El único sonido es aquel traqueteo histérico de un corazón y respiración agitada.

Entre la inquietante oscuridad desarrollada, un olor peculiar abrazaba el aire circulante como un amante pasional.

Sus manos con aquella sensación del pegamento semiseco, pegajosas, y aquel olor…

¿Qué es?

Tentación de placer, de súbito, el miedo acorralado se sumerge libremente por todo aquel cuerpo. Sus nervios accionan la reacción de palpar, palpan como si la vida fuera aquello.

Aquel olor se ha mezclado con el sudor típico del miedo… Palpa y suda…

Choca con un objeto, o tal vez algo similar, palpa… Hay algo húmedo sobre y regado en aquello que escondido es por la nada.

Palpa, suda y traquetea salvaje su interior, desafiante ante la cueva desembocada en su totalidad.

Al final puede aceptar que aquello que desea descubrir no es algo que deba descubrir.

Aquel olor metálico, sedoso y nauseabundo se desprende como amapolas.

¿Qué es?

Un instante… Aquella cueva es iluminada a propósito, ahí frente a su mirada asqueada, asustada y desembocada el cuerpo desmembrado de una criatura inocente; un infante descendiente de sus entrañas, postrado sobre aquel manchón incomodamente púrpura.

¿Aún quieres seguir palpando?

El fragmento de realidad iluminada queda registrado en sus ojos. Vuelve aquella inmensa cueva con el frío llanto del cielo arrastrando con el pecado descubierto y ese fragmento de realidad tranquiliza el traqueteo y loca respiración de la criatura que palpaba sin cesar.

Satisfacción como dopamina, acabo con lo que tanto le enfadaba aquel muñeco de sus entrañas.

Lena Y.

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