Cap 1

Del día que llovío fuerte.

Jueves 3:00 AM. Suena un timbreo áspero, difícil de tolerar despierto.Andrés no está despierto, está durmiendo. El timbre no dejo de sonar durante unos ocho minutos aproximadamente, y se detuvo completamente. Andrés no lo sintió sonar nunca.

La mañana del viernes comienza a todo volumen, el despertador de su teléfono móvil vibra y entona la canción repetida de todas las mañanas, él, se jura que va a cambiarla, porque de tantas veces repetida lo cansó. No es de los tipos más criteriosos para buscar ropa, ni siquiera demora mucho en el baño acicalándose, para decirlo más determinadamente, no es un pulcro, ni tampoco un sucio. Es un tipo vagamente arreglado, pero que va por la vida vestido como le den ganas, un poco desequilibrado, y no muy dúctil. Andrés trabaja vendiendo motos en una concesionaria poco afamada, por eso, no le piden vestir un uniforme, es mediano, no muy bajo, ligeramente corvo, cuello largo, rasgos bien marcados, pelo corto castaño, ojos del mismo tono, usa una boina que puede esconder como algunas partes de su cabeza van quedando calvas, disimula también sus ojeras con anteojos de sol, y tiene la costumbre, de fumar cigarrillos. Cada una hora y un poco más, y si no hay mucha clientela, se va para afuera, y ensaya su ritual de muerte, hasta que la colilla se le apague en la mano. Desde ahí lo ve todo, ve el movimiento de la mañana, y la cantidad de gente, así, puede prever cómo será el día, o que hará luego, cuando salga a las tres de la tarde. Esa mañana estaba muy quieta, la gente no estaba dando vueltas por el barrio, ni había algún pez al que tirar el anzuelo. La calle parecía desierta, incluso como no muchas veces pasaba, podía ver a otros comerciantes también practicando el mismo ritual de muerte en las veredas continuas. Tanta tranquilidad lo preocupaba un poco, pues sus honorarios no serían los mismos. No estuvo mucho rato pensando en ello, de hecho se distrajo enseguida con una mujer que pasaba por enfrente, e inmediatamente dejo de pensar. Y si bien la mañana estaba tranquila, y la vista parecía óptima para disfrutar del sol que resplandecía, no será justamente este día, otro día más, en la vida de Andrés.

Acordate que tenes que venir la ropa que es para Cintia, decía un mensaje de whatsapp que le mando Darío (un amigo). Eran las seis de la tarde, el trabajo ya era historia completa por hoy. Andrés estaba sentado hacia dos horas reloj, frente a un terreno descampado, totalmente deshabitado, componiendo canciones con su guitarra, y si no fuera por la vibración de ese texto, no hubiese visto nunca el teléfono. Dejo caer su cuerpo para atrás como si se desvaneciera, y mirando de frente el cielo, y para arriba las calles, se dio cuenta que estaba cerca para ir a buscar la ropa, contesto que sí, guardo su guitarra, sus hojas, y se fue tranquilo caminando hacia el sur. Después llovió muy fuerte.

Darío lo esperaba a que llegue completamente mojado. Relámpagos y truenos sonaron repentinamente, y en menos de diez minutos, ya estaba lloviendo torrencialmente, corriendo fue al lavadero, y le acerco unos trapos a la puerta, preparo una remera vieja para prestarle y puso la pava para unos mates calientes. La pava hirvió. Andrés nunca llegó. Al pasar una hora, Darío, comenzó a preguntarse porque no había llegado ya, entonces empezó a llamar, y conectar amigos entre sí, para determinar, si alguien quizás sabia algo de él, y nadie sabía nada. Su última conexión era la misma hora en que le había contestado el mensaje, pero como no era muy fanático de la tecnología y la comunicación, ese dato no significaba mucho. Decidió despreocuparse un poco, pues ya va a aparecer se decía internamente, quizás este con alguna chica, o quizás estaba muy cansado y se durmió. A las 1:35 am, Darío concilio el sueño aún sin noticias. Ya había guardado la remera .

Lo increíble de todo esto, que pasaron tres meses, si, tres meses hasta que volvió a llover, con la misma fuerza e intensidad que aquella noche.

“ De Andrés todavía no supimos nada. Ya intervinieron las autoridades, y jueces, y fiscales, y hay búsquedas por todos lados, pero nadie todavía supo decir, ni dar alguna clave o pista de que pudo haber pasado, todo se mueve muy lento, no entiendo porque pasean abogados. Somos miles afuera, protestando por su aparición, pero son muy desconcertantes las respuestas. El tiempo sigue pasando. El corazón carraspea y se ilusiona con cada vez que suena el teléfono, pero casi siempre es un periodista.” Reclama su madre.

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