CAMINO DE SANGRE Y…ROSAS (parte lll)

CAMINO DE SANGRE Y…ROSAS (parte lll)

Haydee Papp

04/06/2018

CAPÍTULO 21

Cuando Cuitiño llegó a su casa se llevó una sorpresa. Suponía encontrar a Rafael alterado y angustiado, sin embargo, lo vio risueño y sereno.

Se reunió con él en la cocina. Estaba tomando unos mates y se deleitaba con unas confituras traídas del Alto Perú.

_ ¡Rafael!¿Usté por acá?_ le preguntó simulando desconcierto.

_ ¡Padrino!¡Que gusto verlo! Por fin estoy de regreso. Y aquí me ve, mimado por esta negra linda que ceba los mejores mates de todo Buenos Aires. Pruebe estos alfajores de Arequipa rellenos de manjar blanco. Sí, sí, son mi debilidad _ lo convidaba mientras se relamía los dedos pegoteados de dulce de leche.

_ Después…ahora quiero charlar con usté a solas. Termine de matear y vaya pa’ el escritorio, ahí lo espero_ la impaciencia lo traicionaba.

_ Ya terminé, padrino. Lo sigo.

Cuitiño lo hizo pasar y cerró la puerta. El proceder relajado de Rafael lo turbaba. «¿Algo me esconde este mocito?».

_ ¿Qué sucede padrino? Lo noto preocupado.

_ No se haga el idiota y desembuche, ¿dónde estuvo?_ estalló.

_ Con Urquiza. Le di la carta del Gobernador, descansé un par de días y regresé. No me pregunte que decía la bendita carta porque no lo sé. Urquiza tenía un humor de perros.

_ No siga tirando de la cuerda y cante el punto. Sé todo lo que hizo estos días. El Goyo lo siguió.

_ Así que el Goyo me siguió,¿eh? _ Rafael fingió asombro. En varias oportunidades lo pescó husmeando en Dolores.

_ Hable claro pué y no me juegue una manganeta.

_ ¡Y que quiere que le diga, si usted ya está enterado de todo!_ Rafael perdió el control y eso le gustó a Cuitiño.

_ Quiero escucharlo de su boca y quiero conocer las razones, ¡carajo! _ le replicó con exasperación.

_ La cosa es que me calenté con Lourdes Aguirrezabala y la única manera de hacerla mi mujer fue casándome con ella. Mire que lo intenté de mil formas, pero la muy yegua se mantuvo firme en custodiar su tonta virginidad. Usted sabe muy bien como son las niñas de la aristocracia porteña…le gusta el manoseo, pero penetrarlas, ¡nunca! Y yo, padrino, estaba caliente como una pava, necesitaba desahogarme…

_ Lo podía haber hecho con alguna de las putas de los burdeles de mi amigo Alen, algunas son muy lindas y ¡muy ardientes!

_ ¿Las probó padrino? _ le guiñó un ojo con picardía.

_ ¡Vaya si lo hice! _ se rió quebrando la tensión anterior._ Pero no me cambie de tema, mocito. ¿Por qué carajos se casó con la Aguirrezabala?

_ Visité algún que otro prostíbulo de la calle El Pecado, pero no se me pasaba la calentura. La quería a ella, padrino, ¡sólo a ella!, ¿puede entenderme?.

_ Claro, hijo. Así que el padre Fermín los casó.

_ El muy tonto se creyó una historia que le inventé.

_ ¿Qué historia?

_ Que estaba peleado con usted, que quería cambiar de vida, que estaba locamente enamorado de Lourdes…

_ ¿Y no está enamorado? – se intranquilizó.

_ Por supuesto que no. Me saqué la calentura y a otra cosa. La inocentona se tragó mi palabrería . La usé y se la devolví a su abuela. La vieja casi explota, hasta me amenazó.

_ ¿Y usté cómo reaccionó? _ preguntó con recelo.

_ Me le reí en la cara. Mire si me va a amenazar justo a mí, el ahijado de la mano armada de Rosas.

_ Parece que el refrán «A corazón ladino, lengua no ayuda», no se ajusta a usté, m’hijo. Usté sí que sabe enlazar a las mujeres. Aunque ahora está casado y eso es un problemón.

_ En absoluto. Antes de marcharnos de Dolores me escurrí en la sacristía aprovechando la ausencia del padre Fermín y arranqué del Libro de Registros, el acta matrimonial. La quemé. Testigos, no hay. Así que estoy liberado de todo compromiso.

_ ¿Por qué no confió en mí?

_ No quería mezclarlo en un asunto de polleras intrascendente. Bastante tiene con todos esos unitarios retovados.

_ ¡Por fin recobré a mi Rafael! _ emocionado lo abrazó con fuerza.

Rafael se mantuvo firme en su papel de hijo pródigo que regresa para continuar la contienda contra los salvajes unitarios, aunque también experimentó una punzada de remordimiento por engañar al hombre que generosamente lo crió. Pero no tenía alternativa, amaba a Lourdes y debía recuperarla, y para lograrlo debía rescatar a Lorenzo.

_ ¿Y por acá, alguna novedad? _ preguntó saboreando un excelente jerez que Cuitiño descorchó para celebrar el rencuentro.

_ Ninguna _ mintió._ Me gustaría saber porque se fue hasta Dolores para casarse. El padre Gaeta lo hubiera casado sin problemas en Nuestra Señora del Pilar

_ Como le explique antes, no quería testigos. Menos riesgos, más placer es mi consigna._ ocultó sus nerviosismo sirviéndose otra copa de jerez.

_ Puede ser aunque…

_ ¿Desconfía de mí, padrino?_ «Ya no sé que más inventar», pensó agobiado.

Cuitiño era muy sagaz para aceptar semejante historia, por momentos ridícula, pero también quería a Rafael y ansiaba con fervor que su relato fuera verdad. Una traición de Rafael lo destrozaría.

_ Confío en usté Rafa, ¡claro que confío! Bueno, mientras se revolcaba con la Aguirrezabala, encajonamos al tío, Lorenzo Escalante.

_ ¿Por qué razón?_ se interesó manteniendo la calma.

_ Es un unitario traidor que conspira contra el Gobierno manteniendo correspondencia con los exiliados refugiados en Chile y Montevideo. Ya lo tenía entre ojos desde la rebelión de estancieros ocurrida en el sur de Buenos Aires, cuando los malditos se resistieron a pagar a la gobernación los derechos de enfiteusis. Por un pelo se me escapó el malparido. Esta vez no lo van a ayudar sus relaciones.

_ ¿Y dónde lo tienen? _ tanteó

_ En Santos Lugares.

_ La Crujía…_ un sabor amargo embargó a Rafael.

«La Crujía», se le daba ese apelativo por el crujir de los huesos de los condenados al ser torturados.

_ Padrino, dejemos de lado ese tema y cuénteme sobre la salud de mamita Pancha. Todavía no la he visto y Jovita no me ha dicho gran cosa.

_ Anda bastante bien, un poco triste desde que usté se jue, pero siguro que cuando lo vea se va a reponer enseguidita. ¿Nunca le haría daño,no?

_ ¡No, padrino!,¿cómo se le ocurre? Usted y ella son las personas que más quiero.

«Eso lo veremos», pensó apenado Cuitiño.

CAPÍTULO 22

«Caprichos del destino,
deseos del futuro vecino
aquel que acaricia la balanza,
que resolverá la adivinanza de la vida,
el acertijo del que no hay huida». Nerea Nieto.

Tina buscó a Lourdes por toda la casa. «¿Dónde se habrá metido esa criatura?». Se le ocurrió entonces echar un vistazo en el dormitorio de Consuelo. Acertó. La puerta estaba sin llave. La encontró ovillada sobre la cama sosteniendo contra su pecho la muñeca de porcelana de su madre.

Tenía los ojos cerrados, pero no dormía; el cabello, como una mantilla dorada, le cubría la espalda. Su respiración, serena. De tanto en tanto, se secaba una lágrima traviesa con el dorso de la mano.

Tina se acercó silenciosamente.

_ Lourdes, querida, debes comer _ le acarició la cabeza con cariño. Estaba preocupada, desde su llegada no hablaba y apenas se alimentaba. Entre ella y Mercedes, a duras penas, pudieron arrancarle el por qué de su dolor: la traición de Rafael.

_ Basta de llorar. Sabes que te quiero como si fueras mi hija. Consuelo fue mi única amiga, la amiga que me contuvo en el momento más amargo de mi vida. Recuerdo que me repetía: «Por muy larga que sea la tormenta, el sol vuelve a brillar entre las nubes».

_ ¡Ay Tina!, Rafael destruyó el amor que sentía por él. No confió en mí, me pagó con engaños.

_ Tuvo miedo, pensó que no lo comprenderías.

_ Supuso mal _ dijo resentida.

_ No seas tajante, niña, quizás en este momento esté arriesgando su vida por salvar a don Lorenzo.

_ ¿Por qué lo defiendes, Tina? Es un mentiroso y lo odio.

Lourdes estalló en un llanto amargo.

_ Querida, me duele verte sufrir. Ya verás, todo se arreglará. Como decía tu madre, hay que tener esperanza porque aunque se sufre, tener esperanza es en sí una dicha.

_ ¿Has querido mucho a mi madre,no?

_ Muchísimo. Antes de morir me hizo prometer que siempre te protegería.

_ Tina, nunca me has contado tu historia.

_ Si me regalas una sonrisa, te la voy a confiar. Pero antes, come algo. Mira, Tomasa te ha preparado estas jugosas empanadas de carne y una deliciosa mazamorra con canela.

Tina la ayudó a incoporarse; le acomodó unos almohadones de terciopelo azul en la espalda y le acercó una bandeja de plata con el refrigerio. Comió sin ganas.

_ Mamá, en su diario, me reveló que tu historia es muy triste, así que si te hace daño recordar…

_ Shhh..deseo contarla porque es una manera de renovar mi esperanza.

Tomadas de la mano, Tina comenzó su relato.

Allá por el año viente, mi marido, recibió la propuesta de trabajo que siempre soñó. El era maestro y enseñaba en el pueblo en el que vivíamos con mis padres. La escuela era un rancho que apenas se sostenía en pie. Poco después de casarnos, los niños dejaron de asistir. Los mayores debían ayudar en las tareas del campo y los menores, en las tareas del hogar.

Defraudado por la incomprensión y el desinterés de los padres, Pedro, mi marido, cerró la escuela y se dedicó a la alfarería.

Le gustaba modelar la tierra arcillosa, pero enseñar…amaba enseñar.

Recuerdo que se levantaba con el canto del gallo y, entusiasmado, preparaba los materiales que necesitaba para la confección de platos, ollas y fuentes que le encargaban nuestros vecinos.

En la última Navidad que festejamos en familia, me regaló un nacimiento bellísimo. ¡El mismo lo pintó! Era un artista.

Una vez al mes se realizaba una feria en la plaza del pueblo. Su puesto era el más visitado.

Vasijas de barro, empuñaduras de cuchillos y cabos de rebenque de hueso tallado, los vendía como pan caliente.

Fue un tiempo de dicha, sobretodo cuando descubrí que estaba embarazada.

Pedro nunca se quejaba de su oficio, pero no era feliz.

Por una amiga de mi madre, me enteré que en la provincia de Córdoba, se requería un maestro para una escuela recién inaugurada.

Sin comentarlo con mi marido, escribí postulándolo. La respuesta tardó, pero cuando la recibimos, ¡que grande fue nuestra alegría! Fue la primera vez que vi llorar a Pedro.

A la semana siguiente, nació nuestro hijo, lo llamamos Miguel como mi abuelo materno.

Cuando me recuperé del parto nos pusimos en camino.

Don Cosme, el curandero, nos prestó su carreta tirada por dos bueyes viejos, pero robustos.

Roque, el pulpero, nos regaló un baúl enorme de quebracho que Pedro aprovechó para guardar sus preciados libros. Era un apasionado de la lectura.

Las amigas de mi madre nos prepararon tres cajas de provisiones: quesos, embutidos, carne salada, hogazas de pan y verduras de sus huertas.

Partimos jubilosos. Pedro y yo viajábamos en el pescante de la carreta; Miguelito, cómodo en una canasta.

A los pocos días de iniciada nuestra travesía sucedió lo inesperado, una fatalidad que cambió nuestro destino…

«Los vi avanzar hacia nosotros. Venían al galope, las caras pintadas, los ojos inyectados de sangre…un malón. Ay, Lourdes, fue horrible. No supe que hacer. Pedro intentó defendernos, pero antes de poder apuntar con su trabuco, un indio de aspecto feroz lo hirió de muerte con una flecha y lo remató con su lanza. En ese momento creo que me desvanecí…Cuando recuperé la conciencia me hallaba en una toldería. Enloquecí…¡Mi hijo!…¡Mi marido!

Recé para que me mataran a mí también;pero no, mi suerte fue peor que la muerte.

El indio que me capturó me hizo su mujer con brutalidad. Sentí asco, repugnancia…el olor de su piel me erizaba. Las noches eran mi peor tormento.

Llegaba ebrio al toldo en donde vivíamos y me sometía con violencia. Al principio me resistí, pero al darme cuenta que era en vano, me mantuve pasiva, permitiéndole que descargara en mí todo su apetito sexual. ¡Dios mío, cuanto lo odié!

Sus otras mujeres, dos ranqueles y una blanca cautiva desde niña, me maltrataban por celos. Cuando iba al monte a recoger leña, me esperaban detrás de algún caldén y me molían a palos.

A mi cargo estaban las tareas más pesadas, además de acarrear agua y leña.Era mi responsabilidad cuidar del ganado, soportando el sol ardiente o el frío que calaba los huesos.

Me obligaron a participar del del curtido de cueros, algo asqueroso. Mis manos estaban tan lastimadas que por un tiempo perdí el sentido del tacto.

Quedé embarazada tres veces y las tres veces la criatura nació muerta. Pincén, mi captor, me acusó de estar maldita. Luego de la tercer pérdida, nunca más me tocó. Esa fue la única alegría que viví en aquella época. Ante su rechazo, las otras esposas se volvieron mis amigas.

Pincén no me regaló ni me vendió porque le rendía como sirvienta.

El alivio me duró poco. Una mañana, un grito desgarró el descanso del aduar anunciando la llegada de la peste, la viruela, el azote de Dios, como la llamaban los indios.

El cacique Yanquetruz, sus capitanejos y la machi, la curandera,se reunieron en asamblea. Cuando concluyó, quedé perpleja con sus resoluciones.

La machi caminó directo hacia mí y escupió mi rostro. Luego comenzó a recitar un discurso brusco en quechua que no comprendí, ya que apenas manejaba la lengua de esos salvajes,

Una cautiva me lo tradujo. Me expulsaban de la toldería por estar maldita. Yo era la culpable de traer la peste al campamento. Mi útero, incapaz de dar vida, me señalaba como hija de Mandinga, el diablo.

La vieja desdentada lanzó sobre mí una maldición: «Ikumi ususi sapay urqu saxsay. Mujer, hija del demonio, que el monte te devore hasta hartarse».

Antes del amanecer, abandoné la población sin agua ni alimentos…sin caballo. Era una condena a muerte, sin embargo, respiré libertad.

No sé cuanto tiempo caminé, los pies me sangraban; los labios, agrietados debido al calor extremo y la sed…sentía fuego en la garganta.

Por las noches dormía debajo de algún espinillo, tiritando de frío y durante el día, caminaba sin dirección, sin fuerzas, lo único que me impulsaba eran mis ansias por sobrevivir, debía encontrar a mi hijo, a mi pequeño Miguel. La esperanza de hallarlo con vida fue la fuerza para seguir luchando.

Una tarde, eso creo, soñé que alguien derramaba agua fresca sobre mis labios. ¡Tan freca! que por mi afán de beberla casi me ahogo. Empecé a toser y al abrir los ojos supe que no había sido una ilusión. Estaba rodeada por rostros que me observaban curiosos. ¡Soldados! Uno de ellos me sostenía la cabeza y me daba de beber. De a poco me fui recuperando y pude contarles mu historia. Ellos, solidarios, se ofrecieron a llevarme nuevamente a la civilización. Pertenecían a una de esas milicias organizadas por ese entonces estanciero Juan Manuel de Rosas, en defensa de los campos contra las incursiones de los indios.

Uno de los oficiales, tenía una hermana monja en el Convento de las Catalinas y me propuso llevarme hasta allá. Accedí agradecida. En el estado en que me encontraba no deseaba regresar con mi familia.

Las monjas me recibieron con reticencia, pero como estaba bajo el ala del oficial de Rosas, me aceptaron como donada, una especie de sirvienta.

No podía pedir más, tenía cama y comida. La pesadilla había quedado atrás.

Mi plan fue quedarme con las monjas hasta recuperar las fuerzas para comenzar la búsqueda de mi hijo, pero las monjas me prohibieron abandonar el convento. De ser cautiva de los indios pasé a ser cautiva de las Siervas del Señor.

Cuando menos lo esperaba, apareció un ángel en mi vida que abrió las puertas de mi infierno, tú Lourdes.

Al fallecer Consuelo, la priora mandó buscar a doña Mercedes.

¡Que buena mujer!, pensé al verla. Te tomó en sus brazos y te besó con tanto amor…

Recuerdo que me miró y con resolución dijo: Vamos Tina. Lourdes y yo te necesitamos. Dejemos este nido de urracas.

Esa noche velamos a Consuelo y a don Alonso, padre e hija reconciliados en la muerte.»

_ Tina, ¡que historia! _ Lourdes jamás sospechó tanto sufrimiento en la vida de sus adorada Tina. Sin embargo, algo la inquietaba._ Lo que me cuentas se parce muchísimo a lo que una vez me confió Rafael.

_ ¿Qué Lourdes?_ se interesó.

_ Sus padres fueron víctimas de un malón en la frontera entre Buenos Aires y Córdoba. Allí lo encontró Cuitiño, llorando dentro de una canasta. En otra oportunidad me contó sobre un baúl repleto de libros que guarda con celo porque supone que perteneció a sus padres. Muchas coincidencias Tina y…¿ si Rafa fuera tu hijo perdido?

Tina sintió que el mundo se detenía. ¿Sería posible semejante milagro después de tanto tiempo?

_ Ay, Lourdes, ¿será posible? Ahora comprendo porque siempre sentí un cariño especial por él.

_ Me alegro tanto, Tina. Debes decírselo_ la animó olvidándose de su enojo con Rafael.

_ No es oportuno Lourdes. Esperemos que se aquieten las aguas. Primero debes reconciliarte con él. Te ama Lourdes, lo sabes. Si te mintió fue por miedo a perderte. Arriesgó su vida por ti traicionando a Cuitiño y ahora lo hace por don Lorenzo, en realidad siempre pone en juego su vida por ti, por el gran amor que los une.

_ No sé…

_ ¡Basta de huirle a la felicidad, niña! Rafael es tu felicidad y la felicidad de ambos es la mía. Sólo hay una sombra que oscurece mi dicha: le debo la vida de mi hijo a un hombre sanguinario que amenaza con destruirlo…

CAPÍTULO 23

«Mi gloria es vivir tan libre
como pájaro del cielo,
no hago nido en este suelo
ande hay tanto sufrir
y naides me ha de seguir
cuando yo remonte el vuelo». José Hernández

Salió al galope muy temprano esa mañana, de Buenos Aires a Santos Lugares.

Tenía su mirada fija en el camino, pero su mente repasaba una y otra vez el plan de la fuga.

Todo se dio mejor de lo calculado. El día posterior a su llegada, Cuitiño mantuvo con él una conversación trascendental para llevar a cabo su cometido.

_ Rafael, acérquese a Santos Lugares con esta orden para Reyes _ le tendió un sobre lacrado.

_ ¿De qué se trata, padrino? _ intuyó lo peor.

_ El fusilamiento de Lorenzo Escalante. ¿Por qué pone esa cara? ¿Acaso le disgusta mi decisión? _ lo sondeó con malicia.

_ Para nada, padrino. Me parece una decisión justa y atinada. Mañana mismo salgo para allá.

Esa misma tarde, se apersonó en el cuartel de Montserrat aprovechando que Cuitiño estaba en cama con un fuerte ataque de cólicos.

La noche anterior, el doctor Alcorta lo asistió con la ayuda de su esposa, que lucía una palidez sepulcral provocada por el susto de ser requeridos por La Mazorca. Cuando se convencieron que no corrían peligro alguno y recobrada la calma, el doctor lo trató con cataplasmas y le recetó una tisana de romero y melisa.

«Debe hacer reposo, Coronel Cuitiño. Caso contrario, el cuadro de cólicos se repetirá», le aconsejó el facultativo.

Rafael sorprendió a Goyo jugando al «truco» con otros dos mazorqueros. Interrumpieron bruscamente el juego de naipes al verlo aparecer.

_ Don Rafael, ¿qué lo trae por acá? _ nervioso, escondió debajo de la mesa la botella de ginebra.

_ ¿Quién está de guardia en La Crujía?

_ Me parece que el Camilo Santibañez. Antiyer me lo encontré en la pulpería. ¡Flor de tranca tenía!

_ ¿Y quién es el oficial encargado de la vigilancia de «los corrales»?

_ El pardo Miguel. ¿Qué le pasa al Coronel que no vino hoy?

_ Los cólicos, Goyo, los benditos cólicos; pero ya está mejor. El tratamiento del doctor Alcorta resultó efectivo.

_ Me alegro que ya estea mejorcito. Dele mis saludos don Rafael.

_ Serán dados. Y …continúen jugando, yo no he visto nada _ se despidió guiñando un ojo con picardía.

Satisfecho con el resultado de sus averiguaciones, emprendió el regreso. «Así que Camilo es el guardia nocturno, ¡que pegada!».

Camilo Santibañez era un paisano bonachón, que para no terminar en la frontera matando indios, se enlistó en La Mazorca. En varias ocasiones, Rafael y él, mantuvieron conversaciones amenas, sobre todo cuando estaban regadas con un buen tinto. En una de esas ocasiones le contó sus desgracias.

Camilo solía frecuentar el «Hueco de Cabecitas», una hondonada poco agradable para transitar. El lugar le debía su nombre a las cabezas de ganado faenado, que allí descargaban las carretas. Esa zona de cuchilleros, prostitutas y ladrones, rodeada por reñideros de gallos, casas de juego y pulperías, fue el escenario de tremendos duelos.

Camilo era un apasionado de las riñas de gallos. Ni bien juntaba unos cobres, aparecía en el reñidero, un verdadero teatro en el que se exhibía sobre un gran tablero las leyes de la «guerra gallesca».

Los gallos, preparados especialmente, esperaban su turno de combate encerrados en impresionantes jaulas de cañas.

La noche trágica, Camilo eligió un gallo de plumaje colorado y negro. Tenía el pálpito que iba a duplicar su dinero. Escuchó gritar : «Apuesten señores al gallo fiero de espuelas de plata, de buen peso y tamaño. No los defraudará». No sólo apostó sus ahorros, sino también, la suma que le prestó el mazorquero Alen para alambrar el rancho de su tata.

Su presentimiento falló, lo perdió todo. Su gallo fue herido seriamente por su contrincante y entre abucheos, escapó de la arena. Lo mismo hizo Camilo.

Al verse impedido de saldar su deuda con Alen, éste casi «lo raja al medio» con el facón de no mediar Rafael que estaba al tanto de los enredos de Camilo. Como ese día Alen estaba de buen humor le perdonó la vida dándole a elegir entre prestar armas en la frontera o incorporarse en La Mazorca.

«Camilo no me negará su ayuda, estoy seguro», pensó con optimismo.

Al divisar los montes de tala y sauces que rodeaban el cuartel de Santos Lugares, respiró profundo para calmar la tensión de sus músculos. Su corazón, desbocado por la ansiedad y la incertidumbre. ¿Reyes le creería? Para colmo de males en el cuartel estaba el desconfiado de Santa Coloma.

Cambió el galope de Moro por un trote sosegado. El portón de rejas estaba abierto. Cuando desmontó en el patio, se le acercó un soldado con el fusil al hombro.

_ Traigo una orden del Gobernador para el Comandante Reyes._ se presentó Rafael

_ Acompáñeme, el Comandante está en su oficina.

Un muchachito harapiento se ofreció a llevar a Moro a los establos mientras Rafael iba al encuentro de Reyes.

_ Lo buscan mi Comandante.

_ Pero si sos vos, Rafael y ¿tu padrino?. Lo esperaba a él.

_ Sufrió un ataque de cólicos que lo dejó muy débil, así que me mandó a mí en su nombre.

Rafael le alcanzó el sobre lacrado y Reyes lo abrió resuelto.

_ Dice «fusílese», pero no está firmada por su Excelencia.

_ Es un detalle insignificante, ¿no, Comandante Reyes?_ lo miró con suspicacia.

_ Espero que Ciriaco no me meta en un lío que me cueste la cabeza._ se lamentó.

_ Nadie se enterará, se lo aseguro. Comandante, antes de la ejecución me gustaría cruzar unas palabras con Escalante, si usted me lo permite, claro está._ lo engatuzó.

_ No hay problema… y ¿cuál sería el tema de la conversación?.

_ Un último intento para que nos revele los nombres de los integrantes del Club de los Cinco.

_ Me parece al pedo, pero probá suerte, a lo mejor…

_ Gracias mi Comandante, tendrá noticias mías si logro que cante el muy bellaco, sino, presencio el fusilamiento y mañana de madrugada regreso a Buenos Aires.

Se dieron un apretón de manos y Reyes llamó a un soldado.

_ ¡Saturnino! ¡Saturnino!, llevalo hasta los «corrales»_ y dirigiéndose a Rafael, le confirmó _ Allá está Escalante. Espero que entuavía vivito y coleando _ se rió, y el aliento a ajo y a vino picado asqueó a Rafael.

Caminó pensativo detrás del mazorquero. «¿Confiará don Lorenzo en mí? Por su bien y el mío, espero que sí.

Rafael y el mazorquero cruzaron el patio y atravesaron el arco de ladrillos que coronaba la entrada del cuartel. En otro tiempo, Santos Lugares había sido una abadía que Rosas expropió a los franciscanos para convertirla en una prisión, central de torturas.
Con paso rápido, enfilaron hacia el monte. Divisó a los prisioneros en el «corral», parecían animales porque eran tratados como tales. Uno de ellos estaba rodeado por tres soldados que le calaban los costados y la espalda con las bayonetas. Miguel García, el oficial de más alto rango, esperaba impaciente su turno para rematarlo de un garrotazo.
Cuando llegaron al corral, el prisionero que había visto de lejos acorralado por los soldados yacía en la tierra con la cabeza abierta por los golpes recibidos.
Rafael disimuló su disgusto ante semejante barbarie con una sonrisa socarrona.
_ ¿Miguel García?_ se adelantó _ Soy el sargento Rafael Cuitiño y tengo autorización del Comandante Reyes para interrogar al prisionero Escalante.
_ Búsquelo usté mesmo _ la respuesta fue seca y tajante. Lo miró con desprecio y luego se perdió entre los presos, hostigándolos.
Rafael miró a su alrededor. Los hombres pasaban delante de él en fila india, cabizbajos, muchos llorando en silencio. Entonces lo vio, maltrecho, con arañazos y picaduras, el rostro magullado. Tenía los nudillos despellejados, le faltaban algunas uñas por escarbar la tierra con el fin de extraer las raíces de los árboles.
_ ¡Lorenzo Escalante! _ gritó.
Lorenzó se alarmó. ¡Cuanto tiempo hacía que no era llamado por su nombre sino por apelativos soeces!
Cuando sus miradas se cruzaron supo que su muerte era un hecho.
_ Necesito hablar con usted antes de que lo fusilen _ quiso que todos lo escucharan.
Lorenzo sintió que se le aflojaban las piernas. «Por fin se termina este suplicio», pensó agradecido.
Mientras los demás se alejaban, Rafael lo retuvo en la puerta del corral.
_ Escúcheme con atención don Lorenzo. Voy a sacarlo de este infierno, se lo prometí a su sobrina y pienso cumplir _ le dijo en voz baja.
_ ¿Por qué me engaña? Yo sé quién es usted, un asesino, un embustero como su padrino _ un ataque intenso de tos lo interrumpió.
«Tanto tiempo a la intemperie debilitó sus pulmones»,. se preocupó Rafael.
_ No tenemos tiempo para discutir. Dentro de unas cuantas horas lo llevarán al patio del cuartel para fusilarlo. Póngase en el segundo grupo. Cuando le ordenen tirar los cadáveres en el zanjón, tírese dentro y cúbrase con los cuerpos. Bien entrada la noche vendré a buscarlo y emprenderemos la huida.
_ ¡Como si fuera tan fácil! Los guardias no nos quitan los ojos de encima. _ se mofó de la idea descabellada.
_ Lo tengo resuelto. En el momento en que estén trasladando los muertos a la zanja provocaré una distracción. Un amigo se escabullirá furtivamente en el corral de los caballos provocando una estampida. Usted aprovechará la confusión para seguir mis instrucciones.
_ Está bien, mi suerte ya está echada. No tengo nada que perder.
_ Confíe en mí.
El próximo paso de Rafael era hallar a Camilo y exponerle el plan. Lo encontró durmiendo a pata suelta en una de las dependencias del cuartel.
_ ¡Camilo! ¡Camilo!
_ ¿Qué pasa? Sí, sí, mi sargento, enseguida me presento en mi puesto…_ se sobresaltó.
_ Tranquilo. Soy Rafael y todavía es muy temprano para tu turno de guardia.
_ ¿Es usté don Rafael? _ parpadeó sorprendido _ ¡que alegría verlo!
_ Camilo, necesito que me hagas un favor, pero quiero que sepas que te traerá muchos problemas.
_ Cuente conmigo pa’ lo que sea. El malparido de Santa Coloma me hubiera mandao pa’ el otro mundo si usté no me defendía.
_ Olvida eso _ y le palmeó la espalda fraternalmente.
_ Desembuche tonce, don.
_ A un amigo lo tienen prisionero en los corrales y me propongo liberarlo hoy mismo.
_ ¡A la mierda!, mire que es corajudo…y yo que pito toco.

_ ¿Tu guardia es en los corrales,no? _ Camilo asintió _ Pasada la media noche me arrimaré al zanjón para rescatar a mi amigo…
_ ¿Y pa’ que quiere un finao? _ preguntó confundido rascándose la cabeza.
_ No está muerto, fingirá estarlo. Tu misión será espantar a los caballos que están en el corral vecino al paredón de fusilamiento y hacer la vista gorda cuando escapemos.
_ ¡Que lo parió!, que manera de jugarnos el cuero.

_ Sé que te pido demasiado, así que si no…
_ Por favor, don Rafael, seré un cobarde pero le prometo que le voy a poner huevos a su pedido _ afirmó «agrandado como galleta en agua».
_ Gracias Camilo. Ahora me siento más seguro. Prepárate, falta poco para el amanecer.
Antes de abandonar la zona de dormitorios, se cercioró de que no hubiera alguien espiándolo. Todo tranquilo. Pasó por la cocina y se sirvió un café fuerte y amargo. Y antes de enfrentarse a los acontecimientos riesgosos que lo esperaban le pegó un beso a una botella de ginebra para darse ánimo.
Al llegar al patio, ya estaban contra la pared el primer grupo de condenados. Se paró junto al oficial que lideraba la ejecución. Con disimulo buscó a Lorenzo. Con alivio constató que estaba en el segundo grupo, esperando ser fusilado.
«Fuego», la explosión de los proyectiles golpeó los sentidos de Rafael y Lorenzo.
«Dios mío no me abandones», imploró Lorenzo.
«Camilo, no me falles», deseó Rafael.
Lo que siguió fue un relámpago de sucesos. Lorenzo se acercó a la pila de cadáveres y con la poca fuerza que le quedaba, arrastró uno de los cuerpos hasta el zanjón. En ese preciso instante una estampida desató el caos. Los mazorqueros intentaron controlar los caballos con malos resultados. De repente, alguien asumió la dirección del arreo consiguiendo controlar la situación.

«¿Y Lorenzo?, ¿dónde está Lorenzo?», se inquietó Rafael.
El segundo grupo ya estaba contra el paredón con los ojos vendados, las manos atadas…»¡Fuego!».
«¡Lo logró!», celebró eufórico.
Con la aparición de la luna llena, Rafael abandonó su habitación con cautela en medio de un concierto de ronquidos.
Camilo, antes de tomar su puesto, alistó a Moro y a un alazán para Lorenzo, provistos de agua, charqui y yerba.
Rafael tomó a los caballos de las riendas y sigilosamente rumbeó para la zanja de cadáveres.
Se paralizó cuando escuchó un «¿quen vívore?», ¿quién vive?.
Silencio. «¿Quen vívore?¡Carajo!», repitió una voz pastosa por el alcohol.
«Mierda, es Snta Coloma!», maldijo Rafael.
_ Ahh, pero si es el afeminao, el niñito del Comandante Cuitiño _ se le aproximó tambaleándose y sosteniendo una botella de caña _ ¿por qué está tan apurao?, ¿acaso está juyendo?.
_ Está borracho Santa Coloma. Regreso para Buenos Aires, como usted sabe muy bien, mi padrino está enfermo y eso me preocupa._ respondió manteniendo la calma.
_ Un día de estos te voy a arrancar la máscara, a mí no me engañás. Andás en algo raro y yo lo voy a averiguar. ¡Cuidate gusano!
Caminó tres pasos hacia adelante intentando sin éxito de desenfundar su cuchillo verijero para atacar a Rafael. Se tropezó con una raíz de tala cayéndose de «trompa».
Rafael, facón en mano, comprobó que su atacante estaba desmayado. «El infeliz perdió el sentido por el pedo que tiene», se rió.
Sin perder más tiempo, llamó a Lorenzo.
Camilo apareció asustado. Había presenciado de lejos el encontronazo entre Rafael y Santa Coloma.
_ Vuelve a tu puesto, éste con la mamúa que tiene, mañana no se acuerda de nada.
Los cadáveres comenzaron a moverse y una figura desgarbada emergió en medio de ellos ofreciendo un espectáculo aterrador.

_ Por acá Lorenzo. Deme la mano. Vamos. Falta poco.
Lorenzo extendió el brazo y con el auxilio de Rafael salió de la fosa. Se arqueó por las naúseas y vomitó bilis.
Al recuperarse, montó sobre el alazán. Se alejaron al trote y cuando ganaron distancia, galoparon con furia hacia la libertad soñada.


CAPÍTULO 24

«Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños». Pablo Neruda

Hacía tiempo que Mercedes no se sentía tan feliz y serena. Los desgraciados sucesos que embistieron contra su familia la habían devastado, sin embargo ahora, la vida de sus seres queridos tomaba un cauce seguro.
Lourdes, reconciliada con Rafael.
Lorenzo, a salvo en Montevideo.
Sentada bajo la sombra del naranjo, recordó la emoción de su nieta al recibir el mensaje de Rafael. Lo trajo Jacinto, el lechero, una mañana lluviosa.
«Mi dulce amor, no temas, Jacinto es un mulato de mi confianza, no nos traicionará. Estos días terribles y de incertidumbre, sólo los he atravesado por la fuerza del amor que siento por ti. Jamás fue mi intención engañarte…tuve miedo, un miedo espantoso a perderte. Gracias a ti soy otro. Estoy dispuesto a enfrentar cualquier riesgo con tal de tenerte a mi lado. Perdóname Lourdes, mi vida no tiene sentido sin ti. Pondré todo de mí para rescatar a tu tío. Ya tengo pensado el plan para rescatarlo; espero contar con la ayuda de un amigo. A don Lorenzo lo tienen prisionero en Santos Lugares. Si bien es un lugar con una estricta vigilancia, confío en mi astucia para liberarlo. Tú también confía en mí, ya verás, todo saldrá bien. Una vez que logremos escapar del cuartel, nos esconderemos un par de días en la casa del señor Atkinson, tu abuela lo conoce. Él se va a encargar de contratar el medio de transporte para una evasión segura. Resuelto este escollo, Jacinto te acercará otro mensaje proponiéndote el lugar y el día para encontrarnos. Sueño con tu perdón, lo ansío con vehemencia. Tuyo, Rafael».
Desde ese momento, Mercedes vivió sobre ascuas; y Lourdes, entre la ensoñación y el temor.
Finalmente recibieron la noticia tan esperada.
«Pasadas las dos de la madrugada, una pequeña balandra puso rumbo a Montevideo sin contratiempos a don Lorenzo. El se encuentra bien, a pesar de haber llegado a la casa del señor Atkinson débil y con fiebre. El doctor Fernández obró el milagro. Don Lorenzo es un hombre de una fortaleza admirable y de una voluntad inquebrantable..bueno, tú ya lo sabes. Te manda un beso enorme y otro para su queridísima hermana, así llamó él a doña Mercedes. No se preocupen don Lorenzo está recuperado y con férreas intenciones de luchar contra el régimen rosista. Estoy feliz por haber podido cumplir mi promesa: tu tío está a salvo. Ahora es nuestro turno. Mañana, a media noche, pasaré por tu casa. Nos debemos una charla. Te amo, Rafael».
Mercedes respiró tranquila, su hermano estaba seguro en la orilla vecina. Seguramente nunca se enteraría del calvario sufrido por Lorenzo en «La Crujía», pero algo se imaginaba provocándole una inmensa angustia.
«Las circunstancias de la vida pueden derribarme, pero nunca aniquilarme. El futuro se abre prometedor. Debo seguir en pie por Lourdes, ella me necesita».
Aguardó con impaciencia el encuentro de los jóvenes.
Tina estaba desesperada por verlo y revelarle que era su madre. Deseaba abrazarlo, besarlo, expresarle su amor tantos años guardado en su corazón destrozado.
La noche señalada llegó. Lourdes se paseaba nerviosa a través del patio. «No viene, no viene…¿le habrá pasado algo malo?, ¿Cuitiño lo habrá descubierto? ¡Ay Dios mío, ayúdanos!».
En ese momento escuchó el trote de un caballo. «Moro», pensó anhelante. El chirrido de la puerta de rejas le anunció su llegada. Era él, su Rafa. Corrió y se arrojó en sus brazos.
Los besos surgieron con frenesí, el ardor los consumió. Lourdes logró apartarse para comprobar que no estuviese herido.
_ ¿Estás bien Rafa? Estaba tan preocupada…
_ Estoy bien y don Lorenzo, también. Ahora mismo debe estar en la casa del General Lavalleja que gentilmente lo ha hospedado.
_ Gracias, muchas gracias. Has arriesgado tu vida y aún la sigues arriesgando. Si tu padrino llegara a sospechar…
_ No debes agradecerme, lo hice por ti, para ser digno de tu perdón y de tu amor.
_ Te amo, nunca dejé de hacerlo. Empecemos de nuevo Rafa, sin mentiras ni traiciones.
Se dejaron llevar por el fuego de la pasión, sedientos de caricias y besos…nada importaba, sólo ellos.
Saciados el uno del otro y con el espíritu exultante, se dispusieron a enfrentar los nubarrones que amenazaban su felicidad.
_ La abuela quiere hablarnos y Tina está ansiosa por verte._ le dijo aún abrazada a él.
_ ¿Tina?, ¿por qué? _ se intrigó.
_ Ella ya te lo explicará _ contestó divertida.
Mercedes los esperaba ansiosa en el salón.
_ ¿Se han reconciliado, verdad?_ se sentía feliz por ellos. «Este amor es la esperanza y la luz que necesitamos en estos tiempos de desasosiego y oscuridad», reflexionó con fe.
_ Sí abuela, no permitiremos que nos separen.
_ ¡Así se habla! Vengan, siéntense a mi lado, tenemos que preparar la huida. Rafael, bien sabes que tu padrino es un peligro latente para ustedes. Victoria Reynafé, una amiga incondicional, me ayudará a confeccionar un itinerario de Buenos Aires a Bolivia. El río no es una vía de escape segura. Gracias a Dios Lorenzo pudo cruzarlo sin contratiempos. Pero justamente hoy me notificaron que Rosas mandó reforzar la vigilancia en toda la costa. No podemos correr riesgos. Bolivia es lo más acertado.
_ Estoy de acuerdo con usted _ Rafael se impresionó del ímpetu que mostraba Mercedes, para él siempre fue una mujer frágil a la que se debía proteger.
_ Cuento con muchos contactos a lo largo de todo el recorrido que deberán hacer hasta Bolivia. En sus hogares podrán esconderse y reponer fuerzas. Con Victoria trazaremos una ruta de escape.
_ ¿Victoria saldrá de su encierro? _ se asombró Lourdes.
Desde la ejecución de sus hermanos, acusados de asesinar a Facundo Quiroga, caudillo de La Rioja, vivía confinada en su casona. Sólo aceptaba la compañía de Pedro Caminos, su eterno enamorado.
Su círculo social la aisló por el supuesto delito de sus hermanos menores. Mercedes permaneció fiel a la amistad que la unía a Victoria, una mujer de espíritu combativo y alma generosa.
_ Por supuesto, Victoria sabe lo que significa ser perseguido y acorralado injustamente. Ella lo ha vivido en carne propia. ¡Victoria, mi querida amiga!
_ Abuela, que sería de mí sin usted _ y como lo hacía de niña, se arrojó en sus brazos llenándola de besos.
_ Bonita, que sería de mí sin ti. Pero bueno, además es imprescindible que cuenten con pases, serán falsos, naturalmente. Son muchos los kilómetros que tendrán que recorrer y muchos los peligros que tendrán que sortear. Eso también lo tengo resuelto.

_ ¿Cómo lo hizo? _ Rafael estaba impresionado, «¿de dónde salió esta mujer? Su astucia me asombra».

_ Me entrevisté con el General Prudencio y no tiene inconvenientes en facilitármelos.
_ ¿El General Prudencio?, ¿el hermano de Rosas? ¿Por qué se arriesgó de esa manera? _ se alteró Rafael.
Mercedes le quitó importancia riéndose con ganas.
_ Con Prudencio nos conocemos desde la infancia. Fuimos, como les diré…casi novios, él haría cualquier cosa por mí…¡y lo ha hecho!. Tienen sus pases.
_ Doña Mercedes, usted es increíble. ¿Cuál es mi papel en su plan?
_ Además de proteger a Lourdes, debes disimular. Cuitiño no debe tener la menor sospecha. Lo más sensato es que no vuelvan a verse hasta el momento de partir.
_ Tiene razón doña Mercedes, se me rompe el corazón pero es lo mejor para la seguridad de todo _ Rafael y Lordes permanecían tomados de la mano.
_ Antes que te retires, Tina desea mantener una conversación contigo. Voy a buscarla.
Rafael estaba perplejo. ¿De que querría hablar con él una mujer que apenas conocía?, ¿cuál era la urgencia?


CAPÍTULO 25

«Grande es siempre el amor maternal, pero toca en lo sublime cuando se mezcla con la admiración por el hijo amado». Angel Ganivet

Cuando Mercedes le comunicó a Tina que Rafael la esperaba en el salón, se paralizó. Miedo y felicidad se conjugaron impidiéndole reaccionar.

_ Tina, ve, tu hijo te espera _ la animó Mercedes.

_ No sé que decirle.

_ La verdad.

_ ¿Y si me rechaza? _ temió.

_ ¿Por qué piensas tal cosa? El te amará, estoy segura _ un apretón de manos le transmitió la fuerza que Tina necesitaba en ese momento crítico._ Ve, no lo hagas esperar.

Atravesó los patios con el corazón en un puño. «Mi hijo, mi hijo», repetía emocionada.

Cuando lo vio se le llenaron los ojos de lágrimas. Tantos años de búsqueda inútil, tanto dolor…sin embargo su esperanza del reencuentro nunca murió.

El, desconcertado por la actitud de la mujer, se le acercó.

_ Buenas noches Tina. Me ha dicho doña Mercedes que tiene algo importante que decirme.

_ Mejor los dejo solos _ Lourdes intentó escapar para darles intimidad.

_ No Lourdes, quédate por favor _ le suplicó Tina.

«¿Cuál será la reacción de mi muchacho?, ¿me creerá?», pensó nerviosa.

Frotó las palmas de sus manos en los pliegues de la pollera para secar el sudor. Un torbellino de emociones le impedía comenzar su relato.

Lourdes la acompañó hasta uno de los sillones. Los tres se acomodaron tensionados; los sentidos, expectantes.

Con voz muy baja comenzó su historia. Su mirada fija en el semblante de Rafael, midiendo sus reacciones.

_ Años atrás Pedro, mi marido; mi hijito recién nacido y yo emprendimos un viaje hacia un pueblito enclavado entre las fronteras de Córdoba y Buenos Aires. Eramos tan felices, por fin se hacía realidad el sueño de Pedro…tendría su escuela. Era maestro, ¿sabes? y adoraba enseñar. Todavía recuerdo su entusiasmo al cargar en la carreta que nos trasladaría a nuestro destino, aquel inmenso baúl repleto de libros.

«La lectura hace al hombre completo; lo conversación lo hace ágil…

_ el escribir lo hace preciso», Francis Bacon _ Rafael terminó perplejo. «¿Qué trata de decirme esta mujer? ¿Un baúl repleto de libros?».

_ Era la frase preferida de Pedro _ Lourdes le alcanzó un pañuelo de encaje para secar las lágrimas que corrían inquietas por sus mejillas._ ¿La conoces, verdad? Tenía la costumbre de estamparla en la primer página de todos sus libros.

Rafael comenzó a vislumbrar una verdad velada, que poco a poco asomaba a la luz.

_ Pero ese viaje esperado y soñado se truncó inesperadamente. Fuimos atacados por un malón de ranqueles. A mi marido lo mataron, yo fui tomada cautiva y nunca supe la suerte de mi hijito hasta…que Lourdes me contó sobre tus orígenes…todo coincide, las fechas, tus años, las circunstancias en que te encontró Cuitiño…

_ El baúl, lo tengo en mi poder junto con los libros enmarcados por esa dichosa frase…Entonces usted es..

_ ¡Tu madre! _ Tina lo abrazó, lo apretó contra su pecho con desesperación. Había recuperado su preciado tesoro durante tanto tiempo extraviado.

_ ¡Madre!, pensé que había muerto, eso fue lo que me contó mi padrino.

Ambos lloraban y reían a la vez. Lourdes los observaba compartiendo la misma emoción.

_ La esperanza de encontrarte fue lo que me mantuvo viva durante mi cautiverio. Y cuando finalmente me liberaron, inicié una búsqueda a ciegas. No tenía idea por donde comenzar, igualmente indagué en los cuarteles, en la Casa de niños expósitos…nada. Me atormentaba pensar que hubieras sido también víctima de los indios…pero no, hoy te tengo en mis brazos, un hombre digno y valiente.

_ He cometido muchos errores madre, de los que me avergüenzo.

_ Todos los cometemos, la grandeza está en el arrepentimiento y tú te has arrepentido._ lo besó en la frente.

_ Madre, tanta felicidad me supera, ¿qué más podría pedir a la vida? En un mismo día me ha devuelto a mi madre y a la mujer que amo hasta la eternidad.

_ El nombre que elegimos tu padre y yo para ti fue Miguel, sin embargo Rafael es igual de bello. En algo hemos coincidido con Cuitiño, hemos elegido nombres de ángeles.

Rieron sin aflojar el cálido abrazo que los unía.

Lourdes los contemplaba con el corazón rebosante, estaba convencida que el amor que la ligaba a Rafael estaba bendecido por el Cielo. Ese encuentro lo atestiguaba y la simiente que florecía en sus entrañas, también.

El potente gong del reloj de pie que enjoyaba la sala, dio las cinco de la tarde. Las amigas entrañables urdían la fuga de los enamorados. Se las veía relajadas, gozando del proyecto que las unía.
Mercedes y Victoria, dos mujeres marcadas por el sufrimiento pero empecinadas en la lucha por sus convicciones. Juraron que ningún hombre les volvería a imponer procederes de vida o atropellarlas con imposiciones, ellas eran independientes.
A pesar de rondar ambas los sesenta, irradiaban belleza, vitalidad y la energía de una quinceañera. Sus ojos mantenían la chispa de una primavera eterna. Sus arrugas, apenas perceptibles, no delataban vejez sino sabiduría y experiencia.
Conversaban animadas, tratando de armar un rompecabezas que tendría como resultado final, la libertad.
Lola, en silencio, les cebaba mate con hojitas de menta y endulzados con miel.
_ ¿Qué noticias tienes de tu hermano Mecha? _ se interesó Victoria con su característica voz rasposa.
_ A salvo en Montevideo. Espero que pronto pueda escribirme.
_ Claro que sí, querida. Gracias a la red que tejió la Logia Unitaria, hoy podemos estar al tanto nuestros afectos que se vieron obligados a exiliarse _ lo expresó con enojo y nostalgia._ Tú tienes la alegría de saberlo a salvo, en cambio yo…
_ ¡Ay Victoria!, ya no llores, has hecho todo lo posible por tu hermano Francisco. El siguió el camino que creyó justo. Murió con hidalguía. Prefirió la muerte antes que entregarse al escarnio del enemigo.
Francisco Reynafé, acusado por Rosas de asesinar a Facundo Quiroga, caudillo de La Rioja, logró escapar aunque no sus otros tres hermanos, que fueron juzgados y colgados en la Plaza Mayor.
_ Pero Mecha, cuando pienso que se arrojó a las aguas del Paraná y sin saber nadar…¡que muerte, Dios mío! Odio a Rosas, ¡como lo odio! Lo maldigo mil veces a él y a López que traicionó a mis hermanos, abandonándolos a sus suerte.
Estanislao López, caudillo de la provincia de Santa Fe, temiendo que Rosas lo involucrara en el atentado contra Quiroga, entregó a los Reynafé, amigos y aliados, desentendiéndose cobardemente del conflicto.

_ Llegará el momento en que esos malparidos recibirán el castigo que se merecen. Lola, deja ya esos mates y tráenos el licor de naranjas que está en el aparador. Necesitamos algo fuerte.
_ Tú y Pedro han sido mis bastiones, sin ustedes no sé que habría sido de mí.
_ Pedro es un tesoro y te quiere incondicionalmente. No entiendo porque no te has casado con él. ¿Cuántas veces te lo ha pedido? _ se rió buscando aflojar la tensión.
_ Cientos, desde nuestra juventud que viene insistiendo, pero no, nuestro tiempo ha pasado…
_ ¡Tonterías! Ábrete a la felicidad Vicky y haz feliz a ese pobre hombre que te adora. Y ahora, toma ese licor que es una delicia, lo ha hecho Tomasa. ¡Hummm!, esto nos levantará el espíritu._ Continuemos. Así que el mejor día para que salgan de Buenos Aires es el veinticinco de diciembre porque…
_ Porque las calles estarán desiertas. Todos estarán durmiendo luego de una abundante cena de Noche Buena y…
_ Y por haber asistido a la Misa de Gallo, claro. Además la mayoría de los mazorqueros estarán tirados con una «flor de tranca», desatendiendo la vigilancia.
_ ¡Mecha!_ festejó Victoria_ ¡que vocabulario es ese!
_ Así me gusta verte Victoria. La risa te sienta bien
_ Bueno, bueno, sigamos. De Buenos Aires irán San Pedro. Fray Cayetano los puede albergar unos días en el convento. Desde allí a Córdoba. Clara, ¿te acuerdas?, la novia de mi pobre Francisco, se ha ofrecido generosamente a hospedarlos. Clara siempre le fue fiel a Francisco.
_ Tu hermana María Teresa, ¿nos ayudará?
_ No lo dudes. Ella y Froilán los esperan en Sinsacate. Luego Lourdes y Rafael podrán llegar hasta La Domada, en donde mi hermana Catalina tiene una finca alejada del control federal. Allí estarán seguros.
_ Ya que estarán en Catamarca podrán continuar hasta Ipizca. Eulalia estará más que dispuesta a darnos una mano. Tú sabes como es.
_ Una guerrera. No hay quien se le oponga. ¡Que paciencia tiene José Domingo! Eso sí, es una madraza, sus siete hijos la adoran.
_ Te apuesto que un día de estos encabezará una revolución _ profetizó Mercedes.
Lo que ni Mercedes ni Victoria imaginaban, era que Eulalia efectivamente, encabezaría en 1862 una revuelta que sería conocida como «La Revolución de las Mujeres».
_ Y hablando de mujeres de carácter, ¿sabes algo de Macacha? _ Victoria se refería a la hermana de Martín Miguel Güemes, militar que al mando de sus gauchos cumplió una destacada labor en la guerra de la Independencia.
_ Estamos algo distanciadas. Quiero mucho a Macacha, pero nuestras ideas políticas nos separan. Ella defiende con ferocidad los principios de la Federación.
_ Es increíble la forma en que ayudó a Martín en la guerra.
_ Recuerdas aquella vez que estando Macacha al mando de un destacamento que debía defender la frontera de los realistas, los gauchos comienzan a retroceder ante el enemigo y ella les grita desaforada: «Cobardes, vean como pelean las mujeres en mi tierra», empuña una lanza y a todo galope se enfrenta a las tropas realistas. ¡Que temeraria!
_ Macacha como yo, sufrió muchísimo con la muerte de su hermano
_ ¡Cuanto padeció antes de morir!
_ Y ella a su lado, asistiéndolo. Le escribiré y haz tú lo mismo Mecha.
_ Lo haré. Entre nosotras la distancia nunca fue un obstáculo para fomentar la amistad, una amistad que es fuente de consuelo. En estos tiempos turbulentos, las mujeres que luchamos contra la insensatez y la soberbia de los gobernantes que se niegan a escuchar la voz de la oposición, debemos estar más unidas que nunca para hacerles comprender que sólo el diálogo y la renuncia a los propios intereses podrá hacer de esta tierra una Patria Soberana, digna herencia para nuestros jóvenes.

_ Por eso mismo estamos tratando de poner a salvo a esta pareja, que se enfrenta a un poder político opresivo que pisotea los derechos del hombre.
Y así, entre mates, licores, risas y algún que otro llanto, continuaron planificando y casi sin darse cuenta, dibujaron un mapa de mujeres valientes y audaces, dispuestas a entregarse en cuerpo y alma a sus ideales. Mujeres que amaron a sus hombres, muchas veces pagando un alto costo del que nunca se arrepintieron. Mujeres rebeldes que buscaron su lugar en una sociedad pacata, rompiendo reglas y costumbres puritanas. Mujeres con alma de Patria.


CAPÍTULO 26

«…porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado…» Pablo Neruda

La enfermedad de doña Francisca empeoró de forma alarmante durante la primavera. Ciriaco y Rafael compartían una profunda tristeza, el temor a perder a la viejita aguerrida que siempre veló por ellos.
Se acercaba la Navidad. El clima festivo puso un paréntesis a los enfrentamientos políticos que se vivían en la ciudad, aunque la angustia por los parientes exiliados se agudizaba, y el odio crecía. Perdón y reconciliación, dos sentimientos ausentes en el corazón de los argentinos.

Fue doña Francisca la que insistió para que Jovita, la negra dicharachera, con la ayuda de los demás sirvientes, engalanara la casona con adornos navideños. Armaron un pequeño abeto en la sala de recibo junto al clavicordio y a la izquierda del arpa. Lo embellecieron con manzanas rojas; en sus ramas, colocaron velas aromáticas. Al pie del árbol, se dispuso un exquisito pesebre de colorida cerámica. Siempre bajo la atenta mirada de la anciana.
Una vez dispuesto todo según su agrado, regresó a su dormitorio para continuar con el reposo indicado por su médico, últimamente se agitaba por nada.
Jovita le preparó un té de tilo y se lo acercó a la cama.
_ Vos siempre tan considerada con esta pobre vieja. Me tomo el té y te vas a descansar, la siesta es sagrada. Hoy no te di ni un minuto de descanso, ¡pobrecita!.
_ ¡Que alegre está casa!, ¿no doñita?
_ Muy alegre…lástima que esta sea mi última Navidad _ su voz se quebró.
_ No diga eso,doña Pancha, me asusta cuando habla así _ Jovita se santiguó tres veces seguidas para ahuyentar a la Parca.
_ No tengás miedo ni esteas triste. Que mejor fecha pa’ morir que el cumpleaños de Jesús_ le respondió sonriendo.
En ese momento, Rafael se presentó en el dormitorio simulando enojo.
_ Jovita, te advertí que mamita Pancha debe descansar. Si habla mucho, se sofoca…le cuesta respirar. _ le aclaró al ver su gesto de desconcierto.
_ No la retés Rafa, soy yo la culpable _ bebió el té y Jovita se retiró malhumorada por la reprimenda.
_ Ahora quiero que duerma. Es una orden.
Rafael la besó con ternura en la frente, pero cuando se alejaba de la cama, doña Francisaca lo retuvo.
_ Quedate un ratito conmigo, por favor.
_ Si me promete que va a quedarse calladita.
_ Llevate lejos de Buenos Aires a la Lourdes. No sé por que volvieron, pero tienen que marcharse antes de que sea tarde _ le costaba respirar _ ¿Están juntos entuavía? ¿Se siguen queriendo?
_ Cálmese viejita, no se altere. Sí, nos queremos más que nunca y tenemos planeado abandonar Buenos Aires el día de Navidad. Lo único que me duele es dejarla a usted._ se estremeció.
_ Por mí no te priocupés, soy una vieja enferma a la que le quedan pocos días…Sí, si, no me hagás callar. Deseo que haiga un lugar en el la Lourdes y vos puedan ser felices. Seré inorante, no ciega. Quiero al Ciriaco, pero cuando la violencia lo enloquece…Tengo miedo por vos Rafa, tengo miedo de que te pase algo malo. Conozco al Ciriaco y sé de lo que es capaz cuando se enjurece. ¡Prometeme que te la vas a llevar lejos! ¡Prometémelo!_ se exaltó.
_ Se lo prometo viejita, se lo juro…Y ahora duerma un poco, va a ver como todo se soluciona…duerma viejita, duerma..

Rafael permaneció a su lado sujetando con cariño una mano curtida por los años y el trabajo pesado, una mano que le prodigó caricias y coscorrones, la mano de su mamita Pancha.
Enjuta, de una tez morena abarrotada de arrugas; ojos vivarachos, ahora velados por cataratas; inquieta y astuta. Una luchadora que dio batalla a un destino plagado de sacrificios, humillaciones y privaciones.
«Mamita Pancha, que ese Dios en el que tanto confía, la lleve en sus alas hasta un vergel de paz y felicidad», rogó Rafael. Con ojos humedecidos abandonó el dormitorio. En el pasillo se topó con Cuitiño.
_ Rafael, el doctor Muñiz me dijo que no hay nada que hacer. La vieja se me muere no ma’ _ estaba desolado.
_ Animo padrino, debemos ser fuertes, ella no merece nuestra debilidad.

_ Pobrecita, se deslomó lavando ropa ajena y ahora que puedo darle comodidades se me va. ¡Mire que jui bruto con ella! Cuantas veces le grité y ella nunca me retrucó _ la conciencia lo aguijoneaba.
_ No se torture padrino. Usted es lo más importante para ella. Lo quiere y lo comprende como nadie. Venga, vamos a la cocina a tomarnos una ginebrita, nos va a caer bien a los dos.
Esa fue la última vez que compartieron una bebida, la última vez que se consolaron mutuamente, el último instante de armonía.


CAPÍTULO 27

«Una lluvia de perlas hermosas
cayendo en mis manos ensangrentadas
convirtiéndolas en rubíes
por una terrible venganza». Mauricio S. Boulogne

Mientras que todas las casas de Buenos Aires se vestían de Navidad y se preparaban apetitosos platillos, el hogar de Ciriaco Cuitiño lloraba.
El diagnóstico del doctor Muñíz fue terminante, «no pasa de esta noche». Rafael no se apartaba ni un segundo de doña Francisca y Cuitiño respiraba al compás de la respiración de su madre.
Pasadas las diez de la noche llegó una visita inesperada: Santa Coloma.
Rafael al verlo maldijo para sus adentros. «¿Este que se trae entre manos?».
Cuitiño y Santa Coloma se encerraron en el escritorio. Luego de una hora, Cuitiño salió hecho una fiera. Tenía el rostro amoratado y la mirada, salvaje, asesina.
_ ¡Rafael!, ¡venga!_ lo llamó con voz cortante.
Rafael se le acercó con calma. Pasó delante del alcahuete que le sonrió cínicamente.
_ ¿Qué sarta de mentiras le trajo este imbécil?
_ ¿Uste’ ayudó a escapar a Escalante? ¡Conteste, mierda!
_ Sí _ fue su respuesta lacónica, no dio más explicaciones.
_ Me traicionó Rafael. Confié en uste’, y uste’ me clavó un cuchillo por la espalda.
_ Sólo defendí la verdad y la justicia _ afirmó con convicción.
_ Lo que uste’ defendió fue la calentura que siente por esa perra, la Lourdes Aguirrezabala. Esa niña de sociedad que cuando se le pase el capricho, lo va a dejar en la estacada, humillado y destruido.
_ Amo a Lourdes. Ella perdonó mi pasado, me ama tal cual soy. Nos casamos y viviremos juntos. Nadie lo impedirá, ni siquiera usted, padrino.
_ ¡Jamás!, antes lo mato. Lo eduqué pa’ defender el ideal federal, no pa’ revolcarse con una inmunda unitaria. Yo siempre le jui leal Rafael.
_ Padrino, no me hable de esa manera. No soy un traidor, pero ya no estoy dispuesto a asesinar o a torturar en pos de las ideas de un hombre que se cree todopoderoso.
_ Cuidado con el tono que emplea al referirse al Gobernador. Gracias a don Juan Manuel hoy mi máma puede morir con dignidad.
__ Me marcho padrino. Por favor, no me lo impida. Mamita Pancha me dio su bendición _ le suplicó tratando de suavizar los ánimos.
_ ¡Salga de mi vista!, verlo me revuelve las tripas. Lo quise como a un hijo, y ¿así me paga?. Por respeto a mi viejita no lo mato ahora mismo. Pero le juro que me las va a pagar. ¡Cuídese!
Jovita entró como un vendabal, lloraba y gritaba a la vez.
_ ¡Doña Pancha se murió, patroncito, se murió!
Cuitiño, de un empujón, la apartó de su camino y corrió al dormitorio de su madre. Rafael lo siguió, pero cuando intentó atravesar la puerta, Cuitiño se lo impidió.
_ No se atreva, uste’ perdió todo derecho, ya no pertenece a esta familia. ¡Lárguese con su puta!
Rafael se marchó desconsolado, nada lo ataba a esa casa. Buscó a Moro y a las dos yeguas que había preparado para la ardua travesía.
Lourdes, al verlo devastado, lo abrazó y besó.
_ Mamita Pancha falleció. Cuitiño me echó amenazándome de muerte.
Lourdes se estremeció. La pena de Rafael era suya también.
_ ¡Fuerza Rafael!, doña Francisca goza de la paz eterna _ lo animó Mercedes _ Y con respecto a tu padrino, sabíamos que esa sería su reacción. Es un resentido que goza infringiendo dolor.

_ No, doña Mercedes. Estoy seguro que todavía me quiere, sólo que su carácter violento lo enceguece. Por eso hace y dice cosas de las cuales después se arrepiente. No conozco persona más fiel que él. Sí,sí, ya sé, se equivocó al poner su lealtad en el tirano de Rosas…No trato de justificarlo, pero no puedo evitar sentir un profundo cariño hacia él…
_ Muchacho, no te debe avergonzar amarlo. El ha sido tu padre, te ha cuidado y protegido; pero también es cierto que está enfermo. Hay enfermedades del alma más dañinas que las del cuerpo, y Cuitiño destila el veneno de la venganza _ sentenció Mercedes.
En ese momento hizo su aparición Tina, traía una bandeja de plata cargada de copas.
_ ¡Hijo!, ¿qué sucedió? Aún es temprano para reunirte con nosotras.
Rafael, lentamente, repitió la historia a su madre.
_¡Maldito Cuitiño!, no serán libres hasta tanto no muera _ se exasperó Tina.
Mercedes intervino para calmar las aguas.
_ Hoy es un día muy importante. Doña Francisca desde el cielo los guiará y protegerá, no lo duden. Y ahora brindemos en esta noche especial por una pareja especial. Por tí Rafael, que el Señor te conceda una mente de hielo capaz de tomar decisiones rápidas y seguras. Y por ti Lourdes, que ese corazón de fuego que tienes, defienda tus creencias y sentimientos creando una muralla que siempre los mantenga a salvo.
_ ¡Por Lourdes y Rafael! _ exclamó emocionada Tina.
Luego de la cena y para acallar habladurías, las mujeres fueron hasta el convento de los franciscanos para admirar el pesebre que todos los años se acostumbraba armar en dicha iglesia.
Allí se enteraron que Camila O’Gorman y el sacerdote Ladislao Gutierrez habían huído juntos. Nadie conocía el paradero de los prófugos. Se los buscaba afanosamente para castigarlos por inmorales y herejes.
Lourdes al escuchar los comentarios condenatorios, se desvaneció.
Mercedes y Tina pudieron sostenerla antes de que cayera golpeándose contra el piso de piedra. Un caballero las socorrió acercando un sillón para que acomodaran a Lourdes.
Mientras Mercedes la abanicaba, varias damas piadosas se lamentaban por haber mencionado el delito de Camila ante una joven tan susceptible y delicada, incapaz de soportar semejante corrupción.
Mercedes, sin embargo, imaginó que el desmayo había sido provocado por otra razón. «Mi niña está en estado de buena esperanza», se alegró.
De regreso, no le mencionaron a Rafael el malestar de Lourdes. «No debemos preocuparlo», les rogó la joven. Tina y Mercedes aceptaron a regañadientes.
A las dos de la madrugada de una jornada calurosa, la pareja inició un camino hacia la libertad.



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