede hacer contra la divina voluntad de Dios?… nada, estamos obligados a vivir bajo sus reglas y sus decisiones, la muchacha no protesta contra Dios, solo le implora volver a abrir la misión del muchacho con los ojos marrones.

Han pasado quince años y la muchacha se ha convertido en toda una mujer, ella ya no porta su saco marrón de escuela, ella posee un traje marón para ir al trabajo, después de tantos años no ha tratado ni intentado encontrar la verdadera misión de Dios para ella, no le ha interesado ninguna otra personas más que ese muchacho de ojos marrones que se quedo en su memoria.

La mujer del traje marrón en un día nublado en la que el cielo no mira a los humanos con tristesa, un veintisiete de septiembre, sale de su trabajo con rumbo a la parroquia donde antes oraba, habían pasado exactamente quince años que la mujer de traje marrón no iba a rezar a la parroquia, quince años evitando a Dios, pero había decidido darle cara un veintisiete de septiembre. Ya hace rumbo a la parroquia cuando en su acostumbrada mirada perdida llena de recuerdos y divagaciones no mira a ambos lados de la calle, ni siquiera se inmuta de hacerlo por los pensamientos perdido, por la culpa de no haber dado la cara a Dios, un automóvil de color negro la atropella, ella queda en una esquina de la calle con el traje marrón empolvado y desgarrado, mucha gente se aglomera para ver lo ocurrido, ella sin movimiento alguno entre el gentío observa que un hombre se le acerca, la carga es el conductor del automóvil negro, ese hombre de complejidad alta, vestido de muy buena manera sube con delicadeza a la mujer de traje marrón, no la lleva a un hospital, no la lleva a una clínica, ese hombre la lleva a su casa, sin poder moverse la mujer tiene mucho miedo, esta tan débil por el impacto que apenas puede moverse el hombre bajándola de su coche le dice.

-Tranquila no te hare nada, soy médico, te revisare en mi casa, tengo aquí mis instrumentos de trabajo.

La mujer de pronto deja de sentir miedo, algo en su voz le parece familiar, la mujer ya no puede más y se desmaya.

Despierta acogida por unas sabanas color perla, dentro de una cama muy amplia y cálida, aún tiene el traje marrón puesto, se levanta lentamente, casi todo el cuerpo adolorido, entra el hombre que la recogió después de haberla atropellado, el hombre porta una bata blanca, un estetoscopio en su cuello, es cuando la mujer puede ver con más calma la apariencia en aquel hombre que de alguna forma le salvo la vida.

El hombre se sienta y le explica lo que paso, le explica que el golpe le produjo un sinfín de moretones pero nada grave, ella y él hablan como si algo cálido mantuviera sus conversaciones, el hombre porta unos bellos ojos marrones, de pronto se acordó del muchacho de ojos marrones, fue entonces cuando ella se puso melancólica.

El hombre se dio cuenta de su repentino quebranto al ver sus ojos y le conto una pequeña historia.

– Sabes… hace mucho tiempo conocí a una muchacha, era muy distraída pero muy virtuosa a la vez, ella tenía la habilidad de escribir, era una bella persona físicamente y emocionalmente, por desgracia lo note muy tarde, ella pretendía muy buenas intenciones conmigo pero yo no la deje entrar a mi mundo cerrándome en un amor tóxico que tenía con una chica que ya iba a la universidad, sabes… ella tenía algo que la caracterizaba, llevaba un saco de color marrón, ese saco había sido fabricado para ella, el saco encajaba totalmente con su personalidad, no era ni muy oscuro tampoco muy claro, era un intermedio justo lo que mi alma necesitaba, no la he vuelto a ver hasta el día de hoy, me enteré que se olvidó de su saquito marrón, hoy lo que lleva es un traje marón, se ha convertido en toda una mujer, las caderas le remarcan una silueta que es inevitable observar, su cuerpo ha cambiado totalmente convirtiéndose en toda una mujer, tiene apariencia de ser exitosa e independiente, aparte de ser muy bella, con esas mejillas rosadas, el cabello castaó y largo como siempre le había gustado.

La mujer y el hombre aclaran todo lo que tenían en un pasado, él era ese muchacho de ojos marrones que dejo muchas preguntas sin responder, ella era esa muchacha del saco marrón que fue rechazadar, ella le dijo su parte y él su parte llegando a nada.

El hombre la acompaño hasta la puerta de su departamento, pidiendo volver a verla, la mujer acaricio su rostro y le dijo.

-Hoy es veintisiete de septiembre, pasaron quince años desde que actuamos en ese pequeño escenario, esa pequeña obra que había compuesto, con mis pequeñas manos, ¿lo recuerdas?

Ella y él se miraron, ella entro a su departamento y cerró suavemente la puerta rogando que el hombre de ojos marrones la detuviera, una vez más el orgullo y el miedo de ese hombre le impidieron ser feliz.

Un corazón partido no se cura facilmente, se necesita tiempo y mucho para poder sanar todo ese calvario de dar lo mejor de ti para que te dejen por algo con le que no pueden llevar. Mira al cielo, ruega, nada te sirve cuando lo que necesitas es calma total en tu ser, como estar sola en el mundo para siempre, pero no se puede.

Camina niña, muchacha, mujer de mirada fija al suelo, el cielo no llorara por tí, tus colores no se avuivaran al gritarles, solo camina… muchacha de saco marrón…

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