-Cariño, lo siento… Pero no puedo más. Llevo oyéndote hablar de él demasiado tiempo. Literalmente desde que os conocéis. Gary no era ni siquiera adulto cuando ya bebías los vientos por él. Siempre te ha tenido embelesada y no le ha hecho falta nada más que una mirada, una llamada, o simplemente pasar por ahí. El mundo y el tiempo se detenían cuando le veías. Nadie más existía salvo vosotros. Ni siquiera yo. Siempre has estado dispuesta a cumplir cualquier capricho que Gary exigiera al momento. ¿Gary quiere comer? Comamos. ¿Gary quiere dormir? Durmamos. ¿Gary se ha hecho daño? Me tiras del sofá para correr en su busca. He visto cómo le miras, he visto cómo le tocas, he visto cómo le besas… Y él acepta todos esos gestos mientras me mira con desdén desde el otro lado del salón. Y cuando Gary no está, están las palabras. Lo que ha hecho a lo largo del día, o más bien lo que no ha hecho. Cómo te ha mirado. Cómo ha ido detrás de ti mientras tú te hacías la interesante, aunque en el fondo estabas deseando darte la vuelta para comerle a besos. Y todo esto me lo dices sin ningún tipo de vergüenza a pesar de que sabes cómo me siento al respecto. Sabes que cada día estoy más harto y lo soporto menos, pero ahí sigues. Poniéndole siempre por delante de mí. Compartir una vida juntos siempre tiene que esperar cuando Gary está presente. Tenemos que poner el amor en pausa cuando Gary aparece en la conversación. Gary, Gary, Gary… Lo siento, cariño, pero no puedo más. No puedo seguir soportando algo así porque ya me está destrozando por dentro. Lloro a escondidas, lloro hasta quedarme dormido, lloro mientras yo le hago favores a Gary para que tú puedas disfrutar de él como siempre has querido… Lloro porque yo también le vi crecer, porque siempre fuimos los tres, pero ahora es cosa de dos. Y hay alguien que sobra. Y no pienso perder un ápice de dignidad por no aceptar las cosas como son. Lo siento mucho, Amanda, pero me voy.

-Pero qué dices, Simon -Amanda veía cómo Simon, completamente falto de energías, sujetaba el pomo de la puerta con deseo de cerrarla para siempre. No daba crédito a lo que estaba escuchando-. Qué películas te acabas de montar. No sé qué habrás visto o qué habrás oído pero no existe ningún Gary. Cuando hablo de Gary hablo de Garfunkel. Del gato. De nuestro gato. No hay ningún Gary, amor. Se trata del puñetero gato.

-Lo sé, Amanda. Sé que es el gato.

Los pensamientos de Amanda se detuvieron en seco. No entendía absolutamente nada.

-Pero no puedo soportar más que te quiera a ti más que a mí. Y menos cuando soy yo el que le limpia la mierda.

La puerta se cerró tras Simon y Amanda no pudo reaccionar. Se dio la vuelta, incrédula, y vio que Garfunkel se había cagado en la mesa del salón en señal de desaprobación porque todavía no le habían servido su plato de comida.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS