(La ONU y la promesa que el tiempo aún espera)
📌 El hecho
En diciembre de 1945, tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, entró en vigor la Carta de las Naciones Unidas.
El mundo había aprendido a destruirse a una escala inédita. Millones de muertos, ciudades borradas del mapa, generaciones enteras marcadas por el miedo.
Ante ese abismo, las naciones decidieron intentar algo distinto: organizar la paz, convertirla en un compromiso colectivo y no en una tregua temporal.
No era la solución perfecta.
Era, apenas, un intento humano de ponerle palabras al horror vivido.
🧭 La mirada del Tiempo
El Tiempo estuvo allí.
Observó a los hombres sentarse alrededor de una mesa después de haber demostrado que sabían matarse mejor que nunca.
Los vio firmar con manos cansadas, prometer que nunca más, jurar que protegerían a los débiles, que escucharían antes de disparar, que aprenderían.
El Tiempo no aplaudió.
El Tiempo no confió.
El Tiempo tomó nota.
Porque conoce la distancia exacta entre una promesa y su incumplimiento.
🕯️ Metáfora
La ONU fue un reloj nuevo colocado en una pared aún manchada de sangre.
Un mecanismo complejo, solemne, preciso…
entregado a manos que todavía no sabían escuchar el sonido de la responsabilidad.
Un reloj que marca la hora correcta,
aunque nadie quiera mirarlo.
🗣️ Cuando el Tiempo habla
“Firmaron mi nombre con tinta solemne,
pero siguieron negociando con la memoria.
La paz no se decreta:
se sostiene cada día,
o se rompe en silencio.”
🌍 Reflexión
Desde entonces, el mundo ha vivido guerras, genocidios, desplazamientos forzados, crisis humanitarias y nuevas formas de violencia.
No porque la idea fuera inútil,
sino porque el Tiempo no perdona la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Cada generación vuelve a firmar la paz.
Y cada generación decide cuánto está dispuesta a traicionarla.
🔚 Cierre
El Tiempo sigue esperando.
No discursos más largos.
No ceremonias más solemnes.
Solo actos que no necesiten ser corregidos por la historia
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