de jirafas y otros

de jirafas y otros

Atalanta💫

11/07/2018

Sobre el suelo ajedrezado, del gran salón de baile, pasea una jirafa. Nerviosa, recorre el lugar buscando algo. Solo hay cuatro paredes y una puerta demasiado pequeña por la que no puede salir. Mirándola bien, parece que está bailando.

En la penumbra Lord Byron y sus amigos navegan por un lago infinito. El reflejo de la luna sobre el mar es un espectáculo maravilloso. Envidiosa les veo alejarse. Quisiera ir con ellos.

Vuelvo al salón de baile, ahora hay un piano en una esquina, Byron desliza los dedos sobre las teclas. Seguro que toca una bella melodía, yo no escucho su música porque hay otro sonido en mi cabeza, proviene del otro lado de la habitación.

En una mesa envejecida, una mujer escribe.
Con su pluma, va sembrando en el papel pequeños trazos, que se convierten en palabras y van entrando atropelladamente en mi mente.
Es Mary Shelley.

Mientras la jirafa, majestuosa, pasea del piano a la mesa y de la mesa al piano, Mary está creando un monstruo y a mí se me hiela la sangre, porque le conozco.

Tengo seis años, todos duermen en casa. Me levanto despacito y pongo la tele, solo dos colores, blanco y negro.

La estufa está apagada. Me acurruco en el sofá y me tapo con la manta de la abuela.

Aparece un gigante en la pantalla, está tumbado, no se mueve. Tiene la cara llena de cicatrices, un hombre de bata blanca enrosca un tornillo en su cabeza cuadrada.

Me fijo en sus manos, muy diferentes la una de la otra.

Están en una habitación en semipenumbra, entonces el hombre de la bata blanca tira de una enorme palanca y una tormenta de rayos hace temblar el cuerpo del gigante.

Se ilumina toda la habitación. ¡Qué miedo!, me tapo la cabeza con la manta, pero vuelvo a mirar.

Abre los ojos. ¡Está vivo! Rompe las cadenas. Poco a poco, tambaleante, consigue ponerse en pie.

Viene andando hacía mí, parece que va a salir de la tele, es aterrador.

Quiero gritar, pero estoy muda. Quiero correr, pero estoy paralizada, no puedo dejar de mirar.

Ha dicho «padre».

El suelo tiembla con sus pasos. Ahora su cara está pegada a la ventana. Están en peligro pero no lo saben. Intento avisarles.

¡Oh! La niña de la flor flota sobre el lago, inmóvil. La ha matado él, es un monstruo. Le persiguen. Quiero que le cojan. Ahora va a venir a por mí. Por fin consigo gritar. Me salva mi madre.

Un borrón de tinta cae sobre el papel, Mary intenta limpiarlo pero no hay manera, arruga la hoja y la tira al suelo, cae junto a otras, muchas de ellas mojadas con sus lágrimas. La jirafa se las come.

Mary llora. Según va escribiendo su historia una tristeza infinita se apodera de ella.

Llora con la ternura de una madre. Porque su criatura es buena e inocente pero los demás la odian.

Sabe que no sólo es el aspecto del monstruo de Frankenstein lo que asusta.

Lo que molesta es que sea libre.

Lo que desquicia es que sea diferente.

Me enternece su empeño constante por que le quieran. Un sólo amigo en trescientas páginas. Aquel viejo ciego.

Y ese padre que le ignora cuándo le pide una compañera.

Su madre quiere ayudarle, pero no puede hacerlo. Pero yo sí.

Estoy en la playa, él se inclina y me regala una flor. Yo me la pongo en el pelo, le pido que se agache y le acaricio la cara. ¡Qué bello es!

Le beso un tornillo, sonríe. Una lágrima resbala por su rostro.

Conozco un lugar perfecto para él. Le llevaré allí. Agarrados de la mano corremos hacia la barca. Los otros nos esperan.

En la pantalla aparecen los títulos de crédito, «Remando al Viento» de Gonzalo Suarez. La he visto mil veces pero hoy me he dormido.

A mi lado, mi hijo duerme, es tan hermoso como el de Mary Shelley.

Mamen

Foto propia. Barrio del Carmen (Valencia).

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