Capítulo 39: La batalla por el corazón de Kaito
El eco de la celebración todavía vibraba en el aire. El mundo entero hablaba del “día en que la esperanza volvió”, refiriéndose a la inauguración de los hospitales construidos bajo el liderazgo de Kaito. Sin embargo, mientras millones de personas celebraban un futuro más luminoso, en otro escenario se estaba gestando una guerra silenciosa, una competencia tan feroz como cualquier batalla librada en el campo: la lucha por el corazón de Kaito.
Airi, Lena, Miyu, Reina y Sofía, cada una desde su trinchera emocional, habían tomado una decisión. Aquella hazaña humanitaria de Kaito no solo había encendido admiración en ellas, sino que había convertido la llama de sus sentimientos en un fuego imposible de apagar. Y todas sabían lo mismo: ya no podían permanecer pasivas.
Kaito se despertó en su mansión, exhausto pero satisfecho. La misión estaba completada, la recompensa ya era suya, y el mundo lo aclamaba. Sus pensamientos giraban en torno a cómo organizar el funcionamiento de los hospitales, cómo asegurarse de que fueran sostenibles a largo plazo, cómo entrenar al personal con los mejores estándares.
Lo que no sospechaba era que, mientras desayunaba tranquilamente en el comedor, se acercaba un nuevo tipo de desafío.
El primero en aparecer fue Airi. Entró vestida con un conjunto elegante pero delicado, una blusa blanca de seda y una falda ligera. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, lo que le daba un aire juvenil pero sofisticado.
—Kaito, ¿tienes un momento? —preguntó, sosteniendo una carpeta de proyectos.
—Claro, Airi, si es sobre los voluntarios que querían integrarse en los hospitales, podemos revisarlo juntos.
Ella sonrió, pero su mirada tenía un brillo diferente.
—Sí, es sobre eso… pero también pensé que podrías tomarte un respiro. Has trabajado demasiado, y aunque todo el mundo te ve como un héroe incansable, yo sé que eres humano. Quiero cuidar de ti, aunque sea solo un poco.
Antes de que Kaito pudiera responder, la puerta volvió a abrirse. Esta vez fue Lena, con su porte imponente y su mirada penetrante. Llevaba un traje oscuro de negocios que resaltaba su figura, transmitiendo autoridad.
—Interesante propuesta, Airi —dijo con una ligera sonrisa—, pero Kaito no necesita descansar tanto como necesita una compañera que lo ayude a mantener este imperio en pie. Y esa soy yo.
Kaito suspiró. Apenas eran las ocho de la mañana, y ya intuía que aquel día no sería tan tranquilo como había esperado.
Como si hubieran planeado llegar una tras otra, la siguiente en aparecer fue Miyu. Llevaba un vestido azul marino sencillo, con un pequeño lazo en la cintura. Su sonrisa era tan cálida que iluminó el comedor.
—¡Kaito! Te traje el desayuno —dijo, mostrando una bandeja que había preparado personalmente. Panecillos recién horneados, jugo de naranja natural, y hasta una sopa ligera para contrarrestar el cansancio.
—Miyu… ya estaba desayunando —respondió Kaito con una mezcla de sorpresa y ternura.
—Entonces desayunamos juntos. Lo importante no es la comida, sino compartirla contigo —dijo ella, guiñándole un ojo.
Antes de que pudiera reaccionar, Reina apareció, con su aura de elegancia y orgullo. Vestía un vestido rojo profundo que parecía hecho a medida para resaltar cada detalle de su porte aristocrático.
—No pierdan el tiempo con trivialidades —dijo con voz firme—. Kaito, lo que hiciste con los hospitales es digno de un líder del más alto nivel. Y un líder como tú necesita a alguien de su misma categoría. ¿Acaso creen que cocinar o traer proyectos lo es todo? Yo puedo abrir puertas en lugares donde nadie más puede entrar. Puedo darte un futuro donde tu poder no tenga límites.
La tensión en el aire creció, pero faltaba una más. Sofía entró sin prisa, con su andar tranquilo y su mirada suave. No llevaba nada extravagante, solo un vestido blanco que irradiaba pureza y serenidad.
—Todas hablan de lo que pueden darle a Kaito —dijo en voz baja, pero con firmeza—. Yo no vine a competir con regalos ni promesas de poder. Solo quiero estar a su lado, en silencio si hace falta. Kaito no necesita más ruido… necesita alguien que comprenda su corazón.
El comedor quedó en silencio. Kaito, que hasta hace unos minutos pensaba en revisar informes y descansar un poco, ahora estaba atrapado en una tormenta emocional donde cinco mujeres lo miraban fijamente, cada una con una determinación distinta.
Durante la mañana, la tensión escaló. Airi se sentó junto a Kaito, colocando la carpeta de proyectos sobre la mesa, y empezó a explicarle las propuestas. Lena, sin perder el tiempo, se ubicó al otro lado, añadiendo observaciones sobre la parte financiera y mostrando lo indispensable que era.
Miyu, por su parte, insistía en darle de comer con sus propias manos, arrancando sonrisas nerviosas de Kaito y miradas asesinas de las demás. Reina lo observaba todo con una ceja arqueada, segura de que su presencia bastaba para imponerse, mientras Sofía permanecía tranquila, tomando té y limitándose a clavar su mirada serena en él.
La competencia era tan evidente que incluso los empleados de la mansión, que entraban y salían del comedor, empezaban a murmurar.
—Esto es una guerra —susurró uno de los cocineros.
—¿Y quién ganará? —preguntó otro.
—Si sigue así, el que perderá será el pobre Kaito —bromeó un tercero.
Kaito, mientras tanto, intentaba mantener la calma. Pero en el fondo, estaba nervioso. No porque no pudiera manejar grandes corporaciones, batallas empresariales o incluso peleas contra asesinos… sino porque no estaba acostumbrado a que cinco corazones femeninos tan fuertes giraran en torno a él con tanta intensidad.
Airi aprovechó un momento en que Kaito revisaba documentos para susurrarle:
—No olvides que yo fui la primera en creer en ti. No dejaré que nadie más ocupe mi lugar.
Lena contraatacó cuando lo acompañó hasta el jardín:
—Un líder necesita más que cariño. Necesita a alguien que pueda cargar con su peso. Y yo soy la única que puede hacerlo.
Miyu, siempre dulce, le tomó la mano en el pasillo y dijo:
—No importa cuánto cambies o cuánto crezcas… siempre serás Kaito para mí. Y yo quiero ser tu refugio.
Reina fue más directa, arrinconándolo en la biblioteca.
—Deja que te muestre un mundo al que solo yo puedo llevarte. No te conformes con menos. Yo soy la que te llevará a lo más alto.
Sofía, en cambio, lo encontró en el balcón al atardecer.
—No voy a presionarte como las demás. Solo quiero que sepas que, si alguna vez te cansas, puedes venir a mí. No necesito más que tu presencia.
Kaito escuchaba todo, sin poder dar una respuesta definitiva. Pero cada palabra, cada gesto, lo descolocaba más.
Con el paso de los días, la competencia se volvió aún más evidente. Airi comenzó a involucrarse más en los proyectos de Harmonia Records, mostrando que podía aportar soluciones creativas. Lena reforzó su posición en las decisiones financieras, siempre apareciendo en las reuniones clave.
Miyu se encargaba de los detalles personales: preparar sus comidas, organizar sorpresas pequeñas, cuidar de su descanso. Reina, en cambio, lo llevaba a reuniones exclusivas con personalidades del mundo político y cultural, reforzando la idea de que ella podía abrirle puertas únicas.
Y Sofía… simplemente estaba allí. Pero esa presencia silenciosa era tan fuerte que a veces Kaito se sorprendía buscándola con la mirada sin darse cuenta.
La tensión era tal que incluso Haruka, su hermana, comenzó a notarlo. Una tarde, al ver a Kaito rodeado por las cinco en la sala principal, cruzó los brazos y frunció el ceño.
—¿Qué es todo esto? ¿Un club secreto para acosar a mi hermano? —dijo con ironía.
Las cinco chicas la miraron con diferentes expresiones: molestia, sorpresa, o calma. Pero ninguna se retiró.
Kaito solo pudo suspirar, sintiendo que estaba atrapado en una guerra de la que no sabía cómo escapar.
Una noche, después de una cena en la que todas intentaron llamar su atención de una u otra manera, Kaito salió al jardín en busca de un poco de aire fresco.
El cielo estaba despejado, y las estrellas parecían brillar con más fuerza. Pero no estaba solo. Una a una, las cinco chicas aparecieron, como si hubieran sentido que ese era el momento.
Se miraron entre sí, sabiendo que no podían seguir ocultando lo obvio.
—Ya no es suficiente admirarlo en silencio —dijo Airi.
—Estoy de acuerdo. Es hora de ser directas —añadió Lena.
—Entonces… ¿será una competencia abierta? —preguntó Miyu, con una sonrisa inocente pero desafiante.
—Yo nunca retrocedo —afirmó Reina, con los ojos brillando.
—Y yo no necesito hablar demasiado. Mis acciones hablarán por mí —cerró Sofía.
Kaito, en medio de aquel círculo de emociones, sintió su corazón latir con fuerza. Estaba acostumbrado a enfrentarse a enemigos poderosos, a desafíos imposibles… pero este campo de batalla era completamente distinto.
A partir de esa noche, la competencia dejó de ser silenciosa. Cada una de ellas comenzó a dar pasos más directos. Invitaciones privadas, gestos de cariño inesperados, palabras cada vez más claras.
El mundo seguía celebrando a Kaito como el hombre que había cambiado la historia con sus hospitales. Pero en su círculo más íntimo, se estaba librando otra historia: una guerra de sentimientos, donde no se trataba de dinero, poder o fama, sino del amor hacia un hombre que, sin quererlo, se había convertido en el centro de cinco corazones.
Y mientras las estrellas brillaban sobre él, Kaito comprendió que la misión más difícil de todas tal vez no sería la que el sistema le impusiera… sino la de decidir a quién abrirle su corazón.
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