El precipicio de su mirada

El precipicio de su mirada

Ali t

17/12/2025

Lila —el nombre de aquella sombra que no conseguí borrar de mi cabeza desde aquella tarde de octubre en Amalfi.

La conocí en un puente, cuando iba al festival de castañas. Caminaba por la acera de piedra con la guitarra al hombro, dichoso y casi corriendo de la emoción; llevaba en los dedos la canción que pensaba tocar. Y entonces ocurrió: caí por el precipicio de su mirada. Me topé con la sonrisa más acogedora que jamás hubiera imaginado. Era, en ese instante, la estrella de mis sueños, la guía de mi corazón; la sonrisa más bonita que pude encontrar frente a mí.

Todos los rencores se disolvieron en ese gesto: su espléndida sonrisa borró hasta los pensamientos más pesimistas que albergaba mi alma. En un segundo imaginé un mundo para los dos. La saludé con la sonrisa más tímida que tengo; ella respondió y, con voz temblorosa, dijo: —¡Hola!— y me devolvió una sonrisa que me pareció un sol. Se acercó; yo, torpe, le conté que iba al festival. Ella sonrió y murmuró: «Qué lindo que alguien disfrute del festival».

—Algún día deberíamos coincidir para un postre de castañas —dijo, todavía sonriendo, aunque en sus ojos había un temblor que no entendí entonces.

—Disculpa, me tengo que ir —dijo de pronto.
—Hey, no me has dicho tu nombre —alcancé a decir, sonriendo.
—Mi nombre es Lila —respondió ella—.

Vi entonces cómo se alejaba; por un instante creí que simplemente se perdía entre las calles de Amalfi. Pero de pronto la escuché gritar, con la voz rota: —¡NOS VEMOS!—. Su sonrisa se quebró como una ola contra la marea, y sus ojos se desbordaron en llanto. Corría hacia la parte alta de la isla, sin detenerse; quise alcanzarla, deseaba saber la razón de tanta prisa… pero fue demasiado tarde cuando descubrí el motivo.

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