Nada. Todo. No somos nada, pero a la misma vez lo somos todo. ¿Es eso lo que realmente importamos? Es extraño pensar en lo insignificantes que podemos ser en comparación con la inmensidad del universo, miles y miles de galaxias, sistemas, estrellas, planetas y nosotros aquí, viviendo como si fuéramos lo más importante, sin ser conscientes de que podríamos desaparecer hoy mismo y nada cambiaría, el universo seguiría existiendo, las estrellas seguirían brillando, los planetas seguirían girando y es entonces cuando nos damos cuenta que no somos tan importantes como creíamos, que incluso en nuestro pequeño planeta somos insignificantes.

Sin embargo, también lo somos todo, para nosotros mismos lo somos todo, nuestra vida entera gira en tornoalos seres humanos y a nuestra propia vida. El hombre descubre la luna, el hombre averigua una cura, el hombre habla sobre el universo, sobre lo que le rodea. Esto también ocurre a pequeña escala, yo lo soy todo para mí, mi vida gira en torno a mí, al igual que la tuya gira en torno a ti. Yo voy al colegio, yo hablo con mis amigos, yo veo las noticias, sin mí yo no sería nada, al igual que tú no serías nada sin ti.

Eso explica porque no somos nada, pero a la vez lo somos todo.

De repente un grito me saca de mis pensamientos.

-¡Atenea! ¡Atenea!- Me llama el profesor enfadado, mientras se coloca las gafas y se cruza de brazos frunciendo el ceño.

-¿Eeee…?- Pregunté distraída.

– Ya que es tan lista como para no prestar atención en clase, sería muy amable de su parte que explicara a sus compañeros quién fue el creador del luteranismo- Me inquirió el profesor alzando las cejas.

-Yo…em…pues…- No sabía que responder, la verdad es que la historia nunca ha sido lo mío.

-A dirección, a ver si allí prestas atención- Me regañó el profesor, mientras abría la puerta de la clase.

Me levanté de mi sitio, recogí mis pertenencias y me dirigí hasta dirección. Nada más entrar observé la pequeña sala en la que se encontraba secretaría, en medio de esta, una gran mesa se situaba junto a la secretaria, la cual cuando se dio cuenta de mi presencia, me miró con una mueca de decepción, chasqueando la lengua y negando con la cabeza.

-¿Qué ha hecho esta vez, Gragner?- Me reprochó Amondine, la secretaria.

-Lo mismo de siempre, sabes que mi punto fuerte no es la concentración. Amondine, ¿Cuántas veces te he dicho que no me llames por mi apellido?- le indiqué de mala gana.

Ella soltó una pequeña risita y se dirigió al despacho del director, informándole que me habían vuelto a expulsar de clase.

Una vez sentada en la silla enfrente del director este me observó con preocupación.

-Señorita Gragner, estoy preocupado por su reciente comportamiento, siempre ha sido una de las mejores estudiantes con las que ha contado este instituto, sin embargo, últimamente se encuentra distraída, pensando en otras cosas, como si estuviera en otro mundo, ¿se puede saber a qué viene este repentino cambio?- replicó el director cruzándose de brazos.

– La verdad, señor director es que últimamente no he dormido bien, yme replanteo muchas cosas sobre…- No podía explicarle el porqué de mis pensamientos.

Lo cierto es que llevo varias noches soñando lo mismo, nunca me acuerdo del sueño, pero si tengo grabadas las sensaciones que experimento, es extraño, pero cuando me despierto me vienen un montón de ideas a la cabeza y no puedo evitar sumergirme en mis pensamientos, ¿me estaré volviendo loca? Lo único que sé es que no puedo explicarle eso al director. ¿Nunca os habéis despertado con la sensación de que habéis soñado con algo importante pero no sois capaces de recordarlo con claridad?

-Así que el problema está en que no descansa bien por las noches, eso es muy grave…- El director siguió hablando durante varias horas, dándome consejos para dormir mejor, diciéndome que debería hablarlo con mis padres.

Cuando terminó su explicación, le dije que intentaría aplicar todos sus consejos y que no se preocupara, que no volvería a pasar, seguidamente me despedí y salí corriendo de dirección hasta la salida, dónde ya no quedaba nadie, excepto mi amiga Jane, ella y yo siempre volvíamos juntas a casa.

La charla del director se había alargado demasiado y llegaba muy tarde.

-Gracias por esperarme Jane- Dije resoplando.

– Para eso están las amigas ¿no?- dijo ella con una mueca en el rostro.

Lo cierto, es que Jane se parecía mucho a mí, sobre todo físicamente, las dos somos bajitas y de piel morena, con los ojos de un color marrón oscuro y nuestro pelo no es ni largo ni corto, ni liso ni rizado.

-Llego muy tarde a casa, se supone que a las 5 tengo que estar preparada para el examen de admisión a la universidad, y ya son las 4.30- me lamenté pasándome la mano por el pelo.

– No te preocupes llegaremos a tiempo, conozco un atajo- me aseguró Jane haciéndome un gesto para que la siguiera.

Fuimos corriendo hasta la entrada del bosque, ¡acaso Jane estaba mal de la cabeza!, es cierto que llegaríamos antes a casa pero nunca he estado en este bosque, simplemente está prohibido entrar, una gran verja lo rodea y aunque tenga curiosidad por lo que esconde no quiero meterme en líos.

-Jane, no podemos ir por aquí, esto es ilegal- informé a mi amiga.

-Ya lo sé, Atenea, pero, ¿qué otra opción tienes?, acaso no quieres entrar a la universidad- me recordó Jane.

Tenía razón ese examen era demasiado importante para mí.

Sin nada más que decir me acerqué a la verja y me dispuse a saltarla, enseguida Jane fue detrás de mí y ambas nos adentremos en el profundo bosque.

Me resultaba familiar el lugar, pero no solo el lugar, sino también la sensación, esa sensación inquietante de que alguien nos observa, pero a la misma vez no siento miedo, sino todo lo contrario, me siento tranquila.

Los árboles llegaban tan alto que apenas se veía el cielo, estaba todo demasiado oscuro y se respiraba un aire húmedo, además soy capaz de apreciar la gran variedad de vegetación que abundaba el lugar, siento que he estado antes aquí, pero eso es imposible.

Llevábamos corriendo por el bosque durante varios minutos.

-Jane, ¿cuánto falta? A este ritmo no vamos a llegar a tiempo- le dije a mi amiga.

-Pues…Atenea no te enfades, creo que nos hemos perdido-me respondió preocupada.

-¡No puede ser! Sabía que no debía hacerte caso, ahora qué vamos a hacer- me pasé las manos por el pelo frustrada, mientras pensaba en una solución.

Por favor, solo pido un poco de ayuda, el examen no es lo más importante, ¿y si no conseguimos salir de aquí nunca? Podemos morirnos de hambre o por cualquier otro motivo y nadie se daría cuenta, ¿quién nos va a buscar por este bosque?

Cuando estaba a punto de rendirme, al levantar la cabeza soy capaz de observar como una pequeña bola de luz se abre camino entre la oscuridad del bosque hasta llegar al frente de nosotras. Al principio la luz me cegó pero finalmente acabé acostumbrándome, esta era de un color azul y tenía un aura de paz, transmitía seguridad y era como si nos pidiera que la siguiéramos. La luz comenzó a alejarse y nosotras sin decir palabra nos dispusimos a seguirla por el frondoso bosque.

La luz nos llevó hasta un pequeño lago, pero lo que llamó mi atención no fue el lago sino lo que había al otro lado, una sencilla cabaña estaba situada a la orilla de este, la casa tenía un aspecto humilde.

La luz llegó hasta la orilla del lago y se sumergió en el agua, desapareciendo.

-Genial y ahora que hacemos ¿nos damos un baño?- replicó Jane sarcástica.

-Tiene que haber una explicación-dije pensativa.

Me acerqué al lago y al intentar rozar el agua con mis dedos un pequeño vacio apareció, apartando el agua de mi mano, impidiendo que la tocara.

Extrañada ante aquel suceso probé a introducir el pie en el agua y esta se apartó dejándome pisar el suelo del lago sin que una gota de agua me tocara.

Jane fue detrás de mí y nos miramos con una muecade asombro, después de asimilarlo empezamos a caminar por el lago. Era una sensación muy extraña, cada vez que alzaba el pie del suelo este se llenaba de agua y cuando volvía a pisar esta se iba apartando.

Finalmente cruzamos el lago y llegamos hasta la otra orilla, dónde se encontraba la pequeña cabaña. De repente vino a mi cabeza un flash, una imagen de esa casa, como si la hubiera visto antes, pero no soy capaz de recordar dónde.

Ahora que era capaz de observarla mejor, no era tan pequeña como pensaba, estaba hecha de madera, las paredes llevaban moho, debido a la humedad y por las ventanas no se observaba nada ya que las enredaderas las cubrían por completo, la puerta era la única parte de la cabaña que estaba completamente descubierta y prácticamente intacta.

Lentamente Jane y yo nos fuimos acercando a la casa, ella iba detrás de mí. Al estar enfrente de la puerta un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Una voz en mi cabeza me decía que no me acercara más, pero no podía controlar mi cuerpo, poco a poco fui acercando mi mano al pomo y cuando mis dedos entraron en contacto con este sentí como una pequeña corriente recorría todo mi cuerpo, finalmente abrí la puerta…

Desperté. Otra vez el mismo sueño y no soy capaz de recordarlo con claridad, solo sé que es el mismo sueño de siempre. Aparté las sabanas de la cama y salí de mi habitación para desayunar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS