Pasión femenina con vergüenza

Pasión femenina con vergüenza

Bueno, si de verdad quieres una confesión, ahí va: He tenido treinta y seis amantes. Bien, sí. Tienes razón. Son demasiados. Hubiese bastado con treinta y cinco. Pero, cariño, el treinta y seis eres tú.
Eeva Kilpi / @microcuentos on twitter

Hace algunos días, sentada en una famosa Fuente de Soda ubicada al Este de la ciudad, alcancé a escuchar una canción que sonaba como música de fondo en el local y, -a pesar de mis esfuerzos por concentrarme en la lectura-, algo de aquella “pieza” llamó mi atención, y decidí prestar atención a la letra.

No es muy difícil saber quien es el autor de las canciones hoy día: los reggaetoneros repiten su nombre artístico y el de la disquera que los promociona, unas cincuenta veces y sin sentido a lo largo de los temas musicales, como si con cada mención ratificaran su poderío dentro del género. Esa vez, cantaban “Los Cadillacs” algo que sonaba más o menos así:

Si me da igual si andas con uno y con otro

porque total yo soy uno y uno mas…

me disfrute del placer de tu compañía

de amanecer todo la noche haciéndote mía

Te disfrute y no hay palabras mas descriptivas

para decir que te aprovechen los que me sigan.

Tu crees que me haces competencia

cambiar de novio con frecuencia.

pero resulta que soy hombre

existe una gran diferencia” (Resaltado propio)

Luego de una rápida búsqueda en internet, se prolongó mi asombro cuando me dí cuenta que, no conforme con el contenido, el título de la canción es “La decencia”.

Entonces pareciera que “la decencia” -según el decir de esta letra- no es una sola. Ésta varía dependiendo de si se trata del hombre o de la mujer. Aquél tipo que tiene varias amantes en su haber, es un Dios. La mujer que “cambia de novio con frecuencia” es una indecente.

Nada de esto es nuevo. Hemos escuchado éstas premisas repetirse a lo largo de los años, desde la crianza en casa hasta la sociedad en general.

Pues bien, criticando estas ideas, ya se pronunció una vez Jean Baudrillard, en su libro llamado “De la seducción”, cuando apuntó:

La sexualidad es esta estructura fuerte, discriminante, centrada en el falo, la castración, el nombre del padre, la represión. No hay otra. De nada sirve soñar con una sexualidad no fálica, no señalada, no marcada. De nada sirve, en el interior de esta estructura, querer hacer pasar lo femenino al otro lado de la barrera y mezclar los términos, la estructura sigue igual: todo lo femenino es absorbido por lo masculino.¿Qué oponen las mujeres a la estructura falocrática en su movimiento de contestación? Una autonomía, una diferencia, un deseo y un goce específicos, otro uso de su cuerpo, una palabra, una escritura — nunca la seducción-. Ésta les avergüenza en cuanto puesta en escena artificial de su cuerpo, en cuanto destino de vasallaje y de prostitución. No entienden que la seducción representa el dominio (…)(…) En lo que respecta a lo femenino, la trampa de la revolución sexual consiste en encerrarlo es esta única estructura donde está condenado, ya sea a la discriminación negativa cuando la estructura es fuerte, ya sea a un triunfo irrisorio en una estructura debilitada.” (Negritas y subrayado agregado)

Y es que, hablar de “pasión femenina con vergüenza” es un oxímoron. Nadie puede experimentar el deseo con timidez y, éstas ideas de que la mujer que cambia a menudo de pareja de sexual tiene una moral flexible y por demás criticable, dificultan el disfrute de una vida sexual plena.

Lo irónico del asunto, es que esos autores de aquella composición nefasta que pretende llamarse canción, seguramente prefieren como amante a una “indecente”, que sea la encarnación en la tierra de la perversión y la depravación, antes que a una mojigata.

Si esto es así, cabe plantearse aquí una interrogante: ¿la idea es entonces buscarse a una santa inexperta que ha tenido pocas parejas sexuales -para cumplir con lo estándares del decoro- como pareja formal, para engañarla con una “desvergonzada”? No sé ustedes, pero si eso no es indecencia, pues por lo menos será doble moral.

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