Salió a correr con gran urgencia. No debía hacerlo. Se lo habían prohibido en una consulta médica no hacía mucho; debía centrarse en ejercicios más suaves, tenía problemas en la rodilla izquierda y agravar la lesión podía llevarla al quirófano. Pero no le importó, sentía que estaba a punto de explotar, que debía ponerse en marcha y se dijo frente al espejo «prefiero que me explote la rodilla a que me explote la cabeza»

Seguía un ritmo feroz, la respiración desacompasada y frenética, y su cuerpo gritaba insistente que no parase. Lo más urgente de toda la galaxia en ese instante era que ella siguiese corriendo.

Según avanzaba, jadeaba y sudaba, iba soltando miles de bombas mentales que destruían imaginariamente la inseguridad como concepto.

Cogió aire y continuó más rápido aún, con la metralleta a pleno rendimiento, disparando sin tregua, cien por cien eficiente.

Menudos hijos de puta, a mí no me hacen a su molde, cabrones de mierda, desalmados, …puta mierda de sistema, mundo injusto, joooder, qué asco, …qué gentuza, … continuaba al punto de que en ciertos momentos parecía un salmo del infierno o un mantra diferente por ser ajeno a todo ritmo sonoro.

En un instante preciso se le escapó una bomba por la boca. Fue una, sólo una, oportunamente escuchada por una mujer mayor que tomaba el aire, sentada en un banco. Ésta sonrió cómplice y la miró con ojos de “ánimo cielo, corre todo lo que necesites, saca el veneno” o eso interpretó ella que desplazó su mirada, de la anciana al camino, porque tropezaba en ese mismo instante y a puntito estuvo de irse al suelo.

Cuando se giró tras recuperar el equilibrio y un poco el aliento, su cómplice por un instante caminaba de espaldas de vuelta a algún lugar ¡Cómo le gustaban aquellas miradas cómplices que, de repente, la hermanaban por unos segundos con personas desconocidas y con el mundo!

Ocupó el espacio que había dejado la señora de ojos amables y fue consciente de que ya no quedaba munición.

La rodilla le ardía, su cara era de un rojo tupido y uniforme y su mente estaba lista, estaba sosegada.

Ahora iba a pensar, allí sentada, en sus próximos pasos.

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