Imagínate una comunidad rural todavía en el siglo XIX en Estados Unidos, algo entre 12 años de esclavitud y la milla verde. Esto no aparece en el sueño, pero es algo que sé que pasó. Todos sabemos cómo ocurrieron las cosas. En una plantación un capataz le propina una golpiza a un esclavo liberado por la guerra. En la noche el esclavo llega con una escopeta y le dispara en el pecho a quemarropa. Ahora sí te hablo de imágenes de viva voz: aparecen cuerpos negros colgados de los árboles, algunos de ellos mutilados, otros quemado en gran medida. La imagen que siempre recuerdo es el cuerpo de un adolescente columpiándose en lo alto, desde un gran árbol. Los niños que viven cerca juegan a atinarle con piedras. En las noches se distinguen las luces anaranjadas de las antorchas entre los árboles, se escuchan los gritos y las voces llorando, las personas corriendo. Hay rostros de niños blancos alrededor, los padres lo llevan a ver sufrir a un negro. Y entran en la casa de este joven. Primero se llevan al hombre y lo torturan de a poco justo fuera de su casa, algún voluntarioso de la turba se dedica a quemar, como puede, parte de sus huertos para darle mayor luz al espectáculo.

La mujer no soporta los gritos de agonía y decide salir de la casa para observar cómo se va desvaneciendo la vida de su esposo. La turba de hombres enrojecidos, mujeres enojadas y niños asustados y agresivos, como buscando la lengua de las mariposas, toma a la mujer. Le quitan la ropa jalando y rompiendo hasta que queda en el suelo completamente desnuda, indefensa. En medio del mar de injurias y violencia, logran atarla desnuda a un árbol, boca abajo como mártir cristiano y apilan leña alrededor. Prenden fuego y sólo hacen falta algunos segundos para escuchar los gritos terroríficos de dolor, créeme que puedo oírlos incluso después de haber despertado. Al parecer la mujer no era del todo una negra gorda, pues otro voluntarioso que se enorgullecía en vengar la vida del capataz, se dio cuenta de que algo se movía dentro de ella, en su vientre. Entonces encontró un cuchillo entre los participantes para abrir el cuerpo, sacar el feto y triturarlo entre la tierra y sus zapatos.

“Vivir en un burbuja”, titula Andrea su foto en Instagram al tiempo que intento olvidarme de lo soñado. Me tienen muy mal pensar en tanto dolor desde hace tanto tiempo y desde muy temprano. Tengo la rutina de despertar con el celular: si tengo mensajes o veo lo que han posteado los demás en sus redes sociales ya no me vuelvo a dormir, se trata de encontrarle ganas y sentido a despertarse. Me estiro y comienzo a sentir el frío que reina detrás de la cobija. Ya está el sol alto y se escuchan los sonidos de mi familia saliendo a sus respectivas ocupaciones, uno a la vez, la música de mi madre, el olor de un desayuno que no logro descifrar, las noticias en la tele de la sala y el perro ladrando a veces. Yo no puedo más que despertarme con el pie izquierdo, el lado derecho de mi cama está pegado a la pared de los vecinos. Anoche escuché los gritos de la niña, debe tener unos 6 años y su mamá desesperada, después entraría el tío borracho que estuvo tomando hasta la media noche en la banqueta y los portazos.

¿Alguna vez has tenido un sueño recurrente? Una vez me hablaste de las pesadillas en las que la cuestión era más sobre figuras geométricas reproduciéndose hasta el infinito, “lo que me abruma es el infinito”. También tienen sueños más divertidos en el que la pareja de niños bonitos de nuestra generación estaban contigo en una fiesta, el niño bonito te llevaba con la niña bonita y comenzaba a hacerle calzón chino, después ambos te invitaban a que te uniera a la experiencia del calzón chino contra aquella pequeña mujer.

Pero esta vez te estoy hablando de algo que me comienza a preocupar. Creo que todo comenzó desde la noche en que desapareció Sara. Nos despedimos un tanto agobiados por la experiencia de un domingo de museo y una pizza no tan buena en la calle, ella me envió un mensaje y desde entonces no he vuelto a saber de ella. Sé que está en algún lugar y que no le ha pasado nada, por lo menos nada demasiado importante. Las primeras semanas de silencio me preocupé demasiado, no es un lugar demasiado seguro por sus rumbos. Comencé con los pesquisas (porque me encanta usar palabras mamonas) y poco tiempo después la vi saliendo de La Vasconcelos con su mochila negra y su camisa roja, estaba en un piso superior así que no la podría alcanzar.

Ese fue el mismo día del indigente atravesado en el puente. Ya te había contado que desde mi más rebelde pubertad me llamaba la atención hablar con indigentes, desde el que me persiguió con una de sus muletas en alto hasta la señora del puente de Taxqueña. Pues en este puente de Observatorio el hombre estaba cruzado, dormido a lo ancho. Aquellos buenos peatones que lo quisieran usar y no se divisaron desde abajo tenían que saltar el cuerpo para seguir por su camino. Al principio pensé que se trataba de una tremenda borrachera. Después me acerqué más, muy a pesar de mi nariz, y me di cuenta de que no se movía, todos nos movemos aunque sea un poco, respirando, al dormir.

Debo confesar que entré en pánico y caminé lo más rápido que pude al metro, sin mirar atrás. Estos días en los que no hago mucho me están pesando. Pude haber llamado a alguien, pero no tengo buenas experiencias en ello, ¿recuerdas la vez que fui a una pulquería hípster con Laura y Sara? Cuando las esperaba en la Glorieta de Insurgentes vi a un hombre acostado en donde todos se sientan a esperar al enamorado, sangrando. Cuando llamé al policía me dijo que ya lo habían atendido: “entre ellos mismos le dieron una madriza”, me dijo refiriéndose a los otros indigentes.

Pero vamos al grano. *Risita cínica*. Como nos mensajeamos cada mil años, hoy por fin me armé de valor para contarte lo del sueño. Si comenzó desde lo de Sara (pinche Sara) entonces ya tendrá como tres semanas de sueño recurrente. A veces me doy cuenta de que estoy soñando, a veces cambia un poco pero solamente como si viera las cosas desde otro ángulo, se podría decir que las acciones son las mismas.

Me gustaría mucho saber tu opinión sobre esto. Si a veces parece que estoy bromeando es que uso el humor para salirme por la tangente pero estoy verdaderamente preocupado. También me gustaría saber si tú le llamarías de nuevo a Sara, después de que no quiere contestarme lo mensajes o las llamadas. La presión por graduarme, encontrar un trabajo con el que ya no tenga que depender de mis padres y demás cuestiones me tienen un poco agobiado y dejé que las cosas se fueran un poco al carajo, pero pensé que se podía dar algo bonito con ella. Olvidaba contarte que el domingo de visita al MUAC discutimos sobre cosas de política y así, pero no creo que eso tuviera demasiada importancia. Después la acompañé a tomar su camión y, mientras esperábamos, me confesó que ella había encontrado el cuerpo de una chica en la Universidad.

Sin más por el momento, te mando un fuerte abrazo hasta el sur y espero que te la estés pasando genial.

Armando.

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