La clase de meditación

La clase de meditación

Timur Galasov

26/10/2025

Tienes que probar a meditar, me dijo una amiga. Te vendrá bien para
el estrés y la ansiedad. Y me pasó información sobre un retiro
espiritual en la naturaleza, que duraba tres semanas, y en el cual no se
podía hablar ni comer carne. Por supuesto, el sexo y el alcohol
quedaban completamente descartados. Iba a ser duro, pero la curiosidad
me pudo y me apunté. Llegué al lugar al anochecer, dormí en una cabaña
de madera, en una esterilla, y a las cinco de la mañana nos despertaron
para nuestra primera clase. Después de un desayuno a base de verduras,
arroz y humus, nos reunimos en el claro de un bosque, al aire libre, en
un lugar perdido de la civilización. Todos se habían rapado, supongo que
para parecer mas budistas, y sus redondas calvas reflejaban la luz del
sol naciente, que me daba directamente a los ojos.

Llegó el hindú,
decían que era un maestro brahmán de algún pueblo perdido de las
montañas, que sabía mucho yoga y que flotaba, pero hoy no, que lo de
flotar no salía cada día. Era un hombrecillo de unos ojos negros muy
brillantes, y una impresionante barba que le cubría todo el pecho.
Comenzó la clase. ‘Para flotar tenéis que desprenderos de todo’, nos
dijo. ‘Tienes casa, a tomar por culo casa’, sí, así lo dijo, ‘tienes
coche Mercedes, a tomar por culo coche Mercedes’, ‘si tienes coche
Citroen puedes quedar, total, es como no tener nada’. Y se rió con ganas
de su ocurrencia, y todos nos reímos, porque desprendía una alegría
contagiosa. A continuación nos dijo que cerráramos los ojos y que
empezáramos a respirar llenándonos como una botella, de abajo a arriba,
despacio, varias veces. Era verano, hacía mucho calor y yo me preguntaba
cómo aquel hombre no se asfixiaba con semejante bufanda por barba.
Traté te imaginármelo sin ella, a lo mejor no tenía barbilla. ‘Chico
grande de la izquierda piensa demasiado’, dijo, y se rió con ganas otra
vez. ¿Como lo sabía? Ahí éramos unos cuantos, y yo estaba a un lado en
las filas de atrás. ‘Puedo ver aura, tu aura no crece’. Me reí por
dentro. Ya está otro con ese rollo. He conocido a muchos personajes
durante mi vida que afirmaban ser lo uno y lo otro, y todos acababan
siendo un fraude, lo que me ha convertido en un escéptico irremediable.

Seguimos
con el tema. Ahora teníamos que respirar con normalidad, sin esfuerzos,
sentir como se relajaban nuestros dedos, y ya no formaban parte de
nosotros, luego nuestros pies y así gradualmente todo el cuerpo. Me
parecía una tontería, pero al poco rato cualquier sentimiento de
angustia, frustración, ansiedad, había desaparecido, quedando solo una
ligera dicha. Inmóvil y con un aplomo que parecía que iba a hundir el
suelo, me sentía como una estatua, ajeno a todo lo que ocurría a mi
alrededor. ‘Respiramos con el abdomen otra vez’ me sorprendió su voz.
¿Ya? Yo quería seguir así. ¿Por qué tenía que volver ahora? No parecía
que hubieran pasado mas de unos segundos. Respiramos lento varias veces,
abrimos los ojos despacio. Me pesaban mucho los párpados, no quería
abrir los ojos, y cuando los abrí, todo parecía de otro color.
Redescubrí los árboles, el cielo, la hierba, que era de un verde tan
intenso que hacía daño a la vista. Lo percibía todo, pero nada me
perturbaba, tenía un poder que nacía de una calma nueva para mí. Esto
tengo que repetirlo, me dije. Me di cuenta entonces de que el
hombrecillo hindú me miraba y sonreía ampliamente. ‘Creo que necesitas
un afeitado’. Me toqué la cara, miré para abajo, y me di cuenta de que
tenía una barba que me llegaba por el ombligo.

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