NEVE EN PRIMAVERA

NEVE EN PRIMAVERA

Betty Font

08/05/2018

NEVE EN PRIMAVERA

Ya era tarde para un último paseo.

Pero el fin de mayo presagiaba una Luna de Góndola. Así llamábamos a las noches en que la luna parecía sentarse en la proa de nuestras barcas, como si amara deslizar sus lánguidos dedos de plata por la superficie serena del agua.

Primavera fascinante para mí que en menos de un mes, exactamente el veinte de junio cumpliría los años que me caratularían como hombre, como adulto… Claro que no necesitaba una edad para lucir lo que era.

La dama que se acercó solicitando los servicios de la góndola por un instante pareció pronosticar romance en el recorrido. Se veía como una secretaria, elegante, fina. Con un acento para mí conocido. Casi le pregunto si era austríaca, quizá supiera de mi pueblo cerca del límite.

Siempre le pregunté a la mamma si rondando a mis abuelas no hubo unos cabellos de sol, ojos de acuarela. No se extrañaba de mi pregunta porque de algún lado a mi tez de fácil bronceado italiano le habían “injertado” un par de ojos cielo con nubes.

Creyendo que la señorita, como tantas había caído bajo el embrujo de mis ojos biselados …acepté partir. No fue poca mi sorpresa cuando desde la oscuridad de los umbrales saltaron a mi barca dos caballeros envueltos en sombras. Mi “Carmina” tambaleó, pero era una góndola fiel. Se ubicaron ellos a cada lado de la mujer, todos en la popa. Yo me ubiqué en la proa hundiendo decepcionado el remo quebrando ondas de noche de luna, sin romance para mí.

Los gondoleros tenemos una ética intachable acerca de lo que se escucha en los paseos. Ni bajotortura repetiríamos palabras, nombres, placeres de los habitantes del tiempo de góndola.

No importaba haber dejado el pueblo casi dos años atrás: mucha montaña, si. Pero no esta increíble seducción de agua, colores, fiesta y romance. Venecia desechaba el sueño en el brillo de sus globos de luz y música en los patios acuosos.

Pero esta gente había solicitado alejarnos de ese ruido, algo bastante extraño.

Imposible no escuchar rompiendo la ética. Una de las voces era italiana, pero las otras ¿Austríacas o alemanas? Fueronsólo palabras ya que el acento dificultaba la comprensión: “IlDuce…Todo listo. Fürer…Sí, para junio”.

Un gélido temblor más húmedo que el agua que surcaba recorrió mi cuerpo. ¿No era que Italia permanecería neutral?. ¿Junio? ¿Junio para qué? ¿Entraríamos en guerra? ¿Por qué como aliados de Alemania? Claro: “Il Duce”.

Me abstraje manteniendo apenas el rumbo de la Carmina para el regreso. Sentía el irrefrenable impulso de irme. Volver a casa, a mi pueblo. Ver a todos una vez más…antes de que…

La secretaria de la intriga me pagó muy bien ese viaje. Pero el dinero me supo a sentencia.

Salté de la góndola y con la velada luna inicié el camino hasta mi pequeño cuarto. Le pediría a Luigi que se ocupara de Carmina. Juntaré mis pocas pertenencias y en dos horas me iré rumbo al noreste, a mi casa.

Iba amarrando mis latidos al pecho mientras mi mente planeaba la continuidad del tiempo. Cuando ingresaba a la sombra absoluta de uno de los tantos puentes lo vi. Un gato. Pequeño y que se recortaba contra la oscura piedra noche. El animalito me desgarró un maullido. Lo tomé entre mis manos: era un manojo de temblores. Alguien, como juego o travesura lo había dejado allí: de otro modo era imposible que hubiera llegado hasta ese lugar. Bajo la primera farola comprobé que era una gata, de varios meses, tan blanca como la luna y sus ojos celestes casi inexistentes de tan claros. La guardé en mi bolsa. Hablé con Luigi. Me despedí de mi góndola con el ruego como caricia: volver a encontrarnos.

Al llegar a mi cuartito saqué a Neve, no podría llevar otro nombre y le pedí a Marietta a través de la ventana un poco de leche. Chiara y Vesta (mis enamoradas) vieron la gata y me alcanzaron un poco de atún y unos trozos de carne. “¿Qué te vas? ¿Pero por qué? ¡No podía abandonar aquella ventana que por casi dos años las había hecho suspirar!”.

-Es la mamma-mentí. ¿Cómo decirles que a partir de Junio entraríamos en guerra, perdiendo esa seguridad acunada en agua y colores?

Neve comenzaba a derretirse entre mi abrigo: Soy Adrianno, bella, haciendo recién en ese momento la presentación formal. La apreté contra la camisa, debajo de mi chaleco, no creía que permitieran animales en el tren.

Casi amanecía. El pueblo agitaba sus brazos pidiendo el sol de primavera. Cabra y vaca mugían su leche. La campana de la capilla anunciaba al sol tocando la hora. Había llegado. Ahora que pasara lo que fuera. Disfrutaré de mi tiempo junto a los míos, casi un mes. Y si efectivamente en junio llegaba lo temido, me iré en paz teniendo mis recuerdos en orden. Neve comunicaba su despertar con pequeños pinchazos de sus uñas sobre mi pecho. Al sacarla de su cobijo ella se instaló con premura en mis hombros, agarrándome el cuello con su cola. ¿Te crees monita, bella?.

Mis compadres al verme corrieron a recibirme como si nunca me hubiese ido. No faltó quien descolgara la chanza: ¿Eh, Adriano, e tu signora?-Indicando a la gata. No me importaba: Neve ronroneaba lealtad y calor.

Terésa, mía mamma, arrojó al suelo el grano con que estaba alimentando a los pollos y corrió hacia mí.Bautizamos con lágrimas el reencuentro. Entramos a la humilde casa de piedra, madera y humo. Después del pan y el queso de bienvenida ella me dijo ansiosa:

-¿Cómo se enteró del mensaje, Adrianno?

-¿Qué mensaje, mamma?

-El cura me lo leyó, mío filio: me lo llevan al ejército.

Se alejaba la cadencia de la frase como por un túnel que iba poniéndose cada vez más negro. Apreté los puños y cerré los ojos. Neve dejó su lugar frente al hornillo y saltó a mis hombros. La primera de las muchas veces que le ofrecería consuelo de esa manera.

Al día siguiente sin haber paladeado mi tiempo robado por el mensaje me despedí de mi mamma y amigos. Muchos del pueblo no entendieron porqué si había llegado ayer, me iba hoy. Quise dejar a Neve con Terésa, pero antes de llegar a la tranca de salida del patio volvió a saltar a mis hombros: inhabandonable.

Me presenté a la oficina. Me subieron a un tren esa misma noche: como si el extraernos a los jóvenes de la tierra que nos nació fuera más fácil en la oscuridad, para que no prendiera en nosotros los recuerdos del olor a hogar.

Viajamos toda la noche y más. Soñaba que lo de la guerra era un sueño. Malo. Pesadilla.

Neve ronroneaba maternal cuando Venecia llegó y se fue.

Carmina… mi Carmina…Mi mamma. Italia. ¿Hasta Trípoli tenían que llevarnos? ¿Por qué no un poco más lejos en el tiempo y del Mediterráneo? No, Trípoli. ¿Dónde quedaba eso? El tren movía mi cuerpo sobre las vías.

Pienso: ¿Volveré a Mi Patria en algún tiempo? Ruego que sí.

Venecia lejos.

Vías borrando fuerzas.

Sueño…

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