Blaze! Capítulo 30

Capítulo 30 – Bhasenomot.

No.

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Ha pasado mucho tiempo, ya no logro recordar el lugar de mi nacimiento, ¿será porque intento evitar evocar el lacerante frío del universo al que fui lanzado a tan temprana edad?, ¿para olvidar el dolor del inicio de mi vida o para borrar el recuerdo de mi debilidad primigenia? Flotando en la nada, a la deriva, encontré lo que mi cuerpo pedía, calor. La cálida luz de las estrellas me permitió moverme libremente, ganando fuerza, curtiendo mi ser, encendiendo uno de mis impulsos básicos, el hambre. Viajé sin rumbo buscando algo que no conocía, sintiendo un apetito inespecífico, llenándome con cualquier cosa que encontrase en el camino, manteniéndome nutrido apenas, con la energía justa para seguir en la búsqueda de algo que lograra nutrirme completamente. Conocí a otros como yo, no iguales, menos exigentes, capaces de engullir a insignificantes seres para mantenerse satisfechos, rasgándolos de sus carnes para obtener el ansiado alimento, motivándolos sutilmente para que se reprodujeran descontroladamente, logrando asegurar con esto sus reservas energéticas y estructurales futuras. Hasta que logré encontrar lo que ansiaba, una fuente casi infinita de vibrante energía, un lugar para reposar y crecer, un deleite para el paladar, una nube de gas y polvo flotando serenamente después de una violenta explosión, enriqueciendo el frío ambiente que me rodeaba.

Con la madurez vino la curiosidad, ya no me costaba conseguir mi propio alimento, sólo debía encontrar estrellas moribundas listas para entregarme sus deliciosas entrañas, guareciéndome de la explosión que liberaría su contenido, regodeándome a posteriori. Pero esto no era al azar, debí aprender a distinguir los astros en estas condiciones y estimar el poder total de los estallidos para no dañarme, terminando más de una vez completamente tostado por el abrasante calor expulsado.

Demoré años en obtener estos conocimientos, pero la experiencia me había gustado, mi vida no parecía tener un fin específico, así que me dediqué a conocer mi entorno y a como manipularlo. Viví en distintos planetas, en los más inhóspitos ambientes, entendiendo como el universo afectaba a esa materia inerte de la cual no estoy constituido, mezclándola, reduciéndola, animándola, encapsulándola en inmunda y olorosa carne… Viajé a mis anchas, el frío universal ya no me afectaba, aunque siempre es agradable estar cerca de una estrella, adquiriendo todos los conocimientos que pude, interactuando con otros seres parecidos a mí, conociendo existencias absolutas e indispensables para el orden del cosmos, modelos autoimpuestos a seguir, aspirando a obtener tal estatus y poder sobre todo a mi alrededor.

Pero me faltaban miles, millones de años para lograr tal fortaleza, así que partí por lo básico, la técnica. Aprendí a manipular completamente la materia, comprendiendo las fuerzas elementales que la mantienen unida, necesitando unos pocos bloques fundamentales para crear lo que se me viniese a la mente, entendiendo también como separarla. Cuando me sentí lo suficientemente confiado de mis habilidades, construí un pequeño sistema estelar, recolectando las estrellas desde varios de los brillantes cúmulos espirales, no necesitando ya que los soles estallaran para obtener mi alimento, devorándolos lentamente hasta hacerlos desaparecer. Y mi poder creció, desmesuradamente.

Lleno de vigor, recorrí el universo en la búsqueda del propósito de mi existencia, intentando hacerme un lugar entre los entes elementales del cosmos, algo que creía haber ganado por mi vehemente y constante esfuerzo. Pero el universo ya era funcional, todos los puestos estaban ocupados, no necesitaban de una nueva deidad que cubriera alguna necesidad, todas estaban satisfechas, o al menos eso es lo que creía mientras estaba sumergido en la desilusión, hasta que…

¿Qué es eso? –me pregunté, mirando una región especialmente vacía en el espacio, sintiendo una sublime presencia en su interior–. Se ve vacío, pero no lo está…

Yo que tú no me acercaría –habló el Tiempo–. Está así desde antes de que llegáramos todos, inmutable, impasible, nada crece allá, quizá nada pueda vivir ahí. Inclusive yo lo rodeo, no quiero tener que vérmelas nuevamente con esa cosa.

Entonces, hay algo que puedo hacer, ¡esa será mi meta! Averiguaré que es eso y poblaré esa zona con estrellas, algo que ni el Tiempo se atrevió a tocar, será mi refugio personal, mi triunfo –declaré, acercándome al espacio aparentemente desocupado.

Me detuve en el terreno despoblado de materia, intentando comunicarme con lo que anteriormente había identificado como una presencia, sin recibir ninguna respuesta.

La presencia desapareció, no hay nada, quizá nunca hubo nada, pero siento como si me hubiera sumergido en algo… –pensé, siendo apresado por algo intangible, tirando mi cuerpo en todas direcciones, sintiendo como un pensamiento ajeno se infiltraba en mi mente, como si tomaran todas mis vivencias y las desmembraran, analizando los pedazos.

Atraje desesperadamente miles de estrellas, planetas y rocas a la zona en la que me encontraba capturado, siendo ayudado por el Tiempo para transportarlas instantáneamente al lugar, haciendo explotar todos los astros y sus componentes esenciales, liberando la infinidad de energía almacenada en estos, atacando con esto a mi presunto captor, sin causar ningún cambio en la situación.

¡No! ¿Quién eres? –pregunté, desvaneciéndome, quedando nuevamente la zona vacía e imperturbable.

El Tiempo se quedó helado por un momento, inmóvil, temblando de terror, recordando cuando intentó curiosear en aquel lugar en su juventud, aterrado por casi sufrir el mismo destino que yo.

Luego desperté, notando que ya no estaba en el espacio vacío ni tampoco en el universo, encontrándome flotando en un sitio infinitamente abierto y neblinoso.

¿Dónde estoy? –pregunté, mirando en todas las direcciones.

Eres… el primero aquí –escuché con el mismo tono de mi voz, como delgadas láminas metálicas arrugándose melódicamente mientras fluye por su interior un huracanado vendaval.

¡¿Quién o qué eres?! –exclamé, intentando armarme de valentía con mi impetuosa solicitud.

Una sombra se posó frente a mí, imitando mi forma y postura, interaccionando conmigo.

Muy grande y fuerte… así no entrarás –dijo la sombra, extendiendo unos vaporosos tentáculos que me agarraron fuertemente.

Intenté zafarme de las amarras, condensando los gaseosos apéndices con mis conocimientos de la materia, logrando mi cometido.

No, no, no, no más –negó la sombra, cambiando el estado de los tentáculos nuevamente, presionándome, mientras infructuosamente trataba de defenderme de las extremidades de mi captor.

Fui desgarrado brutalmente por los apéndices, gritando salvajemente ante la desconsiderada disección, siendo reducido a mi mínima expresión, como si hubiera nacido recién, despojándome de todo el grandioso poder que había acumulado en mis millones de años de vida.

Ahora, busca estas rocas y tráemelas –ordenó la sombra, insertando imágenes en mi alterada mente.

¿Qué? –pregunté, escuchando las palabras como si vinieran desde muy lejos, mareado hasta el extremo, con mis extremidades lánguidas y mi temperatura corporal muy baja, perdiendo fluido etérico por las heridas sufridas.

Fui dejado en la Tierra, lastimado y desvalido, ignorante de la locación en la que me encontraba, rodeado de seres envueltos en vestidos cárnicos, todos inconscientes de mi existencia. Algunos demonios se me acercaron, burlándose de mi apariencia desgarrada, jugueteando con mis heridas, aburriéndose en sus intentos de molestarme, alejándose.

¿Dónde estoy? –me pregunté, irguiéndome con gran esfuerzo, observando la vida presente en el desconocido astro, temblando de frío.

Bhasenomot, come, repara tus heridas superficiales –habló la sombra, entregándome una esfera de plasma universal.

Recibí el alimento, engulléndolo rápidamente, sanando mi límite externo, calmando en parte mi dolor.

¿Quién eres? –pregunté, repitiendo la consulta.

Esos de allá son demonios, aprende sus costumbres, vuélvete uno de ellos y tráeme las rocas que te pedí, cuando sientas hambre te alimentaré –dijo la sombra, instruyéndome, obviando mi pregunta.

¡¿QUIÉN ERES?! –exclamé con furia extrema y sed de venganza, asustando a algunos demonios menores que desaparecieron hacia el plano astral, escondiéndose en vibraciones menores.

Soy quien necesita aquellas rocas –respondió la sombra–. Encuéntralas.

Recuerdo haber gritado pidiendo explicaciones, sin recibir respuesta alguna, cesando mi alboroto al asumir que había quedado solo. Con los años me acostumbré a habitar entre los humanos y los demonios, aprendiendo de estos últimos todas sus tretas y técnicas, volviéndome uno de ellos. Después de mucho buscar, encontré la primera de las rocas solicitadas, apareciendo frente a mí un portal que me transportó a la guarida de la sombra.

Ha pasado un poco de tiempo –saludé, fulgurando rabia, centelleando frente a la sombra.

Te has vuelto casi completamente un demonio, Bhasenomot. Has ganado algo de fuerza también, pero no debería ser, te he alimentado lo suficiente para que te mantengas, no para… –comentó la sombra, callándose al notar que la iba a interrumpir.

¡Renegaba de los demás que sucumbían ante tales prácticas, pero de alguna forma recuperaré mi fuerza y te mataré, aunque tenga que caer así de bajo! –exclamé, explotando en furia, descontrolado–. Aquí tienes tu mierda de roca…

Lancé con desprecio la roca y salí por la puerta que separaba las distintas dimensiones, volviendo al mundo que ahora me cobijaba, calmando mi frustración con el limpio aire que me rodeaba. La sombra tomó la roca, depositándola en un pedestal que se formó de la nada, mirándola profundamente.

Bhasenomot, hola, ¿aún continúas buscando esas malditas piedras? Te dije que son una pérdida de tiempo, amigo –saludó un demonio que conocí años atrás–. No te servirán de nada.

¿A qué te refieres, Naugier? –pregunté, sentándome en el piso, prefiriendo charlar un rato para olvidar el enojo de lidiar con la sombra, además de tratar entender el interés de esta por las rocas.

Esas rocas son trozos del corazón del único ser divino, reaccionan a la energía mágica cambiando de forma, eso lo debes saber, yo también he encontrado algunas antes, pero parece ser que sólo los humanos son capaces de utilizarlas para realizar ciertas hazañas mágicas –respondió Naugier–. Es por la naturaleza de nuestra energía mágica, no podemos acceder al potencial de la piedra, aunque eso no es ningún problema para nosotros, somos intrínsecamente más fuertes, no necesitamos tales baratijas…

Los años pasaron y las rocas fueron apareciendo espaciadamente, la mayoría de las veces unitariamente, aunque algunas veces se encontraban en mayor cantidad, entregándoselas a la sombra apenas las encontraba, quien las apilaba unas sobre las otras, observándolas en silencio, como si estuviera decidiendo que hacer con ellas. Repentinamente, la sombra me llamó para asignarme nuevas y urgentes instrucciones.

Bhasenomot, esta mujer no puede apoderarse de ninguna de mis rocas, no debes permitirlo. Si fallas en tu misión, morirás inmediatamente –comunicó la sombra, mostrando una vaporosa imagen de una muchacha, añadiéndome una inmensa presión y temor a perder mi vida.

Eso es fácil, la encontraré y la mataré, después sigues tú –amenacé, tembloroso por el miedo y exudando oscuro odio, vibrando en mi más baja frecuencia.

La sombra pareció emitir un resoplido, electrocutándome sin previo aviso, quemando la totalidad de la superficie de mi cuerpo, derribándome.

Repíteme, ¿cuáles fueron tus últimas instrucciones? –preguntó la sombra con indiferencia, finalizando el ataque.

La mujer… no puede apoderarse de tus rocas –respondí débilmente, flotando en la dimensión personal de la sombra, herido gravemente.

Vete –mandó la sombra, expulsándome, dejándome caer en la Tierra.

La he insultado infinitas veces y no se ha inmutado en lo más mínimo, pero ahora… Esta mujer es importante para la sombra, debo descubrir la razón… –pensé antes de quedar inconsciente, desgastado por la gravedad de mis heridas.

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Blaze despertó confundida, con la impresión de haber escuchado una negación, retumbando en su cabeza la palabra “no”. Estaba echada sobre el terreno donde horas atrás yacía Albert, pero el joven oráculo no estaba, acercándose la noche hasta su improvisada tienda de campaña.

¿Qué sucedió?, ¿Albert? –preguntó la maga, buscando a su escudero.

La hechicera se levantó, oteando a todos lados, viendo como una figura humana se acercaba lentamente a su posición.

¡Hola, Blaze! –gritó Albert, agitando los brazos, cuando quedaban unos cuantos metros para llegar al lado de su señora.

¿Dónde estabas? –consultó Blaze, con oculta preocupación–. ¿Cómo te sientes?

¡Me siento de maravilla! Te encontré durmiendo en el piso y no me atreví a molestarte, fui a buscar un poco de agua y encontré la próxima ciudad, es un recorrido de dos horas caminando hacia allá –contestó Albert, ofreciendo la cantimplora llena del vital líquido–. No te preocupes, yo ya bebí allá, bébela toda.

Repentinamente, los muchachos sintieron como se arremolinaba el viento detrás de ellos, llenándose de energía demoníaca en su interior, apareciendo el demonio vigilante desde el torbellino.

Hola, chicos, ¿cuándo partimos? –saludó Bhasenomot, descolocando a los jóvenes.

¿Acaso se integrará un nuevo viajero?, ¿quién es la sombra que mantiene cautivo a Bhasenomot?, ¿por qué está recolectando todos los trozos de DSH posibles y qué hará con ellos? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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