– Aquí estoy

– ¿Dónde?

– ¡Pues donde más, encerrado en la misma caja metálica con ganas de arrancarme el pelo!

– Día y noche ¿Qué diferencia hay? Todo es gris; piso, techo y sábanas. Además, no tengo tiempo para tantas visitas, bastante tengo con el escándalo en mi cabeza.

Esa fue nuestra conversación ayer antes de salir al trabajo, lo observé en un rincón de la cocina tratando de cortarse las muñecas, al verme se asustó y las escondió rápido en los bolsillos, cuando me acerqué me di cuenta que se había hecho varios cortes. Su respuesta fue: ¡Qué dejara tanto drama que solo era un rasguño!

Esa mañana no pude estar tranquila, temía regresar a casa y encontrarme un cadáver. Recordé años atrás, el día que me lo presentaron, la primera vez que cruzamos palabras, lo que más llamó mi atención fue la intensidad del azul de sus ojos y que era más alto que el promedio, cuando entramos en confianza me apretó fuerte la mano y ese mismo día me invitó a salir, ya despúes, se fue al carajo tanto protocolo. Me hacía sentir libre y tranquila.

La primera vez que noté que algo no estaba bien con él y su mente, ocurrió cuando de repente me gritó sin razón y sus dedos temblaban, sudaba y al mismo tiempo su mirada estaba perdida en un solo foco. Me dijo:

– ¿Ves la lámpara roja?

– ¿Cuál lámpara? Le respondí

– La que está prendida en tus narices

Se comenzó a carcajear, entonces no le hice caso y me fui.

Y así fue escalonando en más y más detalles que hacían evidente su locura. Pero no lo entendí hasta que leí su carta.

Amor:

Nadie más que yo podría saber qué es vivir con esto. Es un sufrimiento tan mío, reconozco ya la sensación de inyectarme, todo ocurre tan rápido que ni siquiera me doy cuenta hasta que ya estoy adentro, dentro de un agujero oscuro que cuando te levantas a tocar las paredes estas son rocosas y heladas, las primeras veces gritas desesperadamente, pero después terminas cansado de que tu mismo eco sea el que conteste, y tu misma voz es la que chuza tus oídos como alfileres, sin darte cuenta estas en una conversación consigo mismo, al final, tu cueva te termina gustando, te agrada su olor; lo único raro es un extraño miedo al sol, no quieres salir a mirarlo. No sé porque razón, pero en ese estado, la oscuridad es más segura.

Hasta ese momento no hay miedo, pero sabes que se acerca, la barrera hasta él es muy frágil, ya al aproximarse la angustia es tu única emoción, tu alrededor te invade; de ruidos, personas, cosas; ellos tartamudean, te hacen “chi chi chi” te incitan, te provocan, te silban, otros te tiran besos y se burlan de ti, y tú nunca entiendes.

Es macabra la decisión que tomas, pero es fácil mentirte, engañarte a ti mismo y seguir en el juego, o es eso, o permitir que secuestren tu mente por completo.

Esta es la última imagen escrita que conservaré de Óscar ahora.


Yessenia García P.

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