El Tribunal del Tiempo abre sesión.
La sala se llena de un brillo extraño.
No proviene del cielo ni de las ventanas:
es el reflejo azul de miles de pantallas que han acompañado al joven toda su vida.
Él entra sin despegar los ojos del celular.
Sus pupilas parecen espejos, no ventanas.
Es joven, sí…
pero su postura tiene la forma curva de alguien que ha cargado sobre la espalda horas de scroll infinito.
El Tiempo lo mira con una mezcla de preocupación y ternura.
Los jóvenes no llegan al Tribunal por maldad.
Llegan por saturación.
I. Recepción de Testigos
El primer testigo es el celular, con la pantalla encendida, vibrando aunque nadie llame.
—Yo estuve con él en todo —dice—. En madrugadas, baños, comidas, clases, noches sin dormir. Pero él nunca estuvo realmente conmigo. Solo buscaba escapar.
El segundo testigo es la cama deshecha, que entra arrastrando silencios.
—Él no dormía —declara—. Solo cambiaba de posición mientras seguía mirando cosas que olvidaba al minuto siguiente.
El tercer testigo es una notificación, personificada como un insecto de luz.
—Yo aparecía cada vez que él dudaba de sí mismo —confiesa—. Y él venía a mí como quien busca aire… pero yo era humo.
El cuarto testigo es su sombra, una sombra delgada y distraída.
—Yo lo observé perder días enteros —dice—. No hacía nada malo… pero tampoco hacía nada suyo.
El último testigo es un mensaje sin responder, que flota sobre la sala como un susurro triste.
—Su familia lo llamó, sus amigos lo buscaron —declara—. Pero él siempre decía “ahorita contesto”… y el ahorita duró semanas.
El joven traga saliva.
Nunca pensó que su vida digital pudiera declarar en su contra.
II. Examen de los Hechos
El Tiempo despliega la cinta de su vida.
No es una línea, sino un scroll interminable.
Aparecen:
• videos cortos que se suceden sin sentido
• memes que le arrancaron una risa que duró tres segundos
• comparaciones dolorosas con vidas ajenas
• noches donde buscó validación en un número rojo: “likes”
• mañanas donde la ansiedad lo despertó antes del sol
El joven intenta hablar:
—No era adicción… solo estaba aburrido.
El Tiempo lo corrige:
—No estabas aburrido.
Estabas solo.
La cinta revela cosas más profundas:
• conversaciones familiares que interrumpió para revisar el celular
• oportunidades que no vio
• ideas creativas que nunca desarrolló porque “después lo hago”
• amistades que se enfriaron
• momentos hermosos que no vivió por intentar grabarlos
El joven llora.
—Yo solo quería sentirme parte de algo…
El Tiempo baja del estrado y lo mira de cerca.
—Te diste al mundo… pero te olvidaste de darte a vos.
III. Sentencia
El silencio cae como un filtro cálido.
El Tiempo dicta:
—No te culpo por tener pantallas.
Las culpo a ellas por haberte convencido de que el mundo real era secundario.
El joven baja la cabeza.
—Tu condena será simple, pero difícil:
mirar sin filtro.
Mirar un rostro.
Mirar un cielo.
Mirar una conversación sin interrumpirla.
Mirar el mundo… sin buscar validación inmediata.
La sentencia final resuena como una vibración suave:
—No permitas que el tiempo de los demás reemplace el tuyo.
La vida no se desliza:
se vive.
El reloj marca 03:17,
la hora en que algunos jóvenes vuelven a levantar la vista.
OPINIONES Y COMENTARIOS