Yo, el último licántropo,
harto de vagar y de esconderme,
sucio de gramillas,
herido por todas
las zarzas de los montes,
.
inclinada la testuz,
hundido el rabo,
ceñido de hambre
y de sed pleno,
.
falto ya de ideas,
huero de esperanzas
vengo ante ustedes,
.
a que laven cada mácula,
perfumen cada hedor
y latiguen
cada una de las muertes
que les di.
.
Descarguen sobre mí
todo su odio
– yo ya del mío me vacié,
demasiado tambalear de tanto lastre –
.
Recíbanme a morir.
Quiero acabar desnudo
de culpas y,
si se pudiera,
recuperar mi estatuto
de hijo vuestro.
.
¡Oh, víctimas mías,
infelices a los que evisceré!
Recordaré sus rostros,
sus despojos,
aullaré cada uno de sus nombres.
.
Rezar no sé,
implorar no puedo,
pero el último aullido que libere
no será por mí, lo juro,
será por sus almas
por toda esa carne lacerada
– tanta pasión inútil, tanta saña –
.
Declaro en mi defensa:
.
ni yo ni los míos
jamás hemos comido carne humana
– las objeciones que formulo
son estrictamente gastronómicas –
Pero todos, hasta el perro, nos saciamos de la luna.
.
Y en mi contra:
.
era yo el que robaba los malvones,
.
yo, quien arranqué
uno a uno cada tallo
– la soledad, amigos, de un licántropo,
es la de un muerto,
si no fuera por las flores… –
.
Y la luna, ¡ah, la luna,
esa maldita enamorada!
que nos deja hambrientos, siempre,
desguarnecidos al amor
y solos.
OPINIONES Y COMENTARIOS