Premeditado…

– No era yo – me dijo mientras se tronaba los huesos de los dedos, estaba nervioso. Lo sabía por qué era parte de mi trabajo, la psicología es bastante útil cuando se trata de investigar casos de homicidios. Este era una de las incontables participaciones que tenía como apoyo a la policía local, él era mi último paciente del día.

– ¿Me escuchó? – volvió a decir, fue entonces cuando lo observé detenidamente y noté por primera vez en meses que tenía un parecido con alguien que conocía, pero no pude recordar quien.

– Sí, me dijo que no era usted, pero no le hice ninguna pregunta- le dije mirando mi reloj, contando los cinco minutos que quedaban de la hora.

Él, que había estado recostado, se enderezó, me vio a la cara, sonrió, metió su mano en la bolsa derecha de su pantalón. Recordé que minutos atrás cuando llegó a mi oficina parecía relajado, por lo que no le tomé importancia a la revisión de sus pertenecías. El saco una 42 y me apuntó justo en la frente. Lo miré un microsegundo fijamente, fue entonces cuando me di cuenta, oculto en la profundidad de sus ojos café oscuro, estaba un hombre que hacía 10 años atrás yo había condenado con análisis psicológico erróneo, como consecuencia había sido enviado a un psiquiátrico donde días después, se quitó la vida.

– No era yo…-dijo el joven con ojos cristalinos- esas fueron las últimas palabras de mi padre antes de su suicidio doctor, y yo que en ese entonces era un niño le creí, pero usted no. Lo busqué por años, para mirarlo de frente y preguntarle por qué hizo usted semejante cosa, comencé a investigarlo, vaya historial, ansiedad, antidepresivos, abandono de su esposa e hijas, ahora entiendo, aquello de lo que creía ser la cura, es ahora su enfermedad, doctor.

Pensé a la velocidad de la luz en pedir perdón, en rogar misericordia.

Era tarde. Jaló el gatillo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS