El silencio inaudito de la soledad.

Soledad que aprecio, que entiendo, que deseo.

¿Qué tan en soledad se debe estar? ¿Hasta donde se puede llegar?

Tengo 21 años y al rededor de los 12 años fui aislándome de la monotonía de la gente.

Había pasado malos momentos desde muy pequeña. bullying, mentiras, falsas amistades, gente interesada, desprecio, malos tratos. Fue así como entendí que para dejar de sufrir, no debía estar demasiado cerca de la gente, bajo ningún aspecto.

Desde mi punto de vista, todas las personas hacemos daño, a veces queriendo, y muchas otras sin quererlo. Las personas no medimos el impacto que tienen nuestras palabras, nuestras risas, nuestros malos chistes, nuestras mentiras, o nuestras verdades, nuestros actos, casi nada diria yo, en los demás.

A veces el enojo es mas fuerte, o el creerse superior, o el pensar que se tiene la razón, el ego, la falta de empatía, quizás sea la adolescencia, las hormonas, el querer quedar bien con la mayoría, el pensar que «nunca se va a dar cuenta», menospreciar, ser relativamente «mas vivo» o «mas inteligente», mejor físico, más dinero, y tantas otras cosas mas.

Entonces me senté en un rinconcito de mi habitación, y decidí que era yo quien debía dejar de darle importancia, que ellos no iban a parar, que solamente yo podía imponer los límites, que ellos hicieran lo que quisieran. Límites que en su momento nunca fueron para ellos, sino para mi misma, aunque años mas tarde entendí que también se los debía poner a los demás, cuando quisieran hacerme daño.

Y así lentamente fui rodeandome de nadie.

A los 13 años aprendí a tocar guitarra, asi que pasaba horas encerrada en mi habitación haciendo música, escribiendo canciones, en las que descargaba el dolor que tenía por sentirme tan inferior al resto de las personas.

A los 14 años mi madre me llevó urgentemente al psicólogo porque no salía nunca de mi habitación, sólo para almorzar, ir a la escuela, y a veces cenar. Nadie entendió que fue mi manera de poco a poco, sanar.

Recuerdo haber intentado socializar un par de veces, nuevamente, a pedido de la psicóloga. ¿La verdad? Lo hice dos veces para cumplir con ella y contarle mi experiencia, de compromiso, y nada mas. No fui nunca mas.

Es complicado que la gente entienda, que es la gente quien te aisla, que después la consecuencia es el propio aislamiento decisivo, duradero, firme, fuerte y eficaz.

Es complicado hacer ver que de lo que vos te reías de mi frente a los demás, yo lo lloraba en mi cuarto en soledad.

Sin planearlo, formé mi carácter. A mi se me respeta, porque soy mujer, soy capaz, soy no tan inteligente pero muy perseverante, porque soy persona igual que los demás, porque tener dinero no implica tener neuronas, ni valores, ni posturas. Se me respeta porque sí, pero también porque te respeto, porque no somos iguales y podemos ser diferentes. Se me respeta porque te puedo mirar a los ojos firmemente, y si no pudiera deberías saber respetar igual. Se me respeta porque no estás en mi lugar, porque no sabes lo que vivo, lo que me pasa, y si no me pasara nada deberías saber que igual hay que respetar. ¿Por qué cuesta tanto entenderlo?

A los 13 años fue la última vez que le conté algo a una persona, nunca más confié en alguien, hasta el día de hoy, le creo muy poco a la gente, siempre pienso que todo lo que dicen es «puro verso», pero no me hago problema, total, a mi no me van a decepcionar. Y cuando necesito hablar, suelo escribir, o cantar, es mi forma de soltar.

No se tiene conciencia del impacto. No se tiene conciencia del dolor. La gente lastima y lastima pero no ve, mira, pero no ve. No tiene conciencia de todo y de nada.

Si, muchas veces me sentí demasiado sola, demasiado lejos. A veces el silencio era y es demasiado profundo, muy intenso. Pero lo aprendí a entender. Aprendí tantas cosas, pero una de ellas es, jamás intentes entender a la gente que hace daño a los demás, porque entre el «haber sufrido» y «hacer daño» a raíz de eso, hay una delgada línea que se llama DECISIÓN.

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