Cuando el amor llama a tu puerta

Cuando el amor llama a tu puerta

Clarisa Eris

23/04/2018

África

Hace tiempo que dejé de creer en el amor, no sé cómo ni cuándo, pero simplemente pasó. Cuando era más pequeña me gustaba pensar que aparecía un hombre montado en su caballo blanco dispuesto a salvarme, pero cuando una vez crecí llegué a la conclusión de que tal vez algún día besara a un sapo y se me convirtiera en un príncipe.

Mi amiga Julia que era una romántica empedernida, se encontraba sentada a mi lado torturándome con una película de esas donde parece que todos vomitan arcoíris y sólo falta que salga un leprechaun.

Finalmente, hastiada ya de tanta tontería, pues aquello me parecía más dulce que el algodón de azúcar no pude contenerme y tuve que dar mi opinión: —¿De verdad te gustan estas películas?, ella se giró hacia a mí y en su mirada hallé un gesto de desaprobación ante lo que estaba claro que ella consideraba un “comentario malicioso por mi parte”.

Pero en lugar de callarme, continué tocándole las narices —Es absurdo, ¿dónde se supone que hay hombres como él?, porque yo no me encuentro a ninguno así en la calle.

Mi amiga ya no pudo contenerse y finalmente estalló—¡Quieres hacer el favor de callarte!, ya no me he enterado de lo que le ha dicho Andreu a Rosalie cuando estaban en el restaurante.

Una vez que terminó la odiosa película me marché a mi casa para arreglarme, pues habíamos quedado luego para salir de marcha, hoy era viernes y eso implicaba “Noche de Sexo y Rock and Roll”.

Alberto

La cabeza me daba vueltas como si fuera un tiovivo, no debí haber salido ayer con Carlos, pero al final terminó haciéndome el lío como me pasa siempre. Y lo que inicialmente iba a ser una copa trajo a otra, y a otra…. hasta que hubo un momento en el que perdí la cuenta y lo que comenzó siendo una “inocente salida de cumpleaños” se convierto en un jueves de juerga bestial, suerte que estaba de vacaciones, porque si tuviera que trabajar hallándome en semejante estado, buff, prefiero no pensarlo.

Mi móvil comenzó a sonar, lo miré y vi que era Carlos, ya estaba otra vez hablándome por WhatsApp, a ver que excusa le pongo ahora para no salir, pienso mientras me dispongo a redactar algo que suene medianamente convincente y no me haga quedar mal:

Carlos: —Tío, ¿todavía sigue en pie lo de esta noche o qué?

Yo: —A ver que yo me entere, ¿quién se supone que va al final?

Carlos: —Parece que Adrián y Jorge se apuntan.

Yo: — La verdad es que hoy estoy un poco para el arrastre, porque después de lo de ayer.

Carlos: –Ni se te ocurra rajarte ahora y dejarme con el culo al aire.

Yo: —Vas a estar con Adrián y Jorge.

Carlos: —Pero si no vienes tú no es lo mismo. Jorge tiene menos gracia que un bicho muerto.

Yo: —Que cabrón eres jajaja, bueno pues si te sirve de consuelo piensa que va Adrián.

Carlos: —Peor me lo pones, porque Adrián es el hombre sin listón, él entra a matar a cuchillo a cualquier chica que se le acerque, su público abarca mujeres comprendidas entre 18 y 60.

Yo: —Venga vale, pero no voy a quedarme hasta tan tarde hoy y paso de los copazos. Así que no intentes hacerme el lío.

Carlos: —Que te gusta darme mala fama. De todas formas, no hace falta que yo te enrede, ya lo haces tú solito y es que como dice el refrán “Se cree el ladrón que todo el mundo es de su misma condición”.

Yo: —¡Anda y que te den morcilla!

Carlos: —Nos vemos luego a la misma hora y donde siempre.

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