Sangraba mí pecho al verle, despojado de tanta ira. En el momento de intentar calmarle, pude notarle ardiente como una llama incandescente. Lo llevé conmigo hacia un sitio más pausado a que tomara té y le repetía una y otra vez que la vida eran dos días.
Para sorpresa de otros, que no pensaban que se recuperaría, logró forjar su camino solo;
Emprendiendo su vacío más interno.
Persiguiendose a sí mismo, para no encontrarla de nuevo a esa maldita ira, convirtiendose en el mejor intento de él cada día y comprendió, que el mayor de sus errores había sido, el no haberse equivocado antes y haber podido rectificar a tiempo.
La clave del éxito es equivocarse
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