Las montañas son
como la nostalgia del olvido.
Siempre al margen,
pero siempre presentes,
sin prescindir de la firmeza
que las engrandece.
Huyen de la dureza
del ocaso.
Y se ocultan introvertidas
ante la sutil caricia del Sol.
El emblema motriz
del relieve,
asoma la tez seca
y revela la ventisca diurna
en la que posa su mirada.
– ¡No emponzoñes los gritos de los que sufren la verdad ajena!
Son al final las marcas
que corrompen su historia,
las que las moldean
con el tiempo.
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