Capítulo 1 – La insurrección

Ningún habitante del pacífico pueblo de North Ansheston hubiera imaginado que ese día soleado y tranquilo terminaría convirtiéndose en caos. La gente iba y venía, al mercado, los guardias patrullando, los niños jugando, muy ajenos a las difíciles decisiones políticas que sus gobernantes estarían tomando al cabo de unos minutos.

Afuera del pueblo, alrededor de los grandes muros del Castillo del Rey, se juntaban jóvenes y adultos con picos, espadas, martillos de herrería y demás objetos puntiagudos y brillantes, gritaban al unísono las frases de «Fuera el Rey», «Devuelve el pueblo a la gente», entre otras más que eran un poco groseras.

Por dentro del gran castillo, un hombre de avanzada edad, gordo, barbón y con finas telas y una gran corona de oro en la cabeza caminaba de un lado a otró en su gran habitación, en ocasiones miraba por la ventana y se llenaba de tristeza al ver a tanta gente enfurecida.

«No me lo puedo explicar» pensaba el Rey. El era muy bondadoso, humilde, carismático, siempre luchando por el pueblo, pero esta vez no tenía ni idea de la razón por la que el pueblo estaba enardecido.

-Su alteza, me temo que alguien lo haya inculpado de algo- Dijo uno de sus jóvenes sirvientes.

«No lo puedo creer, ni siquiera imaginar» seguía pensando.

Trataba de hacer una reflexión de todas sus decisiones que tomó meses atrás, para intentar encontrar la causa de la furia de su pueblo, pero nada, inauguró nuevas iglesias, mercados, abolió el Impuesto Real, dio asilo a los pobres, «entonces ¿qué hice mal?».

Hace ya un año que el Rey decidió abdicar al trono, ya sentía que pronto moriría, y para evitar una pelea entre sus dos hijos, decidió hacerlo antes. Y de pronto, algo en él lo hizo pensar más en ello. No eligió al primogénito como lo dictaban las leyes reales, sino que eligió a su hijo menor, pues él tenía mejor carisma que su hermano mayor.

Este hecho hizo que el hermano se enojara y se escapara del Reino. «Tonterías, eso no puede estar ligado con esta situación» pensó el Rey. Caminó de nuevo al balcón, pero ordenó al sirviente a que llamara a su hijo el menor. Iba saliendo al balcón, cuando por la entrada de a habitación llegó su hijo.

-Hijo, ya pronto es la coronación- Dijo el Rey. -Pero necesito que este asunto quede resuelto-

-Si padre, como me ordene Majestad- dijo el hijo.

Caminaron ambos de nuevo a la habitación, pero el Rey salió de ella por la puerta, el hijo lo detuvo en la entrada. -Padre, ¿a donde vas?

-Hijo, cuando seas Rey entenderás que la realeza no es diferente a los súbditos, todos somos humanos y tenemos sueños y anhelos, bajaré a platicar con ellos para que pueda haber un acuerdo-

-¡No padre!- exclamó el hijo -¡Es peligroso!

Pero el Rey ya no lo escuchó. Bajaba las escaleras de mármol hacia la entrada al castillo, cruzó los setos y llegó a la entrada de la muralla, donde la turba enardecida gritaba más fuerte. El Rey trató de tranquilizarlos, incluso salió de la puerta de hierro, sin defensa, solo contra la muchedumbre.

-Mi pueblo, ¿Que les aqueja?- dijo el Rey.

-Nos has traicionado!- Exclamó un joven de la turba.

-Este Reino ya está vendido a ustedes! Nos están quitando nuestras casas, nuestra comida!- gritó una muchacha.

-Yo no autoricé esos mandatos, y se están ocurriendo les ruego que se calmen y podremos solucionarlo- Dijo el Rey y de inmediato volvió a entrar por la puerta de hierro.

Caminó por entre los setos hacia el castillo, cuando de pronto muchas manos lo jalaron hacia un arbusto grande como para ocultar a una vaca. El Rey se asustó mientras veía a cinco o seis hombres vestidos de negro con espadas filosas. Uno de ellos se acercó y se quitó una máscara negra del rostro, era su hijo mayor.

-No puede… ser- El Rey no lo entendía y unas lágrimas corrieron por su rostro.

-Padre, tu momento llegó, ya ha iniciado nuestra insurrección, tú y tu parásito hijo sufrirán las consecuencias-

No acabó de decir la oración cuando empuñó su espada y la enterró en el corazón de su padre, el Rey murió al instante sin haberse podido defender. El hijo menor llegó corriendo a su auxilio, pero llegó tarde y su hermano mayor lo atravesó con la espada. Llegaron los guardias pero pronto un ejército de hombres vestidos de negro apareció detrás de ellos, ya era tarde, habían tomado el Castillo.

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