La doncella y la bestia

La doncella y la bestia

Clarisa Eris

23/04/2018

Me había preparado para salir con mi amigo Jaisson, íbamos a ir a una fiesta ambientada en estilo medieval, para celebrar el dieciséis cumpleaños de Samanta.

Abrí la puerta y me encontré a Jaisson en el porche, tan puntual como siempre, apenas tuve tiempo de echar la llave de la casa cuando él comenzó a atormentarme con comentarios tiernos que no paraban de hacerme sentir terriblemente incómoda.

—Estás guapísima— exclamó poniéndome ojitos dulces.

Como no sabía que decir, simplemente añadí —Tú también estás …. bien, vestido de …. ¿qué se supone que es eso? —le pregunté mientras no pude evitar señalar su traje.

—Soy un hobbit —respondió él, con tono orgulloso señalándome su espada.

—¿Y qué se supone que es eso? —le pregunté, pues sinceramente no tenía la más remota idea.

—¿De verdad no has visto el señor de los anillos? ¿pero tú en qué clase de mundo vives?

—Pues supongo que en el de los adultos.

—¿En serio?, tienes dieciséis años y ya pareces hablar como si fueras una vieja prematura.

—¡Eh no te pases! —exclamé mientras le atizaba un codazo —Sólo porque no haya visto esa estúpida película no puedes llamarme vieja decrépita y quedarte tan ancho.

—Cuando la veas, podrás hablar con propiedad.

—Bueno, ¿nos vamos ya a alguna parte o debo dar media vuelta y volverme a casa? —le solté sin más plantándome en jarras, mientras le dirigía una mirada de esas que matan.

Él puso los ojos en blanco y soltó alguna clase de maldición murmurada entre dientes.

—¡Mujeres! —exclamó al fin.

Cuando terminé de bajar las escaleras del porche, me volteé demasiado rápido para preguntarle algo y choqué con él, llevándome un cabezazo.

—Jolines que daño—vociferé —¿se puede saber qué hacías tan pegado a mí?

—¿A ti qué te parece? —me dijo él mientras bajaba como un gato en modo ninja.

—No, si te parece, ahora voy a tener que ponerme un cascabelito, vamos como si yo tuviera la culpa de que tú seas tan torpe.

—¡Disculpa! —le grité —¿me estás llamando torpe?, tú a mí, que a veces andas como un perro lisiado, ¡mira, mira, mejor dejemos la fiesta en paz!

—Será lo mejor, porque te estás comportando como una histérica.

Respiré hondo y luché contra los impulsos asesinos de agarrarlo por el gaznate y enseñarle lo que era realmente una de ellas.

Y volviendo al tema que me preocupaba le interrogué:

—¿Y el coche? ¿no se supone que iba a venir a recogernos tu madre?

—¡Ostras! —exclamó él avergonzado—se me olvidó comentarte que al final no hay coche.

—Pues habrá que darse prisa e ir andando

—Con eso damos un paseo, hoy hace una noche preciosa—manifestó él, con una sonrisita que dejaba claro sus intenciones, aquello había sido planificado, no me quedaba duda de ello y todo para pasar a solas más tiempo conmigo.

Caminábamos junto a las casas más cercanas de mi barrio, cuando la luz comenzó a desaparecer, las tinieblas lo envolvieron todo. Siempre me había dado miedo la oscuridad, me puse a llamarlo, pero él no respondió.

Presa del pánico grité —¡Jaisson, Jaisson!, ¡por favor contéstame! —le supliqué desesperada.

Pero nada ni nadie me contestó, salvo el silencio de la noche y el ruido de algo parecido a un arroyo. Eché a andar hasta que el sonido se incrementó; me acerqué demasiado y casi termino cayéndome dentro.

Una nueva idea rondaba ahora por mi cabeza ¿y si aquello no era nada más que un sueño?, eso debía ser, me dije a mí misma para tranquilizarme, seguro que me encontraba tan plácidamente soñando en mi cama, ¿Pues qué otra cosa iba a ser? ¿y dónde quedaba esa conversación extraña con Jaisson?

Aunque debía de reconocer que sonaba muy propia de él, pero decidí que esa era la respuesta más creíble, así que haría como Alicia en el País de las maravillas. Disfrutaría de mi sueño sin temor alguno, al menos hasta que apareciera mi conejo blanco o guía espiritual, pues alguien debería guiarme en mi viaje hacia el autodescubrimiento.

La sed se apoderó de mí, me incliné sobre el riachuelo situado a mis pies, metí la mano para coger agua y me la llevé a los labios. Me sorprendió su sabor, estaba limpia o al menos eso me pareció, así que volví a introducirla y a tomar más, una y otra vez, pero entonces noté que no me encontraba sola.

Unos ojos malva con destellos como diamantes me miraban desde la otra orilla. Los observé detenidamente y llegé a la conclusión de que no podían ser humanos, ¿sería tal vez alguna criatura salvaje? ¿y en tal caso de qué tipo?

Los ojos violáceos que destellaban como si fueran un sol púrpura desaparecieron en la oscuridad. ¿Y ahora qué?, como no terminaba de despertarme decidí dar un paseo y echarme a dormir, haciéndome un ovillo debajo de un árbol para cobijarme del gélido aire que atormentaba mis huesos, provocándome un constante y molesto castañeteo de dientes.

La luz se abrió paso, llevándose con ella las tinieblas; me dolía todo el cuerpo debido a la terrible nochecita que había pasado, estiré mis brazos por encima de mi cabeza para lograr ese ¡crack! que tanto me aliviaba, cuando pasaba noches similares en vela estudiando a base de Red Bull o con mi otra droga favorita, el café, aunque mi madre siempre me regañaba cuando me hallaba bebiendo semejante brebaje.

A estas alturas era más que evidente que yo no tenía la más remota idea de dónde me encontraba, pero la ilusión del sueño ya parecía no cuajar, es más allí no había absolutamente nada o mejor dicho nadie, salvo un precioso y enorme bosque con una gruta a escasos cinco metros de mi posición actual. Me dirigí hacia a ella con paso firme, estaba decidida a explorarla y a pedir ayuda, me negaba a otra noche de tortura en el bosque.

¡Guauuuuuu! esto es realmente impresionante, pensé al contemplar como los rayos de sol caían desde lo alto de la madriguera dándome la bienvenida. Pequeñas formaciones rocosas situadas junto a la boca de la misma, se encontraban coronadas por un manto de musgo verdoso que se alzaba sobre ellas victorioso.

Un ligero ¡crack! sonó a mi espalda, me giré y allí estaba él, mirándome con sus fascinantes ojos de tonalidad púrpura.

—Estás en mi territorio—me aclaró él

Yo no puede evitar acercarme más para observarlo, pues era una mezcla entre delicioso y fascinante.

—¿Qué eres tú? —le pregunté.

Él se echó a reír relajándose momentáneamente, pero acto seguido recuperó su particular tono, que consistía en una especie de mezcolanza entre ser amable a la par que amenazador.

—Muchos han muerto por menos de lo que has hecho tú.

¿De verdad había dicho lo que creía ?, la respuesta me llegó de inmediato cuando él continuó con su discurso, pero en esta ocasión ladeó un poco la cabeza, como si se tratara de un perrito.

—¿Puedo saber qué es lo que he hecho yo? — quise conocer a lo que debía atenerme.

—¿Es que no me escuchas cuando hablo humana?, has entrado en mis dominios sin mi permiso.

—Lo siento, pero no estoy aquí por voluntad propia.

Se sintió confundido ante mi comentario, ahora se encontraba a escasos dos metros de mí, mirándome con más atención de la que me había otorgado antes.

—Explícate— dijo, y luego también añadió —porque si tu explicación no me agrada te comeré igual que al resto—declaró apuntando con el dedo a la boca de la inexplorada cueva.

—Te diré la verdad, aunque no me creas, al menos concédeme el beneficio de la duda.

—¡Campesina, estás agotando mi paciencia! — refunfuñó él, lanzando un gruñido que convirtió mi sangre en escarcha.

—Yo no soy ninguna campesina—protesté.

Él se mostró ofendido ante lo que consideró un claro intento de tomarle el pelo. Me agarró por la falda con tanta fuerza que estuve a punto de perder mi enagua.

—¿Y esto? —bramó con furia, —¿acaso te piensas que no conozco a los tuyos? —dijo mientras señalaba mi ropaje—ellos siempre vienen a matarme con palos y lanzas.

—Esto…. lo siento, yo no soy de aquí vale y en cuanto a mi ropa sólo es un disfraz.

—¿Un disfraz? —preguntó él —¿es que acaso eres una ladrona? entiendo, has venido por eso, para intentar robarme ¿verdad?

—¡Para ya quieres! —le grite, —estoy cansada de tus majaderías, ¿me entiendes?

—Yo no he venido por ti, ni por tu oro, ni sé quién se supone que eres tú, ni soy campesina, ni tengo tratos con ellos, porque no soy de estas tierras.

—¿Y cómo llegaste entonces?

—No lo sé—le respondí

—¿Y esperas de verdad que me crea semejante patraña?

—¡Es la verdad! —le dije sin poder evitar alzar la voz.

—Yo sólo sé que estaba con un amigo y ……

—Un amigo—exclamó él, alzando una ceja —así es como llamáis las hembras a los machos con los que os apareáis.

—¡Para el carro quieres! —articulé, clavando mi dedo índice con furia sobre su pecho, él no pareció inmutarse lo más mínimo con mi contacto.

—Dices cosas muy extrañas, mujer, no te entiendo.

—Lo que quiero decir es que yo no me apareo con nadie, a eso me refiero cuando digo que es un amigo.

—No lo comprendo, eres una mujer bonita, ¿cómo es que tienes problemas para encontrar a alguien con quién aparearte?

¡Por Dios que pesadilla!, esto estaba resultando más duro que ir al pueblo y enfrentarse a la legión de Marujas sin fronteras, para tener que escuchar las típicas preguntas de ¿por qué todavía no tienes novio?, sumado a se te va a pasar el arroz, a lo que yo siempre respondo lo mismo “tú no te preocupes que el arroz siempre hay alguien que quiera comérselo”.

—A ver no tengo apareamiento o novio porque no me apetece tenerlo, porque no estoy enamorada, y no tendría apareamiento con alguien que no lo estuviera ¿te enteras ya?

—Piensas eso porque todavía no has conocido al macho adecuado.

Estaba alucinando con las cosas que le oía decir y encima ahora tenía esa sonrisita en la cara, creyéndose todo un macho alfa.

—Quiero escuchar el resto de tu historia—continúa con ella mujer.

—Para empezar, te diré mi nombre, pues no he tenido la ocasión de hacerlo, me llamo Natalia.

—Natalia—repitió él. Me gusta,es bonito.

—Yo soy Hydra— contestó.

—Pues como te iba diciendo antes de que me interrumpieras, había quedado con un amigo que vino a recogerme a casa. Íbamos al cumpleaños de otra amiga que tenemos en común.

Entonces interrumpí mi discurso, lo miré y no me hizo falta ni llegar a abrir la boca.

—Sé lo que significa cumpleaños, sabionda.

—Se trataba de una fiesta de disfraces, y yo me vestí de campesina, porque el año pasado lo hice de princesa. Y el caso es que no pudimos ir a ella en nuestro coche.

—¿Coche? – repitió confundido.

—Lo siento le respondí, un coche es un carro, la cuestión es que mi amigo me mintió, inicialmente me dijo que iba a haber un carro para ir juntos en él a la fiesta, pero parece ser que sólo lo hizo para que tardáramos más en llegar y poder estar conmigo más tiempo a solas.

—jajajajaja, muy astuto—afirmó él—¿consiguió el joven enamorarte?

Negué con la cabeza y traté de hacer memoria para volver a centrarme en mi relato.

—Cuando íbamos juntos paseando, apareció una oscuridad que lo envolvió todo, intenté llamarlo, pero no me contestó, no oía absolutamente nada, y todo cuanto había conocido desapareció, y reconozco que al llegar aquí pensé algo estúpido.

—¿Qué fue lo que pensaste? —me preguntó él.

—Déjalo es una estupidez, además no sé si alguna vez lograré volver a casa.

—Para mí no lo es— me insistió.

—Vale, pensé que todo era un sueño.

—¿Por qué pensaste tal pamplina?

—porque no tiene sentido salir de casa y aparecer de repente en medio del bosque, y ver a un ser en la noche de ojos púrpuras que brillan como si fueran dos piedras preciosas.

—Contado así supongo que tiene sentido tu historia, pero hay muchas cosas que los humanos desconocen del universo y suelen asociar a la magia.

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