“El tiempo mide a un país por cómo cuida a sus niños.”
I. EL SUCESO
12 de diciembre de 1946.
El mundo seguía oliendo a ceniza.
Europa estaba quebrada,
las ciudades eran heridas abiertas,
y la infancia… la infancia era un campo de ruinas.
Millones de niños sin hogar,
sin nombre,
sin padre,
sin voz.
Ese día nació UNICEF:
no como una oficina,
sino como un acto de redención global.
La humanidad, devastada,
decidió que al menos los niños
debían ser salvados del hambre,
del frío,
y del olvido.
II. LA METÁFORA DEL TIEMPO
El tiempo no siempre cura,
pero siempre observa.
Observó a un mundo que destruyó su propio futuro
y luego ofreció una mano temblorosa
a los más pequeños.
Los niños no recuerdan el reloj,
pero el tiempo recuerda sus lágrimas.
Cada infancia rota es una deuda.
Cada niño rescatado es un milagro.
UNICEF nació de esa deuda,
de ese reconocimiento doloroso:
el tiempo puede rehacerse
si se protege el origen.
III. REFLEXIÓN
Un niño no es un ciudadano pequeño:
es un mañana completo.
Es el país que será.
Es la versión más sincera del mundo.
Las guerras no terminan en campos de batalla:
terminan cuando un niño vuelve a reír.
Cada sociedad escribe su futuro
en la forma en que trata a los que no pueden defenderse.
Y el tiempo nunca olvida
quién cuidó
y quién abandonó.
IV. CUANDO EL TIEMPO HABLA
“Ustedes dicen salvar a los niños,
pero son los niños quienes les salvan el alma.”
“Cada segundo robado a una infancia
se convierte en un siglo de heridas.”
“Mi justicia es simple:
un mundo que no cuida a sus niños
no tendrá a quién entregarle el futuro.”
V. CIERRE
El 12 de diciembre el mundo hizo una promesa:
que nunca más un niño caminaría solo entre las ruinas.
Todavía no cumplimos esa promesa,
pero UNICEF sigue siendo la línea de luz
que el tiempo sostiene
para que no olvidemos
lo que realmente importa.
OPINIONES Y COMENTARIOS