Con la luz del ocaso tu recuerdo se aparece. Se cuela por la ventana y revolotea por todo mi cuerpo: desde mis pies, mi cintura hasta mi nariz. Atraviesa toda mi columna vertebral y se deposita justo en mi cuello, donde tus besos tuvieron abrigo. Y mejor no hablemos del bailotear que hace con mis labios, mi lengua y mi saliva.

Sí, en definitiva, con la luz del ocaso tu recuerdo aparece. Se hace carne en mi. Se deposita en mis oídos aquella canción que balbucean tus ojos cuando tus labios están en silencio. Y la escucho una y otra vez. Por momentos puedo sentir tu respiración en mi piel. No te quieres ir.

Pero sólo apareces mientras el sol se esconde por la ventana y tu recuerdo se escapa de entre mis manos. Te vas, pero estoy tranquila se que mañana volverás, con la luz del ocaso

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