Cada vez que siento que las palabras ya no tienen sentido ni lugar para representar lo que necesito decir y nunca logro pronunciar, el frío llega y es como si fuera que dibuja una rutina estructurada, prender alguna vela, descorchar el vino que sigue en espera y ver cómo la luz tan vulnerable a un simple soplo agota la cera que la limita, es tan lindo y tan hipnotizante, ver mi reflejo en la copa de vino y pensar lo que fue, lo que podría haber sido, es tan lindo saber que este mundo tuyo existe, pero que el mundo mío existe en otro universo, es tan relajante y tan frustrante entender lo que tanto duele, yo que nunca fui romántica. Yo que nunca me digne a ofrecer un amor decente, yo que me amo tanto. Yo que te amo y no se exactamente ni cómo ni porque. Tal vez sea porque en días de viento y soledad, inspiras algún texto que suena profundo, o porque del otro lado borraste una historia que yo todavía insisto en escribir.

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